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Crítica El Hoyo ★★★★

Crítica El Hoyo ★★★★

Crítica de la película El Hoyo

Brillante metáfora sociopolítica disfrazada de thriller de supervivencia.

El cine ha mostrado a lo largo de su historia el enfrentamiento del hombre contra seres de otros mundos o la propia naturaleza, pero a veces olvida que los monstruos más peligrosos pueden habitar dentro de cada uno de nosotros. El hombre es un lobo para el hombre, y a partir de esta reflexión el director Galder Gaztelu-Urrutia construye en El hoyo una intrigante y tensa distopia sobre la corrupción moral y la insolidaridad en tiempos críticos.

Todo comienza cuando Goreng (Ivan Massagué) despierta en una celda únicamente provista de dos camastros y un lavabo. Tan desconcertados como el protagonista, no sabemos dónde se encuentra, qué hay fuera o cómo ha llegado allí. De compañero de encierro tiene a un tipo sabio y turbio llamado Trimagasi (Zorion Eguileor) que le explica todo lo que debe saber. Se encuentran en el nivel 33 de El hoyo, un lugar conformado por un número desconocido de celdas (Trimagasi asegura que pueden ser más de doscientas) construidas unas sobre otras y comunicadas únicamente por un agujero en el centro de la habitación. Por él desciende una vez al día una mesa repleta de comida que disfrutan primero los que están en el primer nivel y que va menguando hasta desaparecer. Cada mes los internos cambian de nivel al azar, por lo que ambos deberán disfrutar de su privilegiada posición mientras puedan.

Crítica El Hoyo ★★★★

El realizador representa mediante esta alegoría sociopolítica la eterna desigualdad de clases y la avaricia y el egoísmo de aquellos que gozan de todos los privilegios inimaginables. Queda reflejado perfectamente cuando Trimagasi prefiere estropear los platos y tirar el vino a que sean degustados por los de niveles inferiores. Un acto inhumano y de enorme podredumbre moral que entronca perfectamente con las ideas que sobrevuelan la cabeza de los personajes según el nivel en el que se encuentran. ¿Matar en los niveles más bajos para sobrevivir? ¿O ayudar en los superiores para favorecer la supervivencia del resto? Son las cuestiones principales que sostienen la película y que nos permiten vislumbrar los recovecos más oscuros del ser humano.

Por sus tesis y ambientes malsanos y laberínticos es inevitable que a uno le vengan a la cabeza películas como Cube o Saw, pero los guionistas David Desola y Pedro Rivero han sido lo suficientemente inteligentes de distanciarse y pulir algunas de sus imperfecciones. Mientras que en el film de Natali el enigma a resolver jugaba en contra de la construcción de los protagonistas, la película de Gaztelu-Urrutia se aproxima a unas conclusiones similares, pero poniendo el foco en los personajes sin que por ello caiga el interés. Para el recuerdo queda Goreng, que huye del estereotipo, y especialmente Trimagasi, una especie de Hannibal Lecter moderno, metódico y con un particular sentido de la violencia. Sin embargo, y al contrario que la saga de Jigsaw, estos estallidos de violencia y gore lo que buscan remover no son los estómagos sino las conciencias.

Con semejantes mimbres, El hoyo está dando que hablar gracias a su estreno masivo en Netflix y se ha convertido por derecho propio en una de las películas más interesantes del pasado año.

Alejandro Gómez 

 

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Alejandro Gómez
Todo en uno: cinéfilo, seriéfilo, melómano, lector voraz y tragaldabas.

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