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lunes, diciembre 9, 2024
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Crítica Horror Park ★★

Crítica Horror Park película dirigida por Simon Sandquist con Wilma Lidén, Omar Rudberg, Amanda Lindh

Entretenida pero poco original muestra de slasher en versión sueca.

De qué va Horror Park

La encargada de un parque de atracciones tematizado para la fiesta de Halloween acompaña a los premiados con un pase previo nocturno para en una noche sangrienta.

Crítica Horror Park

Nada nuevo bajo el sol en este reciclado de todas las claves del género del corte y la puñalada de jovenzuelos masacrados que tiene algunos elementos entretenidos como variante la fórmula anglosajona tradicional que hacen algo más entretenida la película.

Crítica Horror Park

El subgénero de terror que iniciara Alfred Hitchcock con Psicosis (1960) y luego han alimentado clásicos del asunto como Rojo oscuro (Dario Argento, 1975), La matanza de Tejas (Tobe Hooper, 1974), La noche de Halloween (John Carpenter, 1978), Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984) o en fechas más cercanas Alta Tensión (Alexandre Aja, 2003), entre muchas otras, no encuentra nada realmente novedoso que ofrecer en esta última réplica cuyo director parece especialmente interesado, eso sí, en sacarle jugo a las montañas rusas y alguna que otra atracción de parque de diversiones en los mejores momentos de su propuesta. Se titula en el original Carrusel, así que es coherente en eso y no engaña, aunque pienso que el título español le viene grande.

No obstante, le reconozco a la película cierta habilidad para enredarnos con sus personajes en un paseo por ese parque de atracciones vacío, por la noche, en un evento para vips que se traduce en una persecución menos sangrienta y salvaje de lo que debiera, porque, en contra de lo que esperan los aficionados más dedicados al género, la casquería nos esquiva durante todo el metraje, e incluso busca jugar con la elipsis o el tamaño del plano para alejarnos de las consecuencias más básicas de sus momentos de violencia, y cuando finalmente la incluye en el plano resultan un poco sosas.

De manera que devaluada por la dosificación de los momentos de casquería propiamente dichos, argumentalmente lastrada por una repetición sistemática de los momentos de terror -dejando al margen las moderadamente curiosas y no por ello menos rebuscadas secuencias en las montañas rusas-, y limitada por la esquemática construcción de su historia y personajes, absolutamente tópicos y totalmente bidimensionales, se queda lejos de ser la fiesta de terror que podría haber sido a juzgar por su comienzo más sugerente. Además, abusa del flashback, se pierde en reiterativas alusiones a un pasado que se hace más plano e interesante a medida que progresamos en el mismo, cuando debería ser justo al contrario, y no consigue hacer arrancar la simpatía por los personajes.

El otro factor clave en este tipo de películas es el asesino, cuyo protagonismo y creación debe ser más interesante que el de las propias víctimas, pero aquí es tan plano y previsible como las mismas. Y además apenas una escena de subrayado evidente sirve para eliminar toda posibilidad de sorpresa respecto a la identidad del matarife enmascarado. Por si eso fuera poco, sus motivos y definición son los de la venganza, más que los de la herramienta de destrucción sangrienta de incautos que suelen ser este tipo de figuras en las versiones más clásicas y acertadas del subgénero slasher. Es este un Michael Myers desencantando, gris, poco interesante, previsible, poco funcional en lo referido a generar inquietud o sorpresa, y con el momento clave de juego con la identidad ambigua desperdiciado por una precipitada y poco astuta resolución de su supuesto enigma.

Te gustará si te gustó…

El cliché se hace aún más evidente después de la primera hora de metraje, cuando la película parece no tener nada más que ofrecer en un esquema de mera explotación en perfil bajo y de hacendado de muestras del género más esforzadas y entregadas a la fiesta del terror. Muy lejos de los clásicos, Horror Park se sitúa así en desventaja no solo de las más populares muestras del subgénero con las que podríamos relacionarla como Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980), El tren del terror (Roger Spottiswoode, 1980) o Scream: Vigila quien llama (Wes Craven, 1996), sino de las más flojas variantes de todo ello como La casa del terror (Haunt) (Scott Beck y Bryan Woods, 2019).

                                             Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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