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jueves, octubre 10, 2024
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Crítica Jennifer´s Body


Jennifer´s Body

La imagen de Megan Fox vestida de colegiala y sentada en un pupitre que claramente le viene pequeño inunda las urbes españolas y las paradas de autobús provocando que más de un viajero se quede en tierra por estar despistado mirando a la fémina, pero me gustaría reiterar nuevamente que Jennifer´s Body ofrece más que la posibilidad de darle trabajo a la vista y solazarse con el descarado exhibicionismo –me atrevería incluso a decir que explotación de la imagen- del sex-symbol más reciente del cine americano.

Para empezar, Diablo Cody ha hecho una curiosa labor de desarrollo de diálogo y personajes que nos permite asistir a una nueva entrega de terror adolescente sin experimentar las sensaciones habituales de hastío y cansancio que suele producir en el espectador no adicto a este truculento y trucado subgénero la reiteración de sus fórmulas y tópicos, que si nos paramos a pensar un poco, tampoco son nada del otro jueves, dado que Roger Corman ya empezó a explotarlos en sus producciones de serie B allá por los años 50 cuando se percató, mucho antes que los grandes estudios, de que la edad del público había cambiado y los adolescentes abarrotaban las salas y los autocines queriendo mirarse en el espejo del terror y la fantasía.

De manera que, ojo, no quiero que me malinterpreten: no es que Diablo Cody haya revolucionado el género en absoluto, sino que lo ha tomado de rehén asumiendo sus claves y tics más destacados para mezclarlos con sus propias inquietudes, sin pudor, sin cortarse, y con una clara vocación de darnos más de lo mismo… pero, y eso es lo importante, de manera algo distinta. El intento era, supongo, proporcionar al público de referencia, forofo de este tipo de terrores juveniles, todo aquello que debe tener una película del subgénero para que no se sientan defraudados (chicas, sexo y sangre, principalemente), consiguiendo al mismo tiempo que quienes, como el que esto escribe, estamos ya un tanto hartos de ver a chavalines y chavalitas gritones corriendo de un lado a otro antes de convertirse en carne picada, pudiéramos encontrar asilo en sus calambrazos de humor y su lenguaje cortante y a ratos soez y hasta nos echáramos alguna que otra risa incluso cuando la película alcanza su momento culminante de cine de explotación con un descaro que, si ustedes me lo permiten, la ennoblece, aunque sólo sea por poner sus cartas sobre la mesa con total impudicia. Me refiero, obviamente, a la escenita de beso lésbico entre las dos protagonistas, que es claramente un guiño a la facilidad con la que el cine puede captar la atención del espectador y provocarle.
De hecho, por debajo del horror, terror y furor (uterino o no) que adorna la capa más superficial de esta película, un servidor ha creído advertir una notable mala leche, un sarcasmo bastante brutal, un corte de mangas a las estrategias del cine de explotación, tomando el terror como víctima propiciatoria de la crítica y haciendo de la provocación la herramienta para mover al espectador a una sana autocrítica invitándonos a mirar con un poco más de atención esas películas de terror adolescente que tanto atractivo tienen en las carteleras de todo el mundo.

Así que invito al respetable público a mirar Jennifer´s Body como si tuviera dos lecturas. La más obvia es la de su fábula de terror, con todo el equipaje del horror para adolescentes y una marcada inclinación a saquear argumentalmente a las dos primeras entregas de la saga de Ginger Snaps, que ha sido puesta “en bonito” al estilo Hollywood para la ocasión, tanto en el físico de sus protagonistas (por ejemplo, Amanda Seyfried no puede ser un patito feo como lo fue en aquella Emily Perkins, su indudable atractivo no se lo permite).

La menos obvia y más escondida es la satírica mirada al subgénero y de paso a la afición por la carne y la sangre que sigue adornando a nuestra morbosa especie. Hay distintos detalles repartidos por la trama que apuntan a una mirada sardónica y ácida a las convenciones del terror para jóvenes, como es la forma en que la directora Karyn Kusama, y la guionista Diablo Cody abordan el sexo, tanto en la secuencia en paralelo de la cópula entre las dos parejas como en las alusiones al asunto repartidas por el diálogo y la manera en la que Megan Fox se autoexplota como reclamo erótico-festivo para el personal, siendo su virginidad o no virginidad la clave para arrancar el argumento.
Resumiendo: un acercamiento al terror adolescente desde un punto de vista más maduro de lo habitual.

Miguel Juan Payán

Miguel Juan Payán


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