Crítica Los crímenes de la academia ★★½

Crítica Los crímenes de la academia.

Interesante pero finalmente muy irregular propuesta de thriller gótico.

Scott Cooper es un cineasta fascinante que ha propuesto algunas películas realmente interesantes como La ley del más fuerte, Corazón Rebelde, Antlers o la magnífica Hostiles. No siempre acierta pero tiene muchísima personalidad, hasta el punto de que nos hemos olvidado de su trabajo como actor, discreto pero con algún papel curioso, para recordar solo su trabajo detrás de las cámaras, donde su colaboración con Christian Bale ha sido realmente memorable. Repiten ambos ahora con esta historia de misterio gótico, pero no consiguen igualar la magia de las anteriores propuestas. Esta tercera colaboración queda demasiado lejos de lo anterior. El motivo es sencillo, demasiados frentes abiertos, demasiados intereses combinados, demasiadas mezclas de las que no sale nada realmente interesante. A veces parece que nos quieren contar dos películas distintas con dos protagonistas distintos y ninguna de ellas logra destacar realmente. No en lo visual, sino en lo que hace que la historia funcione. Su guión.

Un viejo detective retirado es llamado de vuelta al trabajo, casi obligado, para que investigue el asesinato de un joven cadete en West Point en 1830. Para desentrañar el misterio y enfrentado al código de silencio militar, decidirá contar con la ayuda de otro joven cadete, uno muy peculiar que no se parece al resto de sus compañeros, con un alma torturada y de poeta. Se trata de un nombre que resonará en la historia, el de Edgar Allan Poe. Ahí reside en parte el problema de la historia, en esa dualidad entre la trama principal de los asesinatos y la investigación (donde se pone realmente interesante la historia) y ese aspecto casi biográfico, real o no, de Edgar Allan Poe y su vida, sus intereses, sus amores… A veces la película no sabe qué camino tomar y hace lo que suelen hacer estas propuestas, transitar por los territorios más comunes y conocidos.

Por eso la historia, basada en la novela de Louis Bayard, se divide continuamente y nunca da la fuerza que debe a ninguna de las dos historias, especialmente a la más interesante de las dos. Pese a contar con un brillante reparto liderado por Bale, quizá a veces algo histérico en su papel, y con nombres como Toby Jones, Timothy Spall, Robert Duvall (que aparece menos de lo que debería), Gillian Anderson o Charlotte Gainsbourg, aunque al final todas las miradas se dirigen a Harry Melling, quien da vida a Poe con convicción pero con una preocupante falta de carisma para alguien así. Como tantas otras veces, durante la película uno se encuentra más interesado en las historias de los secundarios, como el personaje de Anderson, que en la trama real de la historia, que no termina de centrarse en un solo punto y divaga demasiado.

Hay un momento en la trama en el que todo se descubre, para gran sorpresa del espectador, en el que nada encaja realmente y en el que lo que hemos visto nos recuerda demasiado a otras películas que no mencionamos para evitar spoilers, aunque una con John Travolta en particular siempre viene a la cabeza viendo ésta. Scott Cooper le da mucha dimensión visual, la película tiene textura, tiene un toque brillante y ese gusto por el cine de época y el western que se nota en casi cada plano. Pero el guión no acompaña y el proyecto queda en entretenimiento vacío y poco más. Con ese reparto y ese director, el listón estaba mucho más alto que en esta especie de tv movie con presupuesto desmedido. Demasiado ruido para tan pocas nueces.

Jesús Usero

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