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Crítica M3gan ★★★

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Crítica M3gan

No cuenta nada nuevo, pero lo que cuenta lo cuenta bien y con estilo. 

Nada nuevo bajo el sol en esta no obstante atinada variante de lo que ya nos llevan contando en Muñeco diabólico desde la primera película de su saga, dirigida por Tom Holland y estrenada en 1988, y más concretamente explota, más que se inspira, propuestas que estaban presentes en aquella franquicia desde que Jennifer Tilly se hizo cargo de Tilly, la muñeca, en La novia de Chucky (Ronny Yu, 1998).

M3GAN está repleta además de un voluntarioso y bienintencionado empeño por darle a su propuesta un contenido de crítica a la sociedad en la que vivimos y nuestra entrega absoluta a los juguetes tecnológicos, lo cual saca adelante a base de guiños que no por ser lugares comunes ya explorados dejan de ser eficaces como momentos de subtexto interesantes que inciden concretamente sobre la manera en la que está afectando a la relación de padres e hijos.

La maternidad inesperada y no deseada a la que ha de hacer frente la protagonista, obligada por las circunstancias a ejercer como madre soltera, encaja con el tema anterior y perfila la incorporación al esquema de la película de un tema recurrente del cine de terror, el miedo a la responsabilidad y el compromiso, quizá porque más que el miedo a la muerte lo que nos inquieta es el miedo a la imprevisibilidad de la vida.

Crítica M3gan ★★★

El egoísmo de la protagonista frente a su sobrina, a la que considera un obstáculo intruso en su vida y sus proyectos profesionales hasta que se las ingenia para utilizarla de cara a los mismos, y que parece estar cortándose las venas con el cúter cuando abre la caja de uno de los juguetes de su colección para que la niña juegue, combina bien con los anuncios de juguetes y los diálogos de la compañera de trabajo que ejerce como conciencia o Pepito Grillo de esa madre soltera a la fuerza mostrando el motivo central de la película: la manera en la que estamos entregando a los niños a la tecnología para esquivar nuestras obligaciones como progenitores, y lo que eso puede estar creando en las nuevas generaciones, aludido por el personaje de la psicóloga cuando habla de la teoría del apego y el apoyo emocional, por no hablar de la adicción a la tecnología que ya es una patología en nuestros días.

La tía ni siquiera tiene en casa un cuento que leerle a su sobrina, pero se ofrece a bajarse uno de internet, es una de las pinceladas de humor cínico que maneja la película con habilidad. Ese mismo humor cínico aparece cuando la película juega la baza de exponer su propia narrativa a los chistes autorreferenciales, algo que hace hábilmente a través de la música, cuando la muñeca se pone a cantar o tocar el piano, remarcando momentos clave de su propio viaje hacia la conciencia de sí misma, que la lleva a madurar como depredadora. Dicho sea de paso, y salvando la incuestionable superioridad de Spielberg en la puesta en escena, me ha resultado más ver a M3GAN ajustando cuentas con la vecina y otros impresentables que rodean a la tía y la sobrina que ver al Pinocho llorón de Inteligencia Artificial suplicando que le quieran. Y no seré el único, porque, seamos sinceros: ¿Quién no tiene cerca una vecina petarda, un abusón o algún otro impresentable incapaz de educar a sus mascotas al que le vendría muy bien tener un tête-à-tête con M3GAN?

M3gan

Pero no debemos olvidar que todo esto está profundamente hundido en el origen del género de ciencia ficción que pone al servicio del terror en este largometraje y viene reflejando otro tema presente en el mismo, el espanto del hombre mirando al abismo de la propia creación cuando juega a ser dios, asunto tan clásico como la propia novela Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, y el primer clásico del cine de ciencia ficción adulto y completo, Metrópolis (1927), de Frtiz Lang. ¿Acaso no es esta M3GAN una “hija” o en todo caso heredera del robot réplica de María colgada de sus cables esperando a cobrar vida? Aún más interesante es el momento bosque no solo por el papel de punto clave de incremento de la amenaza sino aún más por lo que nos revela de la verdadera identidad que anima toda la película, que en definitiva se cubre con la piel de un cuento infantil para adultos preservando toda la carga oscura y siniestra que habita tras los cuentos infantiles, como bien explicó Vladimir Propp en su obra Morfología del cuento.

M3GAN es buena aceptando con naturalidad los tópicos de su viaje, y sorteando la faz más simplona y previsible de los mismos a base de reconocerlos tomo tales y parodiarlos en un esquema que permite llegar a un desenlace donde la película puede permitirse incluso el lujo de poner en pantalla su alusión a la violencia doméstica como recordatorio de que bajo la capa de tópicos, lugares comunes, arquetipos y cruce de la ciencia ficción con el terror incluye unos cuantos momentos particularmente perturbadores por su carácter de revelación de cómo somos y cómo estamos construyendo nuestra sociedad, a modo de catarsis.

                                                                       Miguel Juan Payán 

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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