Crítica Megalopolis película dirigida por Francis Ford Coppola con Adam Driver, Giancarlo Esposito
Un sueño febril y desatado, con instantes de brillantez, pero, finalmente, fallido.
De qué va Megalopolis
En una Norteamérica alternativa a la que conocemos en la actualidad, un arquitecto visionario se enfrenta al alcalde de la ciudad con sus ideas de una ciudad del futuro, lo que lleva a empezar una relación con la hija del alcalde y a una revolución en la ciudad.
El canto del cisne de Francis Ford Coppola
Cuando uno ha dirigido películas como El Padrino, El Padrino II, Apocalipsis Now, La Conversación o Drácula de Bram Stoker, no cabe duda que se es uno de los directores más importantes e influyentes de los últimos 50 años. Francis Ford Coppola es un cineasta inconmensurable que nos ha brindado cine de tanta calidad que no se puede medir ni explicar con palabras. Pero desde que decidió regresar de su retiro, su cine ya no es el mismo, y películas como Tetro o El hombre sin edad quedaban lejos de la enormidad de su obra anterior.
Megalopolis es el sueño de Coppola desde hace décadas, un proyecto enorme y descontrolado que nadie quiso financiar, por lo que el propio cineasta vendió hasta sus viñedos para financiar su película sin comprometer su visión sobre la historia que quería contar, una mezcla de ideas sacadas de la Metrópolis de Friz Lang o La vida futura de William Cameron Menzies. Un viaje a una urbe que reflejase en cierta medida la sociedad actual llevada al extremo, para hablar de la naturaleza humana, las ansias de poder, el sueño de un futuro mejor y el amor, incluso. El problema es que Coppola ya no es el que era, o que su visión era demasiado gigantesca para ser contenida en una película.
En cualquier caso, esta ciudad de Norteamérica, mezclada con visos del Imperio Romano, no es capaz de sobrevivir al sueño de su cineasta. Es curioso, cómo se entrecruza el sueño del protagonista de crear Megalopolis con el sueño del director por crear una película definitiva y definitoria de toda su carrera. Y también es curioso ver cómo ese sueño, el de Coppola, se derrumba poco a poco según avanza la historia, convirtiéndose en un castillo de naipes sobre una mesa temblorosa. O en un tren descarrillando, un accidente que no podemos evitar, pero que tampoco podemos dejar de mirar.
Ideas poderosas ejecutadas de forma terrible ante un impresionante reparto
Hay sin duda elementos maravillosos escondidos debajo de los escombros de Megalopolis, una película sin rumbo claro y sin que Coppola sepa imponer un orden o concierto. Hay quienes hablan de la película más visionaria de los últimos años, pero creo que hemos visto cine visionario de verdad en la última década que sabía hacia dónde se dirigía. Nombres como Leos Carax, por ejemplo, o Julia Ducurnau en Titane. No hay nada de esa coherencia en Megalopolis, que va dando tumbos sin atinarle a la tecla correcta, con algunas imágenes poderosas y conceptos magníficos que se pierden en el caos que resulta.
Un sueño febril que, quizá hace 20 o 30 años Coppola hubiese convertido en una obra maestra, pero que aquí se le va de las manos. Entre esos escombros que quedan encontramos a un reparto entregado y maravilloso, al menos en nombres, en el que hay gente que llega a brillar, como Aubrey Plaza o Giancarlo Esposito, pero que queda desaprovechado por esa obsesión por hacer una película más grande que la vida, un drama griego por momentos que es un sueño febril y frenético que no llega a cuajar nunca y que se escapa entre los dedos de su creador, dejándonos con la sensación de lo que pudo ser y nunca fue. Una película fallida.
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Sus raíces están en películas como Metropolis o La vida futura, aunque también podemos encontrar similitudes con el cine de Leos Carax. Pero es su propio tipo de bestia, eso es innegable.
Jesús Usero
Crítica Megalopolis
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