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sábado, febrero 8, 2025
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Crítica Megalopolis ★★ (2024) ilusa y pedante decadencia alambicada

Crítica Megalopolis película dirigida por Francis Ford Coppola con Adam Driver, Giancarlo Esposito

Frustrante, agotador e innecesario despropósito cinematográfico

Los primeros 17 minutos de Megalópolis son todo lo contrario a cualquier otra película de Francis Coppola: agotadores y poco estimulantes. La película en su conjunto, si es un experimento ha salido muy mal, y si no lo es, es simplemente inaguantable.

En algunos momentos incluso he pensado que Coppola quería construir simplemente un espectáculo de marionetas convirtiendo en títeres desanimados a sus personajes y especialmente a Adam Driver y Giancarlo Esposito, su Catilina y su Cicerón. Lástima de ocasión perdida de haber centrado todo en ese duelo en lugar de desviarse por los laberintos de una simplona historia de amor sin química con un inacabable tercer acto y dos inaguantables primer y segundo acto.

Megalópolis es ilusa por pensar que el receptor/público va a poder desentrañar el secreto de su concepto y propuesta en la enmarañada selva de prepotente despliegue de referencias que abruma en todo momento al espectador sin que por otra parte tenga una contraprestación de interés por los personajes o por una trama que o es desalentadoramente simple y obvia o directamente no existe.

Crítica Megalopolis

Es pedante como todo ejercicio de decadencia porque mira por encima del hombro a todo lo normativo, incluso a lo más esencial para poder entenderse con el espectador de manera coherente -léase, por poner un ejemplo, el montaje, o la interpretación de los actores, o la música, o cualquier otro agarre que podamos tener para trepar por la pared de esta empinada e inaccesible cumbre sin tropezarnos a cada momento con un desánimo intenso y una necesidad de acabar pensando en otra cosa.

Es alambicada, o así me lo parece, porque produce la sensación de que al director le interesa más el juego con la tecnología y el entorno que las criaturas que se pasean por sus decorados, convertidas en sombras huérfanas de todo argumento, pasión o idea, ahogado todo ello en un mar de diálogos cuya pretendida elocuencia reniega de intentar acercarse al común de los mortales, trocándose así en pura verborrea indigesta.

Un Coppola indefendible

Siempre he admirado al Coppola intrépido, inquieto y amigo del riesgo que nos ha dado joyas sin las cuales no puedo concebir ni mi afición por el cine ni mi propia vida profesional dedicada a hablar, informar y explicar mi visión del cine, como El padrino (1972), La conversación (1974), El padrino parte II (1974) y Apocalypse Now (1979), así, consecutivamente. Pero ese Coppola siempre me quiso contar una historia y siempre quiso crear personajes capaces de contarla. Y tras esos personajes se escondía algo de verdadera trascendencia.

Sin embargo, en Megalópolis la magia presente en sus películas, incluso en las menos afortunadas, más desorientadas o simplemente más difíciles de consumir/degustar/devorar/defender, como Corazonada (1981), Cotton Club (1984), Jardines de piedra (1987), la primera versión estrenada de El padrino III (1990), Jack (1996), El hombre sin edad (2007) o Tetro (2009), se empeña en convertirse en una grandilocuencia balbuceante que escapa a todo intento de afecto o interés por el espectador.

Crítica Megalopolis

El insoportable Clodio y otros empachos

Megalópolis cae voluntariamente y a conciencia en la palabrería y los diálogos redundantes repitiendo lo que acabamos de ver en las imágenes, juega con el tiempo de manera caprichosa y abrupta, se adorna y alarga en momentos que no aportan nada a la película y obran en contra del ritmo de la misma, como esa cópula a destiempo entre dos personajes secundarios que es lo más frío y menos estimulante que he visto en el cine en mucho tiempo, desperdicia dejándolos a su aire, por ahí sueltos y trabajando en piloto automático, a titanes como Jon Voight y Dustin Hoffman, pone a mirar muy fuerte y al vacío a Nathalie Emmanuel, sobrecarga de nada los diálogos de Aubrey Plaza y mueve por la trama en un intento estéril por convertirlo en personaje interesante al insoportable Clodio (otra vez Shia LaBeouf, en su línea), en modo duendecillo pedante, imitador perverso y demente del Puck de Sueño de una noche de verano.

Me pregunto si este Clodio que me recuerda a Puck no será uno más de los guiños que parecen querer poner a Shakespeare en la trastienda de esta película, como el Ser o no ser de Hamlet esgrimido como un mal chiste por el protagonista en una escena que representa un foro romano como escenario de la disputa de Cicerón y Catilina sobre las cenizas de los lejanos ecos de Julio César. Dicho sea de paso, esa secuencia sobre tablones colgantes es de lo poco que me ha interesado en el decorado de todo este despropósito cinematográfico, devorado en sus escenarios por una fatua y extenuante pirotecnia visual que agota la mirada del espectador desde la primera secuencia y saca a pasear el fantasma de las obsesiones de Coppola por las nuevas tecnologías y sus visiones de diseño del cine del futuro.

Hablando de decorados y de Shakespeare, el erial de estímulos verdaderos de Megalópolis me ha permitido pensar y recordar durante la proyección en otras dos propuestas que también pecaron de pretenciosas, pero salieron ligeramente mejor paradas de su encuentro/choque con el intento de actualización de Roma reinventada escenográficamente con carácter de laboratorio experimental audiovisual: Calígula (1979), de Tinto Brass, y Titus (1999), de Julie Taymor.

Y les juro a todos y todas ustedes que se me abren las carnes y se me rompe el alma cinéfila al pensar que el erotómano afecto a las nalgas Brass me parezca ligeramente más digerible que esta indigesta Megalópolis del maestro Coppola incluso con la versión recortada de su paseo por la corrupción y los horrores de la Roma de Calígula.

Pero es lo que hay

Me gustaría poder decir que Megalópolis es un Coppola valiente y visionario al que la mayoría no somos capaces de entender, pero lo que pienso es que Megalópolis es un Coppola fallido y equivocado..

Miguel Juan Payán

Crítica Megalopolis

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Crítica Megalopolis

Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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