Crítica Pacto de sangre película dirigida por Eshom Nelms, Ian Nelms con Orlando Bloom, Andie MacDowell
Un buen reparto y puesta en escena arruinado por un mediocre guión y un ritmo cansino
De qué va Pacto de Sangre
Cash ha cambiado completamente de vida. Aunque antes trabajaba para una poderosa criminal, ahora intenta llevar una vida tranquila junto a su familia. Pero cuando una deuda ponga en peligro lo único que le importa, volverá a la vida de crimen que prometió abandonar.
Una historia vista una y mil veces
Los hermanos Eshom e Ian Nelms tenían una prometedora carrera por delante en la dirección cuando debutaron, especialmente tras estrenar la más que interesante Small Town Crime, protagonizada por John Hawkes. Parecía que podían aportar un soplo de aire fresco al género de criminales desde una perspectiva nueva y centrándose en lugares y personajes no tan trillados por el género. Cuando rodaron Matar a Santa con Mel Gibson parecía que eso había cambiado por un proyecto más genérico y sin personalidad. Pero su vuelta al género que les hizo destacar con Pacto de Sangre, prometía un regreso más que interesante.
Lástima que todo ha quedado en eso, en una promesa, en una película que podía haber sido mucho más y que se pierde debido a un guión que podía haber escrito una Inteligencia Artificial, con personajes ramplones y con una historia que hemos visto tantas veces que ya agota. Y está agotada. Sobre todo porque no es capaz de aportar nada nuevo y tampoco de darle el ritmo necesario para que el viaje, por lo menos, sea entretenido y disfrutable para el espectador. Para que no se convierta en una lucha contra el metraje de la película para saber cuándo va a acabarse por fin, porque todo lo que sucede, ya lo tenemos visto de cientos de producciones similares, para video y en cines, que lo hicieron antes y, sobre todo, mejor.
El reparto trata de salvar los muebles, pero no llegan a conseguirlo
Una de las cosas más interesantes de la película es el reparto, comenzando por un Orlando Bloom entregado a su personaje de hombre duro, con un pasado siniestro, que intenta enderezar su vida por su sobrina, pero que poco a poco ve cómo le arrastran al mundo que prometió abandonar. No es que el guión le permita muchas virguerías, pero el actor está cómodo en el papel y se esfuerza en darle algo de alma. Mejor se lo pasan Andie MacDowell como la villana de la historia y Garret Dillahunt como el pastor de la comunidad, un personaje que siempre que aparece hace que la película despegue. De hecho tarda demasiado en aparecer y algunos de los mejores momentos son debido a su presencia, como la escena del asalto en su casa. No es suficiente…
No lo es porque pese a que la puesta en escena es buena y hay secuencias muy bien resueltas (el negocio que sale mal, con aire de western, el tiroteo final), la historia no tiene personalidad, los diálogos son dolorosos de oír y los personajes deambulan entre actos, buscando el siguiente momento en el que algo remotamente importante suceda. Que no siempre sucede. Lo que sí sucede es que el espectador es capaz de anticipar cada momento del guión mucho antes de que pase, que todo huele a refrito y que la historia carece de personalidad y tampoco aporta unas secuencias de acción brutales como para que olvidemos sus defectos, como otras películas similares. Por eso queda un resultado mediocre, a ratos aburrido, que desperdicia las buena bazas con las que partía para repetirnos algo que ya conocíamos.
Te gustará si te gustó…
El trasfondo y la localización puede recordar a Justified, pero la trama y el desarrollo es de películas como Homefront, pero sin aportar nada nuevo o interesante.
Jesús Usero
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Crítica Pacto de sangre