Crítica Pinocho de Guillermo del Toro
Una fantástica vuelta de tuerca al relato original, visualmente maravillosa.
Guillermo del Toro ha unido fuerzas con Netflix para revisitar la obra de Carlo Collodi y traernos un Pinocho actualizado bajo el prisma del cineasta mexicano, quien ha codirigido la película junto a Mark Gustafson además de coescribir el guión y actuar como productor. Eso hace que nos encontremos ante una historia que nace completamente de Del Toro y que es capaz de reconvertir lo que ya conocíamos en un relato nuevo pero reconocible. Todo lo contrario que la reciente adaptación de Disney con Tom Hanks en el reparto, que se convertía en una mala copia de la película de animación de Disney original. Aquí han decidido alejarse de todo ello, lo que por momentos nos lleva a la reciente adaptación italiana con Roberto Benigni como Geppetto, pero con una personalidad propia arrolladora. De hecho, en algunos instantes recuerda a las mejores películas de Laika Studios, y no sólo por la animación stop motion.
No sé si podemos catalogar la película como una historia para toda la familia, porque es muchísimo más oscura y siniestra que casi cualquier otra versión. De hecho tiene elementos de cine de terror por doquier, pero más allá de eso, el drama que implementa es mucho más adulto desde los primeros compases, con esa tragedia que acompaña a Geppetto y el posterior nacimiento de Pinocho. A partir de ahí encontramos elementos muy comunes al cine de Guillermo del Toro, pero también al relato original. Aunque cambiando muchas cosas por el camino. La historia nos lleva a la marioneta de feria en feria, pero en la Italia fascista de Mussolini, lo que sirve para hablar del fascismo, de la miseria humana, de la pérdida de la inocencia, de la soledad y del conflicto entre los hombres. Todo ello salpicado con varias canciones y con un toque que puede confundir al espectador. ¿Es en realidad un cuento familiar o es una historia solo para adultos?
Eso es algo que debe decidir cada uno, pero es cierto que en sus entrañas alberga cosas que muchos niños pequeños no entenderán, así que conviene tener la capacidad de explicárselo a ellos o mantenerlos alejados de lo que propone el cineasta mexicano. El reparto de voces es magnífico, pero destacan algunas estrellas como Ewan McGregor, Tilda Swinton, Cate Blanchett, John Turturro, Christoph Waltz o los habituales del director, Burn Gorman o Ron Perlman. Por supuesto eso en caso de decantarse por la versión original y no por la doblada al castellano. Mención especial para el cariño que le pone David Bradley a su Geppetto y por el excelente trabajo de Gregory Mann como Pinocho. Quizá las canciones no tienen la fuerza que deberían y ninguna acaba convirtiéndose en algo memorable, pero ayudan con el desarrollo de la trama sin lugar a dudas.
Pero la clave sigue siendo el guión y el apartado visual. No sólo la película nos deja con la boca abierta en lo que se refiere a la creación de un mundo nuevo, desde el pequeño pueblo y la iglesia, pasando por el viaje por Italia, Catania o el pez gigante. Pero hay una escena, la de los niños convertidos en burros en el relato original, que aquí se convierte en una pieza inquietante y maravillosa, que justifica el situar la historia en el momento histórico en que lo hace. Es un elemento de terror más fuerte que cualquier aspecto visual que nos encontramos. Pero hay diseños como los de Muerte o el Hada que son puro Guillermo del Toro y que nos dejarán encantados. De hecho el paso por el más allá, con esos conejos, o el propio diseño de Pinocho, inquietante, son fantásticos. Por no hablar de ese final que sorprende por su madurez y consistencia. Quizá la película es algo larga, pero el resultado es fantástico a todas luces y es una de las mejores cintas de animación del año. Además de una de las mejores versiones de Pinocho.
Jesús Usero
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