Crítica Pobres criaturas ★★★★★ (2023) por MJP

Crítica Pobres criaturas película de Yorgos Lanthimos con Emma Stone, Mark Ruffalo, Willem Dafoe

Ejemplar cuento de hadas para adultos bajo la sombra de Frankenstein.

De qué va Crítica Pobres criaturas

Bella tiene un largo camino de madurez por recorrer para satisfacer su insaciable curiosidad sobre ella misma y respecto al mundo y las gentes que la rodean.

Crítica Pobres criaturas

No es arriesgado pensar que la feminista Mary Wolstonecraft Shelley se habría sentido  con el último viaje cinematográfico que hace Yorgos Lanthimos inspirado por su novela más célebre, Frankenstein o el moderno Prometeo, publicada en 1818 y reconocida como la primera novela de ciencia ficción tal y como entendemos dicho género en su modernidad y al mismo tiempo una fábula que enlaza el mismo con el terror. Pero sobre todo es muy probable que, como la mayoría de los espectadores, se hubiera dejado seducir plenamente por la reinterpretación en clave femenina de la criatura de su novela que hace Emma Stone, que pide paso para ser una de las nominadas al Oscar a la mejor actriz de este año a través de su trabajo en esta película.

Personaje inolvidable

Stone interpreta a Bella Baxter, y aunque no lo haga por el camino más fácil, sino por el más difícil, con seguridad será siempre uno de los personajes que brillará con más luz en su amplia galería de creaciones que ha ido coleccionado a la largo de su carrera. Y brillará con personalidad propia porque con seguridad si hay un ejemplo de trabajo conjunto de creación actriz-director en una proporción de igualdad, 50/50, es este. Bella le debe tanto como creación de ficción a Stone como a Lanthimos, de manera que concretamente sin esta actriz, simplemente Bella no puede llegar a existir.

Es el suyo un trabajo impecable de construcción de un personaje que está durante todo el metraje mirando directamente hacia el abismo del exceso y el paródico arquetipo, del que escapa en todas y cada una de las fases de su viaje para pasearse por un nivel más allá del tópico navegando entre comedia y drama al tiempo que ejerce como espejo de denuncia de inveteradas conductas y prejuicios a los que el director ha querido aludir utilizando el sarcasmo como herramienta.

El reparto es el mundo

Otro cabe decir del reparto de actores y personajes que habitan el mundo de Bella, desde la variante de Doctor Frankenstein disparatada y divertida tanto para el actor como para el espectador desde su carácter de reto que interpreta un Willem Dafoe que vuelve a reivindicarse como el monstruo absoluto de la interpretación que siempre ha sido (poco se habla de esta infalible y temerario muñidor de personajes al límite que no ha dudado nunca abalanzarse sobre los papeles más difíciles reinventándolos para hacerlos inolvidables a base de explorar más allá de las fronteras que establece el guion), a un Mark Ruffalo que reelabora el concepto de galán para exponerlo al escarnio con en un elegante ejercicio de extremismo caricaturesco, un Ramy Youssef que le lanza un pulso a su personaje para saltarse las fronteras de lo kafkiano para convertirse en espejo y testaferro del espectador en el viaje que hacemos introduciéndonos así dentro de la historia, o una espectacular Hanna Schygulla, que finalmente ha encontrado un territorio en el que brillar más allá de su era dorada a las órdenes del intenso, pesimista y deprimentemente brillante Rainer Werner Fassbinder en un papel que parece tejido como colofón y respuesta paródica inteligente a muchos de sus anteriores trabajos.

A todos ellos les debe Lanthimos, que por otra parte siempre ha sabido dar en el blanco en su selección de actores y en el mejor camino para la manera de dirigirlos para servir a sus tramas pero aquí tiene sin duda el mejor reparto de toda su filmografía hasta el momento, que una de sus películas más difíciles y arriesgadas a la horas de incorporar al espectador a su trama, consiga seducirnos casi desde el primer plano de su metraje, dos horas y veintiún minutos de viaje a un ritmo endemoniado de sorpresa en sorpresa con un despliegue visual abrumador que construye y teje el cuento de hadas para adultos del que hablaba en un principio.

Referentes, ecos, huellas…

Confieso que no he podido impedir durante todo el visionado que Pobres criaturas me recordara los despliegues y creaciones del cine de Jean-Pierre Jeunet y especialmente Amelie (2001), hasta el punto de que he llegado a pensar en la película de Lanthimos como una especie de encuentro chocante y provocador de Amelie en clave de cine para adultos con cualquiera de las pesadillas más eróticas, extremas y provocadoras del cine de David Cronenberg. Pero al final, Lanthimos es Lanthimos, y el referente principal para esta nueva obra maestra de su cine no puede ser otro que sus propias películas, así que no es difícil trazar líneas de contacto entre Bella y el resto de las féminas retratadas por el director hasta remontarnos hasta la hija mayor de Canino (2009) o la enfermera de Alps (2011), precursoras de la Bella de Emma Stone, como lo es la Abigail que interpretara esta misma actriz en la anterior película del director, La favorita (2018), menos conseguida que Pobres criaturas pero igualmente válida para seguirle la pista a una serie de pulsiones que mueven a los personajes del cineasta desde sus principios.

Pobres criaturas recorre, con clara identidad de película de carretera o viaje de paso a la madurez abrazando lo imprevisto como motor y metáfora del hambre de conocimiento de la protagonista que reivindica la curiosidad como tema central de esta película, curiosidad por encima de costumbres, normas, tabús, edictos, obligaciones o modas, curiosidad por encima de lo establecido, curiosidad necesaria e imprescindible para el progreso, y por todo lo anterior, curiosidad como arma revolucionaria para imponer un cambio de paradigmas que puede resultar tan perturbadora como algunas de las propuestas visuales la primera vez que las vemos en la película, pero a las que finalmente nos acostumbramos desde una perspectiva de normalización de lo que no encaja, de lo imprevisto, por ejemplo la esperpéntica fauna fusionada que pasea por los jardines, las burbujas que surgen del personaje de Dafoe, el proceso de aprendizaje de Bella y su espontánea traducción de los pensamientos sin filtro ni parches de corrección social, o ese disparatado final en el que quizá a Lanthimos se le va un poco de las manos la fábula y la broma o simplemente es su último sarcasmo sobre su visión de todo lo que nos cuenta entrando en el modo de fábula estilo Barbie para culminar su viaje.

Quizá acabe siendo el esperpento el peor aliado y al mismo tiempo el principal enemigo de Pobres criaturas a la hora de relacionarse con el público, y no dudo que junto a las opiniones justificadamente positivas, desde una lectura más convencional del cine, la película pueda ser juzgada severamente por quienes no entren en su juego de broma y sarcasmo desde el principio y se pierdan en los laberintos de su viaje hacia lo siniestro iluminado con el humor, e incluso es posible que de lugar a comentarios entusiastas superficiales basados más en su retórica reivindicativa y su extremismo que en el verdadero origen de las intenciones de su director al invitarnos a este pesadillesco y seductor periplo como necesario renacimiento de la curiosidad que parece haber sido sustituida por la adicción al panfleto escapista, pero en cualquier caso nada de eso borrará el potencial inmenso de seducción casi hipnótica en sucesivos visionados que posee este relato que recupera las mejores virtudes de relatos clásicos de la narrativa literaria con vocación de crítica social desde el sarcasmo como Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift o Las aventuras del barón de Münchausen de Rudolf Erich Raspe.

Te gustará si te gustó…

Imaginen una variante mutante que fusiona Amelie de Jean-Pierre Jeunet para adultos cruzada con cualquier pesadilla erótica y provocadora concebida por el maestro del terror David Cronenberg.

                                             Miguel Juan Payán

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