Crítica de la película Un momento en el tiempo – Waves
Imaginativo retrato coral de dos hermanos y de su familia desestructurada, un trabajo que recuerda en esencia al de la oscarizada Moonlight.
Un efecto hipnótico se eleva en cada fotograma que compone esta inspirada y estilística película, la cual sigue una línea de recreación en el tiempo y el espacio voluntariamente ralentizada, y algo recargada; lo que da un aura casi poética a lo que ocurre a lo largo del argumento central.
La historia de Waves no es particularmente innovadora. Narrada desde el parapeto agradecido de los dramas familiares, el guion arranca con Tyler Williams (Kelvin Harrison Jr.): un chico de instituto que destaca en el equipo de lucha libre, situación que le granjea popularidad y los méritos suficientes para aspirar a una beca universitaria. Pero todo esto se tuerce, cuando el joven sufre una lesión incurable en su hombro. El fin de la práctica deportiva acaba con las esperanzas de futuro de Tyler, quien ve cómo su relación con su novia naufraga, frente al embarazo no deseado de esta. Durante una discusión violenta, Tyler golpea a su antigua pareja y le provoca la muerte. Este hecho lleva al muchacho a la cárcel, con una sentencia de cadena perpetua.
A partir de este momento, la trama se acerca a Emily (Taylor Russell), la hermana pequeña del descrito luchador en ciernes y asesino. La chica vive angustiada porque piensa que pudo parar a su pariente, antes de que cometiera el crimen. Aislada del mundo, y sumida en una tristeza permanente, la pequeña de los Williams busca refugio en un compañero del instituto, con el que descubre los chispazos de felicidad que le faltaban en su existencia.
Estas dos historias conjuntan la cinta de Trey Edward Shults (Llega de noche), quien las expone con una sencillez casi minimalista en sus elementos formales. El cineasta apuesta por el seguimiento exhaustivo de los protagonistas, con cámara al hombro incluida y planos asfixiantes. Una técnica que recuerda bastante a la usada por Gus van Sant en Elephant, y que contribuye a potenciar las contradicciones dramáticas que experimentan Tyler y Emily.
Pese a la notable duración del largometraje, su imaginativa puesta en escena hace que el tiempo quede congelado, siempre sujeto a sorprendentes giros de guion; enmarcados por un argumento muy habitual en las programaciones televisivas de sobremesa, durante los fines de semana. Sin embargo, la capacidad de Shults para confeccionar algo diferente consigue que Waves se nutra de un lenguaje propio y atractivo, casi hipnótico.
Tanto Taylor Russell como Kelvin Harrison Jr. elaboran un par de caracterizaciones verosímiles e impactantes, en la piel de la callada Emily y del furioso Tyler. Ellos son los que llevan en volandas el devenir tranquilo y coherente del filme. Y eso que la trama aborda temas tan espinosos como el del aborto juvenil (con manifestaciones enloquecidas de los pro-vida incluidas) o el maltrato en parejas adolescentes.
Todo un compendio de asuntos de indudable actualidad que quedan congelados por la cámara, con la contundencia del realismo a ultranza. Todo ello cocinado sin trucos o artificios innecesarios, para no rebajar el ingrediente de rebeldía existencial que esparce esta inspirada movie de impecable banda sonora.
Jesús Martín
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