Las Bellas se despiden con humor y ritmo. Con una película que pretende cambiar las reglas del juego de lo visto hasta ahora, con mayor locura y momentos de humor completamente surrealista, pero por debajo de las dos entregas anteriores. Es un buen broche para la trilogía, pero ha perdido encanto y frescura, además de las señas de identidad que convirtieron las dos primeras películas en dos éxitos sorprendentes y revelación en su momento. Y lo digo como fan de las dos primeras películas también, que esperaba este estreno con ganas de despedir a las Bellas por la puerta grande. La sensación es de final, de cierre de ciclo, pero también de que falta algo en la propuesta para dejarnos del todo satisfechos.
No sé si es el hecho de que, pese a que se ha anunciado como final de la saga, siempre queda la intención de dejarnos con ganas de más para regresar con una cuarta entrega en próximas fechas o quizá con un spin off (se rumorea mucho uno sobre Amy la Gorda), pero al final todo lleva a una situación en la que nadie queda completamente conforme con el resultado. Me recuerda enormemente a la estructura de la trilogía de Resacón en las Vegas. Las dos primeras entregas tenían una estructura idéntica, y se reían de ello. La tercera pretendía innovar. Cambiarlo todo. Y pese al elemento sorpresa, se perdían las señas de identidad de la saga, dejando así las dos primeras películas como nuestras favoritas.
Han desaparecido los personajes masculinos de las dos primeras películas, y si bien nadie echará de menos el personaje de Skyler Astin, es cierto que sí extrañamos a Ben Platt o a Adam Devine, además de que una de las Bellas (no diremos quién) apenas aparece en un cameo, por desgracia. Y las incorporaciones de Matt Lanter y Ruby Rose no están aprovechadas. No hay competición, no hay épica en el camino, pero sí humor. Y ahí, además de en los brillantes números a capela, es donde la película triunfa sin duda. Dos personajes como siempre, se llevan gran parte del mérito, los de Hana Mae Lee (insuperable su final) y Rebel Wilson. Y, por supuesto, Elizabeth Banks y John Michael Higgins.
Su humor es tan salvaje, tan irreverente y políticamente incorrecto, que siempre es bien recibido. El chiste recurrente sobre los personajes de Shelley Regner y Kelley Jakle, sigue siendo hilarante. El número musical final es emotivo y hará aplaudir a los fans. Es donde reside la esencia de la franquicia, y donde funciona y sigue funcionando. La trama romántica de Brittany Snow o la de Anna Camp, son como poco un relleno, y la de Anna Kendrick podía haber dado para una película en solitario. Aunque la sorpresa viene con John Lightgow y esa trama de criminales y espionaje que convierte la película en su tramo final en una cinta de acción. No, no es broma. Es lo más surrealista del año, y por eso es tan divertido. Humor y música. Y la sensación de que echaremos mucho de menos a las Bellas tras esta buena, pero insuficiente, despedida.
Jesús Usero
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