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sábado, julio 27, 2024
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Dead Man Down (La venganza del hombre muerto) ***

Dead Man Down (La venganza del hombre muerto) ***


Dead Man Down (La venganza del hombre muerto), interesante muestra de cine negro con toques de cine de autor.

Dead Man Down parece empeñada en demostrar que como proponen algunos autores el cine negro no ha muerto. Habitualmente el cine negro suele circunscribirse a un territorio cronológico comprendido entre 1940 (con el estreno de la primera película del género, El desconocido del tercer piso, un alegato contra la pena de muerte disfrazado de fábula de intriga y dirigido en por el emigrado ruso Boris Ingster) y 1959, pero hay ya muchos estudiosos del asunto que afirman que nunca ha muerto y por tanto no es necesario acuñar términos de nuevo cuño como “neonoir” para definir lo que más que homenajes o guiños a ese tipo de películas son en realidad manifestaciones de adaptaciones de las mismas a los nuevos tiempos, esto es, renovaciones o nuevas visitas de algunos directores a las claves esenciales del cine negro, que simplemente se adaptó, declinó y se modificó alternativamente en las décadas de los 60, 70, 80, 90… y a partir del 2000 sigue buscando igualmente nuevas formas de expresar su identidad.

Sin duda Dead Man Down sería un buen ejemplo de esa teoría porque reúne todos los elementos y características que definen el cine negro y le han permitido sobrevivir como uno de los géneros más apreciados por los aficionados a ver películas y encontrarse reflejados de alguna manera en ellas: personajes inmersos en un universo hostil, marcados por un fatalismo y un existencialismo digno de Albert Camus, motivados por la obsesión de la venganza, alienados y solitarios. La difícil relación que mantienen la pareja protagonista interpretada por Colin Farrell y Noomi Rapace me ha recordado incluso una frase de Bogart a su mujer fatal en El halcón maltés, la segunda película destacada del ciclo de cine negro clásico de los 40, dirigida por John Huston: “Todo lo que tenemos por el otro lado es que quizá tu me ames y quizá yo te ame a ti”.

La película pone sus credenciales de cine negro sobre la mesa desde esa primera secuencia de largo diálogo en el que un personaje aparentemente secundario pero esencial en la historia explica sus motivaciones bajo la mirada del protagonista, algo que puede recordarnos también esa relación de amistad condenada al enfrentamiento entre Fred MacMurray y Edward G. Robinson en otro clásico del género, Perdición, dirigida por Billy Wilder. Por otro lado si en el cine negro estadounidense de la etapa clásica los héroes mártires del cine negro eran presa de la corrupción del sueño americano y la bancarrota de los valores de la clase media esta nueva muestra del género bien podría hablarnos de la corrupción del sueño del estado del bienestar y al la sociedad de consumo así como de la bancarrota de los valores de la corrección política que al final nos deja tan huérfanos de moral como era previsible.

Presentada como un triple enigma en su arranque (la investigación de un rompecabezas de venganza contra una banda criminal, una venganza por encargo y un infiltrado), la película toma también referentes más propios del cine criminal rodado en Europa, recordando en algunos momentos el polar francés, y tiene su mejor baza en el trabajo de Noomi Rapace y en ese giro que le dan al arranque del supuesto romance de la pareja protagonista, más eficaz en mi opinión que el otro giro que le dan al personaje de Farrell, que me lo creo menos.

Hay algunos puntos más endebles, como que les hayan faltado agallas para llevar hasta el límite el destrozo del rostro del personaje de Rapace, que es la única manera de justificar ese acoso de los niños que le tiran piedras y la llaman monstruo, o las posturitas de “soy un tipo malote y duro y gruñón” de Farrell en un personaje que requería más un actor con los mimbres interpretativos de, por poner un ejemplo sencillo y que ustedes sin duda van a entender, Michael Fassbender. O ese final que en mi opinión resta personalidad a la película privándola de ese enfrentamiento final con la fatalidad y el destino a que están condenados los personajes. Lo cierto es que la propuesta está mucho mejor en su principio que cuando camina a su desenlace. Trabaja mejor en el juego de los malentendidos, los engaños y las revelaciones de su presentación y desarrollo que en la parte final, cuando llega el momento de recoger esa cosecha que ha estado sembrando con habilidad y ciertos toques visuales de cine de autor. El ritmo es un poco lento, pero se aguanta porque está bien contada, por ese táper de comida entre vecinos en esa especie de juego retorcido de guiño a la ventana indiscreta, por esos niños crueles y esa madre sorda que no se entera de nada. Es más sólida narrativamente como historia de romance siniestro que como cuento policíaco, donde finalmente cae presa del tópico. Es más interesante como fábula de vidas rotas que como historia de redención. Y por vivir a medio camino entre ambos territorios, creo que al final acaba traicionándose a sí misma.

Pero con todas esas pegas, creo que es una buena película a la que merece dedicarle una visita al cine para ver una propuesta de cine película policíaca interesada por edificar su fábula sobre los personajes antes que sobre la acción, que está dosificada.

En la recomendación de otros títulos cercanos, Dead Man Down no es Drive, pero tiene algunas cosas en común con ella, y ya que estamos repasando títulos aprovecho para poner al lector de este texto sobre la pista de dos muestras europeas del talento de Nicolas Winding Refn, director de Drive, para el reciclaje de las claves del cine negro que me parecen imprescindibles y han sido editadas en DVD en España: Pusher, un paseo por el abismo y Con las manos ensangrentadas, protagonizadas por el gran, y en la serie Hannibal bastante desperdiciado, Mads Mikkelsen.

Miguel Juan Payán

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