Inteligente y atractivo retrato de un hombre capaz de cambiar el destino de su vida. Jake Gyllenhaal realiza una convincente interpretaciĆ³n, en el esqueleto de un individuo que podrĆa haber sido el inspirador de la canciĆ³n The Logical Song, de Supertramp.
Un aura de Free Cinema inglĆ©s se cuela a travĆ©s los fotogramas grabados por Jean-Marc VallĆ©e. Sin embargo, el puerto comunicante con la mĆtica Ć©poca del indie britĆ”nico no es estĆ©tico, sino que se queda mĆ”s bien en el terreno de lo conceptual. El director canadiense de Alma salvaje construye -con unos elementos verdaderamente naif- un filme que reproduce algunas de las incĆ³gnitas que nutrieron la filmografĆa de tipos tan recordados como Lindsay Anderson.
Resulta interesante observar cĆ³mo hay mĆ”s de una similitud existencial entre Mick Travis (Malcom McDowell), de Un hombre de suerte, y Davis (Jake Gyllenhaal), de DemoliciĆ³n. Aunque igualmente es fĆ”cil localizar vasos comunicantes con el personaje principal de Mr. Jones (Mike Figgis, 1993).
Las dudas existenciales gozan de un componente comĆŗn, que traspasa fronteras, generaciones y hasta continentes. Por eso es agradable comprobar que, incluso en esta era de tecnologĆa rutinaria y capitalismo desangelado, un individuo pare en seco su proyecciĆ³n personal y profesional, y que se proponga el sano propĆ³sito de tomar un camino distinto en su dĆa a dĆa.
Eso es precisamente lo que ejercita Davis (Jake Gyllenhaal), cuando descubre que es incapaz de sentir la tristeza adecuada tras la muerte de su esposa. Embebido en su ocupaciĆ³n como agente de fondos de inversiĆ³n, el protagonista experimenta una profunda transformaciĆ³n en su interior, despuĆ©s de presidir el funeral de su cĆ³nyuge. Tal metamorfosis le provoca una intensa demoliciĆ³n interna, que le lleva a abandonar su trabajo y a derruir las paredes de su casa.
Jake Gyllenhaal se mete de lleno, sin miedo al riesgo de caer en la simplicidad, en la psique daƱada de Davis. Y elabora con sus incertidumbres un retrato bastante verosĆmil y plagado de puntos de empatĆa, en el que es posible hallar la humanidad escondida de alguien acostumbrado a ganar dinero por el simple hecho de acumular la admiraciĆ³n de los demĆ”s.
Dentro de la esmerada caracterizaciĆ³n del protagonista de Prince of Persia hay dos puntos de apoyo realmente encomiables. Por un lado, estĆ” Naomi Watts, quien encarna a la extraƱa y singular Karen (una responsable de quejas del consumidor de la empresa de repuestos en las mĆ”quinas expendedoras del hospital donde fallece la esposa de Davis). Y por otro se sitĆŗa la mĆ”s que meritoria caracterizaciĆ³n de Chris (Judah Lewis): el quinceaƱero hijo de Karen, joven aquejado con problemas de identidad sexual, que acompaƱa al economista por su deambular hacia la localizaciĆ³n de su propio ser.
En este sentido, VallĆ© acierta al dotar de personalidad a cada uno de los roles que aparecen en DemoliciĆ³n, y lo efectĆŗa con las adecuadas dosis de drama y humor irracional, tenuemente surrealista.
No obstante, la narraciĆ³n peca en muchos momentos de una ingenuidad inverosĆmil; lo que contribuye a aligerar el peso efectivo de esta fĆ”bula, orquestada en torno a los laberintos emocionales de un hombre interesado en conocerse a sĆ mismo.
Miguel Juan PayƔn
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