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Diario de Cannes (V parte) miércoles 21 y jueves 22 de mayo de 2025) 

Diario de Cannes (V parte) miércoles 21 y jueves 22 de mayo de 2025) 

Diario de Cannes miércoles 21

Eleanor The Great (de Scarlett Johansson) ★★★½ 

Cuando empieza la proyección y en la primera secuencia ya te aparece una sonrisa de oreja a oreja, sabes que posiblemente ya tengas mucho ganado para caer rendido antes lo que vas a ver. Eso o te espera un morrazo de aupa.

Por suerte, al acabar el debut de Scarlett Johansson en la dirección, lo que me ha quedado es una sensación de bienestar como pocas veces he tenido durante esta edición del festival gracias a una propuesta minúscula sobre una nonagenaria de Florida que se muda a Nueva York con su hija tras el fallecimiento de la amiga con la que había compartido 70 años de su vida. Allí conocerá a una estudiante de periodismo interesada en la historia que Eleanor tiene que contar sobre el Holocausto.

June Squibb se convierte en unos de los personajes que van a marcar todo el año cinematográfico venidero gracias a un personaje incisivo y cascarrabias, pero realmente encantador, que parece sacado de Nebraska (2013) de Alexander Payne (cinta en la que aparece la propia Squibb) y dialoga con la necesidad de conexión cuando te embarga el dolor soterrado que tenía la muy reciente y brillante A real pain (2024). Su Eleanor te hace reír a rabiar mientras te conquista con su firme aunque errático caminar de senectud, lleno de determinación, filmado con magnífico gusto por una Johansson que cree ciegamente en el dinamismo justo como para no estorbar, y mientras cava el camino hasta tu corazón. Como los mejores melodramas.

La cinta, a la cual le auguro un largo recorrido en la carrera de premios, tiene la suficiente confianza en la exquisita funcionalidad emotiva del manual del buen autor indie americano como para esperar que pases por alto que su esquema es demasiado convencional y que hacia el final comete un error garrafal de principiante, cuando uno de sus personajes verbaliza el mensaje de la película.

Y tiene razón.

Diario de Cannes

Romería (de Carla Simón) ★★★★½

Me complace anunciar que Carla Simón ha cerrado su trilogía fundacional sobre la familia, esa que completarían Verano 1993 (2017) y Alcarrás (2022), con la que es, sin lugar dudas, su obra mas accesible, pero también la más triste y menos empeñada en la pirueta visual contemplativa.

Este paso hacia la madurez narrativa, basado en las cartas de la propia madre de la directora, nos cuenta la historia de Marina (Llúcia Gracia), una joven catalana adoptada (en función de alter ego) que al alcanzar la mayoría de edad decide ir a Vigo a conocer a su familia biológica para recomponer el pasado de unos padres de los que apenas tiene un diario y ningún recuerdo.

Desde el principio, que nos sitúa directamente en la costa gallega, la relación con sus parientes lejanos se muestra cordial, pero bajo la amabilidad no cuesta deducir un cierto sentimiento de miedo explicitado con los gestos justos. Miedo a una muchacha que, en busca de su identidad, ellos ven como el inevitable demiurgo que viene a remover el dolor de unas pérdidas que creían enterradas y unas culpas que tenían asumidas.

Simón escenifica en un trabajo realmente íntimo las consecuencias de una década envenenada por la heroína y el SIDA como fue la de los 80’, pero en su fondo, lo que late es el propósito de hablar abiertamente sobre la memoria no solo perdida, si no también escondida, que nos impide avanzar. Un latido de generaciones perdidas que por primera vez en una carrera caracterizada por la invisibilidad de la cámara, siempre como un ojo imposible que discurre entre la autenticidad, se permite bombear cine hacia los terrenos de lo onírico con una casi segunda hora rupturista que abraza el encaje del rompecabezas como si de una fantasía de reconciliación se tratase. Otra pequeña película dentro de la principal que contienen las imágenes mas bellas logradas por la cineasta y una de las secuencias más geniales del año en forma de baile fantasmagórico.

Todo obviamente conducido por el habitual afinado gusto de la directora barcelonesa, capaz de hacerte oler el mar con cada plano y de dejar detalles de guión absolutamente brillantes (el momento de no mezclar la sangre) en la misma magistral y contundente película. 

Diario de Cannes

The history of sound (de Oliver Hermanus) ★★★★

¿Un drama romántico queer alrededor de la época de la Primera Guerra Mundial con Paul Mescal y Josh O’Connor? (O lo que es lo mismo para el gran público: Gladiator II (2024) y Rivales (2024). ¿Donde había que firmar?

Tras ver los resultados de presentar Mescal su anterior aproximación al deseo homosexual con All of us strangers (2023), lo que se esperaba por el Festival de Cannes era otra tórrida aventura de cuerpos sudorosos que animase el cotarro. Pero, claro, la cosa chirriaba bastante tras la experiencia previa de un Oliver Hermanus mucho más interesado en las elegantes formas “british”, donde la pausa de la emoción siempre está por encima de cualquier jolgorio. El resultado, por tanto, es una deliciosa y sorprendente resurrección de las formas impresionistas mas bellas posibles que en los 80’ y 90’ empleaban en las islas para contar los drama de época. Esas con las que el maestro James Ivory sentó cátedra en joyas como Regreso a Howards End (1992), Lo que queda del día (1993) o Maurice (1987), la cinta de Hugh Grant en la que se mira como en un maravilloso espejo de tweed.

Adoro que lo que muchas auguraban un trasunto de Brokeback Mountain con sonidistas se haya configurado en realidad como una pieza musical mucho mas pequeña y madura, pero igual de desarmante, en la que el personaje de Paul Mescal, Lionel, asume todo el rol protagonista mientras se acerca y se aleja de sus seres queridos guiado por los ecos de una búsqueda infructuosa.

Su relación con el David White de O’Connor (mucho menos presente de lo esperado) se presenta vivo y vibrante, sin amago de las archiconocidas dudas iniciales, y nunca florece como el late motivo principal, si no como la triste condena en vida de quien no sabe conservar lo amado mas que en los cilindros de cera con los que capta las bellas voces de la humanidad. 

Un idilio poético y lánguido de paletas verdes y marrones, con un ritmo letárgico similar a una caricia, que enamorará a los entusiastas del clasicismo formal y de los silencios que dicen mucho mas que las palabras. Porque, sí, esta es la historia de los sonidos que nunca llegaron a grabarse, los sonidos del silencio.

Diario de Cannes

Sentimental Value (de Joaquin Trier) ★★★½

En el que es el momento mas divertido de la nueva película de Joaquin Trier, el personaje del director Victor Borg (magnífico Stellan Skasrgard) le regala por su cumpleaños a su nieto unos DvD de Irreversible (2002) y La pianista (2001), entre otras lindezas, con el objetivo de buscar una vía de conexión con él mientras le prepara para que trabaje en su próxima película. Con este y otros momentos, Trier nos deja claro que, para él y sus criaturas, la única formado conocido para intentar reparar lo roto se encuentra en el cine y la creación artística. Pero yo me pregunto ¿Se podrá hacer en 10-15 años un gag tan perfecto con la propia Sentimental Value?. Pues posiblemente no.

Esta ínfima secuela espiritual de la mas atrevida La peor persona del mundo (2021) se encomienda a un Bergman muy aseadito para tratar una reconciliación metacinematográfica, de las que tanto gustan en el Festival de Cannes, de un padre ausente y unas hijas un tanto machacadas, alrededor de un hogar familiar intergeneracional cruzado por las grietas de las heridas de los que viven dentro.

La confección de un guión destinado a una de las hijas, y con el que emprender la catarsis recíproca, sirve como detonante de una acción que se mueve entre la puesta en escena austera y la comedia ligera que encuentra la sonrisa permamente. Todo resulta tierno y cándido, incluso fino (que bien se usa a la actriz americana interpretada por Elle Fanning), sin azuzar al espectador en busca del desgarro, pero también es verdad que la supuesta tragedia se torpedea a sí misma al presentarse como una situación bastante menos quebradora de lo esperado. Problemas de ricos, vamos.

Hay que regresar al propio título para comprender que la existencia de una obra que se redondea en pocos elementos atiende a ese valor sentimental que posee. Posiblemente Trier vea en este viaje a tres, en el que un cuarto se niega sabiamente a apropiarse del sufrimiento ajeno, el bálsamo analgésico que necesita para la sanación. Y es bello, mucho por momentos, pero todas las enfermedades no pueden salvarse como en Persona (1966) o Dolor y Gloria (2019).

Diario de Cannes jueves 22

Diario de Cannes

Yes! (de Navad Lapid) ★★★

Solo yo podría empezar mi despedida del Festival de Cannes metiéndome a casi 3 horas de cine israelí. ¡Con la que está cayendo!. Aunque he de confesar que iba alertado de ante mano de que las formas del director responsable de La rodilla de ahed (2021) no iban a ser en absoluta complacientes con los actos del gobierno sionista. Sin embargo, lo que no esperaba era plantarme en este desparrame absoluto con el que pretende hacer mucha sangre (como si faltase) hacia la estandarización de la violencia en la que vive sumido el pueblo judío.

Su extenuante metraje es como un terremoto de ideas psicóticas y movimientos de cámara absurdos en el que asistimos a como un matrimonio de artistas (una bailarina y un pianista) son reducidos a meras figuras del entretenimiento de las bacanales de las altas esferas, condición que ellos asumen sin problema alguno durante la primera parte, infestada de gestos payasiles y prostitución. 

Siempre resulta estimulante que la proclama política se trate con la delicadeza de quien arroja una cerilla a un bidón de gasolina, pues es mejor pecar de exceso que de defecto cuando de llamar la atención se refiere, pero no negaré que mi cuerpo tiene un límite de miembros viriles, lametones en orejas y zapatos, de actitudes volátiles y drogadicción antes de sentir como el núcleo de la justicia también arde con todo lo demás.

Por eso en su segunda mitad, momento en el que a él le encargan ponerle música a un vomitivo nuevo himno para el país y se lanza a un peregrinaje por Gaza, se reducen los decibelios y aparecen las dudas sobre donde acabó su dignidad, cambiando la fascinación por el tedio, el suicidio formal por la actitud contemplativa. Como si a Lapid le entrase la resaca, se tomase un ibuprofeno y nos empezase a verbalizar todo lo que hasta el momento prefería denunciar.

Aun así, al final se echa de menos que este hiperhinchado grito de rabia hacía su país estuviese un poco más contenido en su duración o que se entregase completamente al infierno de la locura.

Diario de Cannes

Love on trial (de Koji Fukada)  ★★½

El juicio por incumplimiento de la cláusula anti-amor de un contrato por parte de una cantante de J-Pop era un tema con todos los mimbres posibles para hacer la denuncia contundente sobre la cosificación de la mujer en Japón que necesitan desde hace tiempo. 

El país nipón se encuentra sumido en una profundidad crisis emocional (es uno de los que contabiliza mas suicidios), debido al aislamiento tecnológico de sus sociedad, y una porción de sus válvulas de escape atiende al escaparate sexual omnipresente de la figura femenina, como es el caso de los “Girl Groups”: un producto musical a base de chicas que, en busca del éxito, rechazan derechos fundamentales y son convertidas en muñecas vestidas de colegiadas que cantan y bailan en playback. Un entretenimiento prefabricado y empaquetado para el consumo masculino que al parecer se contamina y se deshecha si una de las participantes se enamora y deja huérfanos a miles de fans ensimismados en poder poseerlas.

Pues, con todo esto, Koji Fukada solo ha podido hacer una cinta tibia que encuentra las fuerzas necesarias para plantarle cara al sistema cuando es demasiado tarde, al desperdiciar una primera hora poniendo el foco en el romance juvenil moñas torpedeado por las fuerzas de la industria. Hay que esperar a su segunda mitad para que la obra empiece a contemplar la dinamita que tiene entre las manos y aparezcan gestos cinematográficos certeros, como son el uso de la figura del mimo para representar el aislamiento de las redes sociales en la que es la mejor escena de la película, la falta de apoyo entre las propias mujeres del mundillo y lo poco que dura el amor cuando el dinero se interpone. Momentos brillantes en los que no se entiende como su director no intentó bucear con mucha más valentía y prontitud. Tal vez aún no estén preparados para autodestruirse.

Diario de Cannes

Resurrection (de Bi Gan) ★★★★★

Ni en mis mejores sueños podría haber imaginado una mejor despedida del Festival de Cannes 2025.

Estos días de vorágine cinematográfica, comentaba con mis compañeros de otros medios que, a pesar de las muestras de magnífico cine que nos llega, no estábamos asistiendo a una época en la que apareciera una de esa películas que marcasen una época, que dejasen una huella sobre la que volver en los años venideros. 

Pues esa obra maestra incontestable ha aparecido y ha resultado ser Resurrection de Bi Gan.

El director chino, ya responsable de una de las piezas mas bellas de los últimos años con Largo viaje hacia la noche (2018), ha levantado a lo largo de estos últimos siete años un proyecto monstruoso florecido como una de las cartas de amor al cine más indescriptibles, apasionantes, sensoriales y magistrales de cuantas se recuerdan. Un película imposible destinada a no acabarse nunca en la que, a través de la fabulación sci-fi de un caminante de sueños-cine que salta de historia en historia, Gan resucita la artesanía de los Lumière y Méliès, el expresionismo de Murnau y Wiene, el polar-noir de Melville, el surrealismo de Lynch, el romanticismo de Wong Kay Wai, y así sucesivamente, mientras repasa las diferentes criaturas soñadas que pueblan sus universos (vampiros, demonios, asesinos, fantasmas, magos estafadores…) e imparte una clase genuina de exploración de los límites narrativos y estéticos.

Resurrection recuerda al salto al vacío de Holy Motors (2012) o The Fall: el sueño de Alexandria (2006), obras marcadas por una inclasificable belleza del gesto, en su ritual pagano para traer de vuelta de las catacumbas el imaginario colectivo de los espejos y el enigma (ambos bien presentes en el film) como puertas proyectadas por un cinematógrafo que se consume con la velocidad de una vela. Es cine que solo solo se hace realidad cuando se experimenta, cuando el conjuro arranca, y al que todas las palabras entusiasta del mundo no podrían hacerle justicia porque vive y muere en cada secuencia.

Ni si quiera sus casi 3 horas de metraje pueden alterar el trance que produce descender por la madriguera del conejo que Bi Gan a cavado al corazón mismo del séptimo arte en la que es, sin lugar a dudas, la mejor película del año y una de las mas relevantes de la década.

Miguel Ángel Espelosín

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Diario de Cannes

Miguel Ángel Espelosin
Amante del audiovisual cultivado entre las páginas de Acción y coleccionista de físico. Con la mirada siempre puesta en el cine de festivales y autores

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