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jueves, marzo 28, 2024
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Duelo de Series: CSI vs. NCIS, guerra de siglas.

Vamos a explicar las reglas de éste pequeño invento. Siempre que sea posible cogeremos dos series de temática similar, o del mismo género, y trataremos de sacar lo mejor y lo peor de ambas, para obtener una ganadora, pero, sobre todo, para que la gente, si le apetece, se moje y comente y opine si cree estar de acuerdo o no y los motivos. Si de algo se trata es de un intercambio libre de opiniones, y las mías no tienen que ser mejores que las de los demás. Quién sabe, lo mismo puedo hasta estar equivocado.

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Esta semana, para empezar con el invento, me gustaría hablar de dos series que, por diversos motivos, son bastante populares aquí o fuera de nuestras fronteras. CSI no necesita mucha presentación. Durante 10 años, Grissom y sus chicos han resuelto asesinatos en el area de Las Vegas de forma continuada y con tal éxito, tanto aquí como allí, que hasta tiene dos spin offs, centrados en Nueva York y Miami, con bastante audiencia, aunque menor que la de la serie original. La serie se ha visto dañada recientemente con la marcha de su estrella, William Petersen, que ha sido sustitutido por otro rostro muy popular, Laurence Fishburne. Se ha mantenido la esencia, pero unida a las marchas de Gary Dourdan y Jorja Fox en años anteriores (Petersen dejó la serie a mitad de la novena temporada), ha provocado un descenso de la audiencia. No es un daño mortal y la serie sigue entre las más vistas, pero no hay lugar a dudas. Mucha gente quería seguir con Grissom. Al otro lado tenemos otro procedural clásico, de esos en los que el villano debe ser descubierto antes de que el episodio termine, pero esta vez basado en los chicos de la marina americana y el grupo de policías que investiga los casos relacionados con ellos. Desde tráfico de drogas a terrorismo, todo cae en las manos del Agente Especial Leroy Jethro Gibbs y sus chicos, que si bien en España no han tenido mucha repercusión, en su séptima temporada viven su momento más dulce en USA, al ser la serie más vista, además de contar con un spin off recién estrenado, NCIS: los Angeles, de éxito muy similar y con unas muy buenas expectativas. Es curioso, porque NCIS es a su vez spin off de una serie que estuvo más de 10 años en antena y que en España gozó de cierta popularidad, JAG. Las dos están creadas por uno de los hombres fuertes de la televisión. Donald P. Bellisario. Sus tramas de intriga no son las únicas similitudes entre ambas. De hecho, el éxito de CSI provocó el nacimiento de NCIS. Ambas cuentan con un médico forense que analiza los cadáveres que llegan a la sala de autopsias, y con científicos que investigan las huellas dactilares, las fibras, el ADN o lo que se tercie. Ambas son series algo reaccionarias y de corte conservador (los malos serán castigados siempre, la pena de muerte es un justo castigo…), a veces en el caso de NCIS casi panfletario, como un manual de «alístese a la Marina» pero envuelto en serie de TV de 42 minutos de duración. Y ambas tienen dos pesos pesados de la industria detrás, Bellisario en NCIS, y Jerry Bruckheimer en CSI, aunque muchas veces he dicho que el papel de Bruckheimer es más bien nominal, mientras que Bellisario es además guionista de la serie y uno de los principales responsables de la misma.

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La verdad es que CSI es entretenida, eso es algo fuera de duda. Uno llega a casa tras un día de trabajo, se pone frente a la tele y pille donde pille la serie, pues se lo pasa bien, no se aburre. No requiere de un seguimiento continuo, ni siquiera de haber visto el episodio desde el principio. Sólo de sentarse y disfrutar. El problema es como intentes seguir la serie todas las semanas y trates de buscar algo más allá de un entretenimiento muy bien servido. No hay continuidad, los personajes están desdibujados y no sólo no conocemos más de su vida privada, sino que no nos interesa. Las Vegas se convierte en una excusa para mostrarnos con demasiada frecuencia que mezclar sexo y juego es malo. Su producción es impecable, rozando la perfección, claro. Se nota el gasto que una productora ofrece a un producto que atrapa a las masas. Muchas tomas digitales, efectos especiales de lujo en televisión para mostrarnos cómo destroza una bala un cuerpo a su paso por huesos y músculos, o cómo es un pelo al microscopio. Durante un episodio común, podemos ver a todos los protagonistas elaborar complicados procesos científicos que darán con la resolución del caso de la semana, o de los casos, si es que nos encontramos con el equipo dividido y la gente resolviendo dos asesinatos a la vez. Lo que además demuestra que allí todo el mundo sirve lo mismo para un roto que para un descosido. No entiendo para qué tiene detectives de homicidios en Las Vegas, si los interrogatorios los conducen los científicos forenses. No llegan ni siquiera a ser policías (en el caso de Las Vegas) pero ellos son los encargados de solucionarlo todo, desde recoger pruebas hasta obtener las confesiones de los culpables. Y pese al tono serio de los casos, siempre hay momentos de humor, ya sea lo poco que entiende Grissom ciertas cosas de la psicología humana más allá de los crímenes (a veces parece no entender de sentimientos), o la cultura popular que atrae el personaje de Eric Szmanda. Pero le falla esa continuidad. Ese espíritu de que lo que vemos es real, le sucede a personas reales. Más allá del mero dibujo de personajes, CSI falla en hacer que esos arquetipos se desarrollen y se conviertan en seres humanos reales. No hay sensación de observar un mundo real, sino de asomarse a una botella de cristal, donde el resto del mundo es ajeno a lo que sucede allí dentro y viceversa.

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NCIS está echa de otra pasta. Las tramas son igual de entretenidas, por supuesto. Pero además la serie aporta un punto más. O varios. Por un lado NCIS lidia con un reparto mucho más compacto y experimentado en series de TV que el de CSI. No sólo tenemos a Mark Harmon a la cabeza como Gibbs, sino que le acompañan nombres como David McCallum (un clásico de la televisión desde los 60), Lauren Holly (inolvidable en Picket Fences), Michael Weatherly (Dark Angel) o Pauley Perrette (Murder One). Es una serie que sabe conjugar sus arquetipos con un la evolución de los mismos, incluso cuando, muchas veces, sus personajes cumplan aquella ley de los tebeos de «Todo cambia para que todo siga igual». Ahí reside una de sus mayores bazas, en esos personajes que no cambian, pero que permanecen adorables. Abby (Perrette) y sus continuas excentricidades, en la que debe ser la primera gótica feliz de la televisión (un personaje que en otras manos sería oscuro y depresivo), Dinozzo (Weatherly) y sus bromas y cinefilia, Ducky (McCallum) y sus batallitas, McGee (Sean Murray) y sus inseguridades… Y por encima de ellos, gobernándolos, Jethro Gibbs (Harmon), un ex marine que pertenece a otro tiempo, poco amigo de las sutilezas, pero siempre pendiente de sus chicos. Las collejas al resto de los actores, marca de la casa, han hecho tal furor que hasta se pueden encontrar recopilaciones de las mismas en internet o en los DVDs de la serie…. impagable. Pero hay más. Sus juegos con la continuidad son sutiles, para evitar perder potenciales nuevos espectadores en el camino, pero están ahí. La persecución del traficante La Grenouille durante la cuarta temporada y los coletazos del caso durante la quinta, los orígenes de Ziva en el Mossad, la familia perdida de Gibbs, la historia del terrorista/agente doble Ari, los libros de McGee… Nada serio, nada excesivo o que me haga perderme. Nada que afecte demasiado o por mucho tiempo a los personajes… pero ahí queda, como detalles y pinceladas. Sin mojarse del todo, pero sin quedarse fuera del charco como CSI. Aunque si por algo destaca NCIS es por su brutal sentido del humor. Sus pocas ganas de tomarse en serio a sí misma. Desde los sarcasmos brutales de Gibbs (que parece oírlo todo desde cualquier parte) a las payasadas de DiNozzo, pasando por Abby o Ziva y su desconociemiento del inglés y la cultura americana… Todo da un aire ligero al producto que (sin ser perfecto) hace que se eleve por encima de la media. Y cierto sentido común. Aquí los policías investigan e interrogan, y los científicos hacen las pruebas. Abby no va a pisar la sala de interrogatorios, y Gibbs sólo acude al laboratorio a que le den resultados.

Puestas la una frente a la otra, NCIS gana por goleada. No sólo tiene más miga, pese a redundar en los temas militares y a tomarse demasiado la justicia por su mano, pese a no tener ningún peso dramático y tener problemas con ciertas cosas que no encajan… CSI tiene un gran problema. Está totalmente vacía y por no tener, no tiene ni siquiera alma, carisma. Una prueba irrefutable. Quitadle a cualquier capítulo de CSI los experimentos científicos, los flashbacks para contarnos las teorías e hipótesis, y los efectos especiales y tomas más simpáticas, y tendréis entre 25 y 30 minutos reales de guión por episodio, de diálogos, de historia… En NCIS son más clásicos. No hay casi flashbacks (los pocos, nunca relacionados con el caso), los procesos científicos no se ven, y cuando Jethro baja a la sala de autopsias de Ducjy obtiene respuestas sobre radiografías, no un plano muy cool de cómo la bala ha destrozado el hígado. La química entre el reparto se palpa, se siente. Así que con esa química, ese sentido del humor y esos personajes… ¿qué más se puede pedir? Se merece una oportunidad mucho mejor que las que ha tenido en nuestro país. Hacedme caso. Semper Fi.

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