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viernes, abril 26, 2024
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El hilo invisible *****

El hilo invisible *****Paul Thomas Anderson vuelve a mostrar por qué es uno de los maestros del cine actual.

Tan sorprendente y arrasadoramente poético como siempre, tan perverso y retorcido como siempre, tan complejo y magistral, y aún más firme que en otras de sus películas. Superando claramente Puro vicio, su trabajo anterior, uno de los más flojos de su carrera (y aún así notable a su manera, porque las películas de este director nunca dejan indiferente o totalmente insatisfecho a un buen aficionado al cine), El hilo invisible brilla al nivel de los mejores logros del director, léase su anterior encuentro con Daniel Day Lewis, Pozos de ambición, y supera incluso a otra de sus películas más conseguidas, The Master. En ese sentido hay que decir que parte de la culpa de esa altura de la propuesta y de su consecución en una de las mejores películas del año está en la química que han desarrollado en Pozos y en ésta el protagonista y el director. Y lo mejor es que en El hilo, Daniel Day Lewis encuentra un papel totalmente diferente al de su anterior trabajo con Paul Thomas Anderson, mostrándose así en un registro que está casi en las antípodas del personaje de petrolero que interpretara años atrás y que le ganó el Oscar al mejor actor en aquel año, premio al que está nominado también este año con justicia, y que en mi opinión debería ganar, por mucho que me haya sorprendido muy en positivo la interpretación de otros de los nominados este año.




Daniel Day Lewis ofrece en su interpretación el mismo juego sutil y de contención que propone la propia película, edificando la dignidad y los mejores momentos de la película precisamente en esa piedra central de sobriedad que contrasta con el lujo desplegado para el dibujo del mundo de la élite en todo el decorado y vestuario de la misma. Tal y como ocurre en los propios desayunos que comparten los personajes, el mínimo gesto alcanza el sentido y el impacto de un trueno en cada plano, sembrando así una tensión creciente que acaba por envolver al espectador en un manto de anticipación e intriga que al mismo tiempo va dibujando a sus personajes y su laberinto falsamente ordenado pero bajo el cual sigue circulando una corriente de caos que alcanzará para poner en el tercer acto de la historia una semilla perturbadora e inquietante resuelta en esa mirada del personaje del diseñador de moda protagonista a su compañera sentimental en una cocina, una de las definiciones más inquietantes del amor que nos ha dado el cine.

Si tuviera que dar una pista sencilla para definir esta película mágica e inclasificable por muchos conceptos (ojo a las dos compañeras de reparto de Daniel Day Lewis en este pulso interpretativo a tres bandas), diría que es como si Rebeca y el concepto de cine de suspense de Alfred Hitchcock se hubiera estrellado con el muro del reverso tenebroso de la propuesta y flirteara con las historias de pasión tremendista de Nagisha Oshima con algo de la plástica enigmática de Stoker, de Park Chan-wook , pero esa sería sólo una manera de ponerle etiqueta a una película que está más allá de toda etiqueta, como ocurriera con Pozos de ambición, y que es ante todo una excelente lección de cine y de la capacidad del cine para convertirse en una experiencia casi iniciática para el espectador sin renunciar a su carácter primario como entretenimiento.

Miguel Juan Payán


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