Crítica de la serie El Internado Las Cumbres
Interesante reboot de una de las series más queridas de nuestro país.
Estrenada en infinidad de países y con remakes en muchos de ellos como en la vecina Francia, El Internado: Laguna Negra sirvió para encandilar durante unos 3 años a varias generaciones de espectadores que disfrutaron de sus siete temporadas, y de un reparto que lanzó la carrera de un grupo de actores desconocidos que ahora triunfan en medio mundo. La serie regresa de la mano de sus responsables originales, y lo hace con un nuevo internado, un nuevo misterio y un nuevo grupo de alumnos que se enfrentarán a él de la mejor forma posible. Y sobre todo lo hace con muchas ganas de contentar y agradar a viejos y nuevos espectadores. De servir de puente entre ambas generaciones. Algo bueno y malo a la vez.
La serie nos muestra un internado al borde de un precipicio, que es monasterio a la vez, y donde están recluidos algunos de los jóvenes más complicados de nuestra sociedad. El lugar es estricto y en muchos casos brutal con los alumnos, con unos profesores que pueden bordear la tortura. Ante ese panorama, un grupo decide escapar y volver al mundo real, lejos de la pesadilla del centro. Pero todo sale mal y uno de ellos desaparece, lo que lleva a su pareja a investigar, junto a sus amigos y alguna incorporación nueva, qué sucedió realmente, qué extraña figura se llevó a su novio y qué misterio encierra El Internado Las Cumbres, un lugar que por lo que parece, podría estar realmente maldito.
Si el reparto de la serie original fue realmente memorable lo fue porque se tuvo un acierto enorme a la hora de encontrar a los jóvenes talentos. Nombres como Ana de Armas, Blanca Suárez o Yon González. El nuevo rostro que debe liderar a estos jóvenes “alumnos” es el de Asia Ortega, un auténtico vendaval, una fuerza de la naturaleza que se mueve con una soltura increíble y que ya nos ha dado más de una alegría en cine y televisión. No es la única. Albert Salazar, Claudia Riera o Paula del Río merecen mención especial, pero por ahora todo gira en torno al personaje de Ortega y es una excelente decisión porque la actriz hace que merezca la pena ver la serie sólo por ella.
Visualmente hay un enorme salto respecto a la primera entrega. Más cinematográfica, más atractiva y con un Internado más vasto que explorar, lo que destaca también es ese giro hacia el terror efectivo (y efectista) que deja un buen sabor de boca. Pero sigue habiendo cosas que no terminan de cuadrar. Más allá del enrevesado misterio (tanto que resulta imposible) o de las situaciones inverosímiles, los diálogos son recargados y poco creíbles muchas veces. Es una lacra enorme que no superan los actores con todo el esfuerzo que ponen. La serie necesita normalizar ciertas cosas o lanzarse a por la ópera exagerada en otras. Como el detalle de los audífonos de la protagonista, poco explotado en la serie. Esperamos que crezca y esperamos que mejore. Pero tiene buena base y buenas raíces. Y gustará a los fans de la serie original y a los nuevos.
Jesús Usero
★
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