Crítica de El mediador
Crítica de la película El mediador
Una de las películas más flojas recientes de Liam Neeson.
Algo que parecía común en el cine reciente del actor es que cuando no destacaba por los motivos que fuese, al menos eran películas entretenidas de ver, rodadas con los medios suficientes, sin que pareciese nunca que se trataban de producciones europeas de serie B (curiosamente esta etapa de repartidor de estopa de Neeson comenzó con una producción europea de serie B). No había caído en las subproducciones lideradas por nombres como Bruce Willis, Nicolas Cage o Mel Gibson. Había una respuesta de la taquilla, un interés, una película entretenida y un estilo ya común a todas estas películas. Quizá cosas como Venganza bajo cero brillasen más, pero otras como El Protector, La Memoria de un asesino, The Ice road o Un ladrón honesto, cumplían como entretenimiento.
Por supuesto preferimos a Neeson en proyectos de más enjundia, como Silencio, Viudas o quizá la próxima Marlowe. Pero mientras siga ligado al cine de acción y thriller, al menos entretener a la audiencia. Algo que El mediador no consigue casi en ningún momento de su metraje. La película está escrita y dirigida por Mark Williams, el creador de la brillante Ozark, que ya ha trabajado con el actor en Un ladrón honesto, y que aquí no sabe darle forma a una historia sobre un tipo que se encarga de recuperar activos del FBI que, por el motivo que sea, han perdido el rumbo. De forma poco sutil, la verdad, pero efectiva. Uno pensaría que para un trabajo así hace falta un bisturí, no un martillo pilón.
Liam Neeson lidera la historia con su habitual aplomo. Y creérnoslo a él en el papel protagonista, por mucho que se parezca a tantos otros papeles que ha interpretado en los últimos años, nos vale. Su aplomo y su presencia física, su fuerza y su carácter. Solo por eso la película ya es más soportable, al igual que un par de bien orquestadas secuencias de acción como la del camión o el asalto a la casa. Ahí tenemos las dos estrellas de la crítica de esta película. El resto es una espiral de despropósitos y actores que no saben muy bien qué están haciendo o por qué, como es el caso de Aidan Quinn o Emmy Raver-Lampman, cuya trama lastra la historia y no tiene ni un ápice de interés.
Porque el guión es para estudiarlo… en el sentido de estudiar cómo se pueden cometer tantos errores en una película y salir más o menos indemne. Desde un final sin sentido, abrupto y simplón, a la subtrama periodística, pasando por unos supuestos encargos para limpiar de testigos la historia que no pueden ser menos sutiles. No hace falta que la prensa destape nada. Para el minuto 100, más de un millón de personas han sido testigos de lo que está pasando. Eso por no hablar de los agujeros de guión o de las cosas que no se explican bien nunca, como el tema de la hija y nieta del protagonista. Así que la película acaba aburriendo y cansando, y sólo Neeson y algún momento de acción, nos permiten un pequeño respiro en una película mediocre.
Jesús Usero
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