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jueves, marzo 28, 2024
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El Milagro de P. Tinto ★★★★

El Milagro de P. Tinto ★★★★

Crítica de la película El Milagro de P. Tinto de Javier Fesser

La mejor comedia absurda desde Amanece que no es poco

En el año 1998 Javier Fesser debutó en el cine como director de largometraje y no podía haberlo hecho de mejor manera, con una comedia que consiguió alzarse con un Goya a los mejores efectos especiales, un premio que a mi entender, se quedó bastante corto para reconocer todo el buen trabajo realizado en esta película.

Siendo P. Tinto (Luis Ciges) un niño descubre el que será el propósito de su vida: tener una familia numerosa, la Familia P. Tinto. Es entonces cuando, siendo chiquillo, conoce a Olivia (Silvia Casanova), y queda prendado de su mirada (que luego sabremos que es ciega).

Aún siendo todavía niños, descubren a dos adultos hablando de cómo se hacen los hijos que no es otra cosa que el famoso método “Tralarí, Tralarí” o, lo que es lo mismo, meter los pulgares por dentro de los tirantes y estirarlos hacia fuera repetidas veces. Infalible!

Con el paso de los años, P. Tinto y Olivia se casan y forman un hogar en un valle por el que cada veinticinco años pasa el ferrocarril conocido como Expreso Pendular del Norte, sintiéndose por fin preparados para tener hijos pero el azaroso destino no les concede ese deseo.

Desesperados de darle al “Tralarí, Tralarí” sin éxito, este matrimonio termina recurriendo a un método muy socorrido: rezar a San Nicolás para que les dé su tan ansiado hijo. La petición parece ser atendida cuando aparecen dos marcianos, José Ramón (Javier Aller) y El Teniente (Emilio Gavira), quienes sufren una avería en su Ovni modelo “Desplazable Aerodinámico Topolino Coupé XT3” (que más adelante será conocido como La moto vespa) en frente de la casa de los P. Tinto.

Como no podía ser de otro modo, P. Tinto y Olivia piensan que estos dos marcianitos son los hijos que han estado pidiendo y los acogen inmediatamente. Por su parte, estos dos holgazanes extraterrestres no tienen ningún inconveniente en hacerse pasar por sus hijos, viviendo a cuerpo de rey con comida y techo asegurado aunque alguna colleja de regalo se lleven muchas veces, pero nadie dijo que formar parte de la familia P. Tinto fuera fácil…

La trama principal se cierra con la aparición de Pancho José (Pablo Pinedo) también conocido como “Joselito”, un gigantesco extranjero que P. Tinto confunde con un niño africano que había adoptado por lo que decide contratar a Usillos (Janfri Topera), un emprendedor nacionalista español, para que le construya una habitación para el chiquillo pero claro, nadie contaba con que Usillos también es ufólogo aficionado por lo que pronto empieza a sospechar que en esa casa pasan cosas raras….

De esta manera empieza una historia desternillante repleta de humor absurdo pero muy bien construida para que durante los 109 minutos que dura la cinta nunca decaiga el ritmo que es uno de los principales problemas en este tipo de películas (humor absurdo), que suelen ser sketches de mejor o peor calidad y, al unirlos entre sí, siempre suele haber algún momento en el que la película pierde fuerza o ritmo.

El Milagro de P. Tinto ★★★★

En este caso, el guión de Javier Fresser y, su hermano, Guillermo Fresser (del dúo cómico Gomaespuma) está muy bien construido, demostrando su talento para la comedia. Siempre se ha dicho que la comedia es el género más complicado de llevar con éxito a la gran pantalla por lo que he indicado antes: hacer una buena escena cómica es relativamente sencillo, lo complicado es que en su conjunto el humor no decaiga en ningún momento y, sobre todo, que sea atemporal para que perdure su esencia en el tiempo. Muchas veces ha pasado que una comedia que en su estreno fue todo un éxito, pasados los años pierde fuerza porque dentro de su historia hay muchas referencias a su tiempo: personajes famosos en esa época o muy localizados en un lugar (por ejemplo, un deportista americano), hechos históricos que no han tenido relevancia a nivel mundial, etc…

Por eso es tan complicado conseguir lo que estos dos hermanos han conseguido en esta película, que pasados casi 21 años desde su estreno siga funcionando como un reloj y consigue que diferentes generaciones se sienten delante del televisor para disfrutar de esta película, lo que tampoco es nada fácil porque el humor muchas veces va dirigido a un público concreto, fallando muchas veces al intentar hacer una comedia familiar.

Por eso decía al principio que había sabido a poco ese premio Goya a los mejores efectos especiales ya que considero que esta es una de las mejores películas de humor absurdo de nuestro país, junto a otra película indispensable: Amanece que no es poco.

El Milagro de P. Tinto ★★★★

Todos los actores en esta película están sensacionales, con esa maravillosa Silvia Casanova haciendo de ciega (Olivia) pero con una habilidad para repartir collejas a diestro y siniestro que da gusto, con algunas frases de madre que todos hemos sufrido en alguna ocasión como por ejemplo cuando los marcianos José Ramón y El Teniente (Emilio Gavira), quienes están viendo una película en casa y armando escándalo cuando llega Olivia y empieza a repartir collejas diciendo: “¿Queréis dejar de hacer el indio?… ¿pero vosotros sabéis lo que chupa esto de luz? Inconscientes!!!”. Y ese padre Marciano interpretado magistralmente por Tomás Sáez con una mala uva y con un peligro cada vez que coge el borrador de la pizarra.

Igual que Usillos (Janfri Topera) que es un chapuzas que ve complicaciones hasta en la obra más sencilla y que, para lo que iba a ser instalar una simple moqueta y poner un enchufe en la pared (por supuesto, terminado con sus dos agujeros), empieza a resoplar por la gran envergadura de la obra pero que termina “tranquilizando” al pobre P. Tinto asegurándole: “Reformas Usillos, no hace chapuzas. Si hay que cambiar el suelo, se cambia, si hay que canalizar hilo eléctrico, se canaliza, pero eso sí y esto ya se lo digo de ante mano, si hay que sanear, se sanea”.

O ese operario de la fábrica de Obleas, Crispín (Germán Montaner), que cuando P. Tinto le comunica que peligra el negocio y que deben renovarse, para lo que quiere meter a Joselito en el negocio de las obleas, Crispín no está muy convencido aludiendo a la complejidad del trabajo, el cual consiste en asegurarse de que no se baje el automático de la fábrica.

P. Tinto es el personaje que tiene los pies sobre la tierra y que hace que toda la película vaya en una dirección, sirviendo de nexo entre todas las locuras que suceden alrededor suyo gracias a su ternura e inocencia. Como dato curioso, esta es una de las pocas películas en las que Luis Ciges es protagonista.

Otra de las cosas que funciona sensacionalmente durante toda la película es la banda sonora a cargo de Suso Sáiz que recoge canciones de distintos grupos clásicos como por ejemplo Jorge Sepúlveda, Luisa Linares y los Galindos, Los tres Sudamericanos o una adaptación de la conocida canción infantil “Tengo una vaca Lechera” que aquí se convierte en “Tengo un OVNI formidable”.

En conclusión, estamos una de las mejores comedias españolas de todos los tiempos, con un humor que, a pesar de ser absurdo consigue ser muy inteligente, con unos actores en estado de gracia, una música que es una auténtica delicia y con escenas cómicas que recuerdan al mejor José Luis Cuerda en Amanece que no es poco.

Rubén Arenal

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El Milagro de P. Tinto ★★★★

Rubén Arenal
Nací en Cantabria en 1987 y uno de los primeros recuerdos de mi infancia es estar con cuatro años en la sala de cine viendo La bella y la Bestia (1991) con mi padre. Pasaron los años hasta que una noche vi en televisión Lawrence de Arabia y recuerdo que tras ver la película quedé extasiado. Desde entonces, el cine dejó de ser un entretenimiento y se convirtió en una herramienta con la que aprender y crecer como persona, ya que considero que una película tiene la capacidad de arañarte por dentro y dejarte cicatrices: algunas son superficiales y se curan con facilidad y, otras, te acompañan de por vida. Después de tantas “cicatrices”, decidí escribir sobre cine para contar mis experiencias tras ver una película y mostrar las “cicatrices” que me han dejado las mismas.

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