Flojo y despersonalizado híbrido de El coloso en llamas y La jungla de cristal.
Repetición del cine de acción ochentero con poca personalidad y flojo guión, El rascacielos vuelve a demostrar que el guión siempre es la base para que nos enganchemos a la película, independientemente de que aquello que nos cuwente lo hayamos visto ya en multitud de ocasiones. Así funcionaba consiguiendo que el policía interpretado por Bruce Willis nos enganchara desde el primer momento en Jungla de cristal, y lo mismo ocurría con el despliegue de personajes-estrellas, Paul Newman, Steve McQueen y compañía, en El coloso en llamas. Lo que ocurre es que en El rascacielos no opera el guión más que como una repetición algo cansina de lugares comunes y propuestas de acción trepidante que hemos visto antes en multitud de títulos, sobre todo de acción ochentera, desde Máximo riesgo a Pánico en el túnel, Alerta máxima, e incluso algún que otro clásico como Operación Dragón de Bruce Lee. Hay repetición en exceso sin nada nuevo que aportar y con pocas posibilidades de que, por su carácter meramente imitativo, sin nervio ni personalidad propia, el guión pueda engancharnos a los personajes.
La película se limita a recorrer el camino ya recorrido por éstos y otros muchos largometrajes anteriores, sin crear su propia identidad. No aporta nada nuevo, y lo que repite de sus antecedentes es mera situación de acción trepidante con la carga dramática y el desarrollo de personajes reducido al máximo. De modo y manera que los protagonistas y antagonistas se quedan en boceto, casi mero recortable o marioneta lanzada a una sucesión de secuencias de acción espectacular más o menos distraída pero en ningún caso capaz de implicarnos en lo que ocurre en la pantalla.
Durante 103 minutos asistimos a una ceremonia de emulación fallida de los precedentes, hasta el punto que podemos identificar sin dificultad en qué momento la “inspiración” ha llegado al guión desde Jungla de cristal, desde Máximo riesgo, desde Pánico en el túnel o desde Operación dragón… Ese itinerario ya conocido hace difícil que se produzca una sorpresa que además el propio guión dinamita con su poco cuidadosa manera de intentar manipular la intriga, por ejemplo sembrando la solución final técnica del problema planteado incorporando un cebo en la conversación del matrimonio al principio, y que por otra parte sabotea la descuidada interpretación de los personajes secundarios que rodean al magnate asiático, que desde sus gestos y maneras telegrafían el golpe como un mal boxeador y dejando caer anticipadamente su máscara de traidores, de forma que la supuesta sorpresa de sus verdaderas intenciones no será tal. Lo cierto es que en lo referido a antagonistas la película es de lo más flojo. Son tan tópicos y repetitivos como el resto del material.
Además Dwayne Johnson está desaprovechado, y otro tanto puede decirse de Neve Campbell. La película no introduce un factor de corrección y equilibrio a través del humor y se toma demasiado en serio, algo que nunca hizo Jungla de cristal, y con seguridad el dúo Johnson-Campbell podría haber desarrollado mayor química con un guión interesado en explorar una construcción más sólida de sus personajes. Es algo que puede aplicarse igualmente a los niños y al resto de personajes.
Todo da la sensación de estar narrado con precipitación, y el intento de ir siguiendo con las cámaras la peripecia del protagonista podría haber sido un factor interesante para provocar la empatía del espectador, pero está igualmente desarrollado con precipitación y como para salir del paso, sin profundizar ni lo más mínimo en nada que pueda ayudarnos a entrar de verdad en la película. Miramos, pero no vemos.
Miguel Juan Payán
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