Liza Johnson monta una entretenida pelรญcula en torno a la reuniรณn que mantuvieron Elvis Presley y el Presidente Richard Nixon en el Despacho Oval de la Casa Blanca, un 21 de diciembre de 1970.
Hace algo menos de diez aรฑos, fuentes oficiales del Pentรกgono desclasificaron por fin los archivos de una de las leyendas mรกs extraรฑas en la historia reciente de Estados Unidos: la construida sobre los cimientos de la conversaciรณn que mantuvieron Nixon y el Rey del Rock en la Casa Blanca, durante el 21 de enero de 1970. Aunque el contenido de lo que ambos hombres se dijeron es aรบn un secreto guardado por el celo burocrรกtico, lo que sรญ se puede asegurar es que ambos parlamentaron largo y tendido respecto al problema de la drogadicciรณn entre los jรณvenes norteamericanos.
Existen algunas versiones que aseguran que Elvis acudiรณ un tanto alucinado a la cita, un asunto en el que no entra la directora Liza Johnson. Resulta comprensible la decisiรณn de la cineasta en este punto, sobre todo al ser รฉste un dato imposible de comprobaciรณn; pero no parece tan aceptable el hecho de que la responsable de Hateship Loveship no haga referencias a los problemas de adicciรณn que acarreรณ el cantante de Love Me Tender a lo largo de toda su existencia.
No obstante, el filme tira por el camino del surrealismo รฉpico del que hizo gala Presley, al situarse en el punto de mira de un tipo tan conservador como Nixon. El libreto acierta a la hora de plantear la cuestiรณn argumental, como una especie de sueรฑo psicodรฉlico del protagonista de El barrio contra mรญ, el cual anhela recibir una placa del FBI como agente encubierto en rรฉgimen de autรณnomo.
Tal idea delirante gana enteros cuando el espectador toma nota de que fue verรญdica, y con ella Johnson levanta una obra cargada de situaciones en las que el personaje de Presley aparece como un tipo de decisiones impetuosas, y tendente a las acciones mรกs sorprendentes e inverosรญmiles.
Ante semejante planteamiento, la directora recurre a la actuaciรณn de Michael Shannon, el cual dota a Elvis de un aura serena e irracional; lo que contribuye a nutrir su comicidad en pantalla con un componente cool, muy acorde con su caracterizaciรณn. Sus frases, dichas con la parsimonia de un actor que se ha lustrado en interpretaciones casi psicรณticas, provocan que el Rey del Rock quede en el largo como alguien sorprendente. Y eso a pesar de que el parecido fรญsico entre ambos no pasa la prueba del algodรณn, y se queda en el mero disfraz resultรณn.
A su lado, Kevin Spacey elabora un Richard Nixon poliรฉdrico, en el que es posible hallar una vena humorรญstica de la que carecรญa el personaje real. La estrella de House of Cards intenta meterse en la piel del gobernante de USA con los tics fรญsicos caracterรญsticos, y los exagera de manera conveniente cuando es necesario.
Sin embargo, la parte mรกs sensata de la obra (la correspondiente con la historia del mejor amigo de Elvis, identificado como el confuso Jerry) queda mucho menos brillante que la dedicada a la imposible charla del Rey del Rock con el republicano Nixon. Esto desequilibra el guion horneado por Cary Elwes, Joey Sagal y Hanala Sagal; ya que la movie รบnicamente funciona en la vรญa del delirio generalizado, y nunca en el terreno de las actitudes razonables.
Jesรบs Martรญn
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