Entrevista a Dani Feixas director de Paris 70 el laureado cortometraje nominado a los premios Goya 2024
Una mujer aquejada de alzhéimer y el hijo que la cuida son los protagonistas de París 70: un emotivo cortometraje con el que el director Dani Feixas intenta acercarse a la terrible enfermedad que acaba con los recuerdos y la identidad de quienes la padecen, y que da pie para incluir una historia de viajes añorados y ficticios. Un relato que Feixas está convirtiendo en estos momentos en un largometraje. “Los papeles principales los volverán a interpretar Luisa Gavasa y Alain Hernández. Cuando tienes una base sobre la que trabajar, hay que aprovecharla”, confiesa el cineasta catalán.
París 70 trata con imaginación el terrible tema del alzhéimer. ¿Cómo lo han recibido los profesionales médicos, asociaciones y cuidadores que han podido ver el corto?
…Y además de con imaginación, lo toca desde un punto como muy inspirador, de fondo. Y de ahí que el corto les haya encantado a los cuidadores. De hecho, acabo de recibir un mail en el que me piden el corto para unos cursos. Es muy curioso que, aparte de que esté funcionando de maravilla por los festivales, que además sirva para ayudar a la gente. Esto ya es como cerrar el círculo. Es increíble, porque los comentarios cálidos que nos llegan de la gente, de las asociaciones de alzhéimer y de curas paliativas, son maravillosos. Es muy fuerte. Estoy un poquito emocionado con lo que está pasando.
Además, en París 70, Jan (el hijo que se hace cargo de su madre aquejada de alzhéimer) es un cuidador motivado por su parentesco, como les sucede a muchas personas en la realidad…
Sí, es un cuidador como los cuidadores de muchas familias, que aprenden mientras se encuentran con los problemas que presenta esta enfermedad. Jan no ha tenido una formación específica como cuidador. Está como en un working progress; y lo que hace es ir improvisando, ir aprendiendo, ir cogiendo consejos de la gente y apañándose como puede. Cada enfermedad es un mundo y, en nuestro caso, Ángela es una enferma agradable y afectiva. Hay casos mucho peores, que duran muchos años y que van desgastando a quien cuida. Queríamos darle también un punto motivador. La enfermedad es muy dura y terrible, pero Ángela habla, tiene momentos lúcidos para conversar con su hijo… Es una ficción, no es tan depresiva como la enfermedad real. Queríamos dar al corto ese punto de luz, que el relato saliera de la casa, y que el espectador pudiera viajar con Ángela y Jan.
Los enfermos de alzhéimer tienen momentos en los que muestran cierta agresividad, como si reaccionaran contra el mal que acaba con sus recuerdos y su vida. ¿Por qué Ángela no presenta estos síntomas?
De hecho, intentamos meterle una parte más agresiva, y había una secuencia en este sentido. Sin embargo, en montaje, me pareció que estaba abriendo un nuevo tema. Es una historia muy pequeñita y centrada en los viajes, y si le metía eso…. Es verdad que en la escena de la pastilla, ella reacciona un poco en ese sentido. También había algún insulto planeado, y lo quité porque estaba un poco fuera de lo que era el centro argumental del corto. Si hubiera sido un largo, a lo mejor sí lo habría puesto; ya que puedes jugar más con el proceso de la enfermedad. En el corto, esto despistaba un poco, y lo borré para centrarme en el viaje emocional que comparten Ángela y Jan. Lo del viaje es muy guay. Parece que todo el corto pasa en una sola localización, en ese punto de rutina claustrofóbica… Pero realmente, cuando ves la escena de los viajes, el espectador también viaja con los personajes; aunque en ningún momento sacamos las fotos de los álbumes, solo ves la cara de Ángela, cómo sonríe y cómo se va emocionando. Oyes la música y tienes la sensación de que el tiempo pasa. Ahí el espectador sale de la casa, y en esa acción reside la magia del corto; a pesar de que después viene la realidad. Lo bonito es esto, que se trata de una historia muy pequeñita, pero que trasciende y juega con la mente. Va de viajes familiares, recuerdos de familia… La playa con el marido y con los hijos, que son experiencias que la mayoría de las familias han vivido.
En los momentos finales de París 70 da la impresión de que Ángela sabe que Jan se inventa los traslados que le cuenta.
Sí, en ese punto, jugamos con el concepto de la lucidez terminal. Es un concepto que se está estudiando a nivel médico, porque es típico de cualquier persona enferma antes de fallecer. Mi abuela, que murió de alzhéimer, un día antes de morir me cogió la mano y me reconoció, y al cabo de unas horas murió. Es ese instante de cerrar algo para dejarse ir, y esto es increíble. En el corto queríamos dar la sensación en el espectador de que ella insinuara que estaba también en el ajo, y que sabía lo de los viajes para no sufrir. Y al mismo tiempo es como si le diera las gracias a Jan por cuidarla. En los diálogos, al final, cuando dice quiero ir a Formentera, es como si confesara que quería morir. Es la parte más mágica. Además, esto dotaba de un final bonito al corto, porque era muy triste que Ángela se fuera sin algo así, solo aferrada a la nada.
En el corto llama la atención la estrecha química que existe entre Ángela (Luisa Gavasa) y Jan (Alain Hernández). ¿Cómo trabajasteis las miradas y los silencios entre ellos?
Sí, esto es un recurso del director y del montaje. De hecho, muchas partes del guion se suprimieron por miradas, porque hay muchas cosas que se entienden de esa forma. Y, en el montaje se estiró todo; incluso se estiraron planos, y se quitó el sonido para dejar un margen mayor de silencios y de miradas, porque los silencios son como la música, son notas también. El despiste de Jan cuando no sabe qué decirle a su madre, la forma en que Ángela mueve los ojos… Esto se sacó en el montaje, porque hicimos como doce versiones distintas. De hecho, la primera versión era de diecisiete minutos, y al final la cortamos, y se quedó en quince. La idea era intentar buscar ese punto de soledad entre ellos; de miradas, de estar solo con un enfermo de alzhéimer. Y es también la parte más realista de los pequeños detalles, que es muy importante en el corto. Detalles de cómo Jan machaca la pastilla con la cuchara y el dedo. Esas cosas que la gente que ha vivido algo parecido sabe que se hacen así. O, por ejemplo, el detalle de Jan antes de entrar en la habitación de su madre, y respetar al enfermo hasta el último día. Esto, en las asociaciones y en muchos coloquios, siempre sale. A los profesionales les encanta ver que la integridad de la persona se respeta hasta el final. Nos interesaba mucho que se notara una especie de rutina, marcar los mismos planos en distintos días, para enfatizar el paso del tiempo… que esa rutina fuera desgastando a Jan… Cuando se produce el primer giro de la mentira blanca o piadosa del viaje del padre fallecido, Jan se mete en un sitio que para salir se inventa París…
El personaje de Jan se antoja demasiado solitario e incluso aislado con respecto a la vida fuera de su hogar. ¿Esto es algo habitual en los cuidadores de pacientes de alzhéimer?
Aquí hay versiones para todo. Es verdad que, tras hablar con algunas asociaciones, hay gente que sí tiene ayuda del exterior. En el corto mostramos la parte de Jan con la madre. Hay una llamada, una elipsis en la que sale Jan hablando por teléfono con la familia, pero es muy sutil. En un largo sería diferente; pero, en un corto de quince minutos, ese juego entre madre e hijo es lo importante. Queríamos a la madre y al hijo solos.
Jesús Martín
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