Inteligente exhibición de las guerras tecnológicas llevada a cabo por Gavin Hood. La película mantiene la tensión, a pesar del reducido número de escenarios en que transcurre la trama.
Habitualmente, el cine suele presentar las películas bélicas contra el terrorismo extremista a través de espectáculos diversificados por los lugares más variados del planeta. Por eso resulta peculiar esta obra firmada por el también actor Gavin Hood, en la que todo sucede en las entrañas de un búnker en Gran Bretaña, en un populoso barrio de Kenia, en un cuartel en Las Vegas y en el interior del despacho de los mandamases políticos situado en Londres. Esos son los decorados del filme, a través de los que el imaginativo guion monta una crónica realista sobre los bombardeos efectuados por drones.
Sin embargo, y pese a las novedades evidentes de la propuesta surgida al hilo de la transformación guerrera en el tercer milenio, en el fondo Espías desde el cielo no dista mucho de lo que uno puede encontrarse en las novelas de John Le Carré. Al igual que en los libros del maestro de las conspiraciones en la sombra, las intrigas de laboratorio humano rigen los diferentes frentes construidos por Hood; aunque, en el caso del novelista británico, hay una mayor identificación afectiva con los personajes que protagonizan cada una de sus historias.
Impecable desde el punto de vista discursivo, la movie del responsable de El juego de Ender cumple con su objetivo de poner las interrogaciones morales sobre los pros y los contras de las batallas tecnológicas y de los bombardeos selectivos. Un mensaje que bien podría resumir la pregunta de si es mejor un daño controlado de víctimas civiles, o permitir escapar a un terrorista con la idea de atentar en el corazón de Occidente.
Semejante diatriba es la que tiene que despejar la dura coronela Katherine Powell (magistralmente encarnada por Hellen Mirren), cuando debe dar luz verde a un ataque con drones a una residencia en la que se concentra una peligrosa cédula terrorista, a pesar de que en las inmediaciones hay una niña pequeña vendiendo pan en un puesto.
Mirren luce en su rostro pétreo gran parte de la paradoja sensible que conlleva la guerra contra los sanguinarios yihadistas, y que adquiere una dimensión de mayor profundidad dramática con el trabajo de los no menos destacables Aaron Paul (como el comprometido piloto de drones Steve Watts) y del efectivo Barakhad Abdi (más que esforzado en su caracterización como el agente de campo Jama Farah).
No obstante, hay algo que interfiere en la elaboración del filme, y que impide que la contundencia del guion sea más efectiva de la conseguida. Hood sitúa muy bien la acción por el bando de los que manejan la guerra tecnológica, pero se olvida de construir mejor el equipo de los terroristas a abatir. El cineasta pasa por alto que en toda cinta con espíritu reflexivo y humano hace falta que los antagonistas no queden difuminados por las abstracciones generalizadas, y esto es lo que se percibe tras visionar la movie.
Error que el director salva a medias con la incorporación de la inocente niña que puede resultar muerta en el bombardeo, la cual resta frialdad a una película que mantiene la tensión y el ritmo por medio de las sobrias interpretaciones del elenco artístico.
Jesús Martín
COMENTA CON TU CUENTA DE FACEBOOK