Final de The Walking Dead
Esta semana terminaron los doce años de viaje de una de las series de televisión que en su momento fue producto de referencia entre las ofertas de ocio audiovisual pero cuya temporada y capítulo final han pasado casi desapercibidos. Sin pena ni gloria, como suele decirse. Aviso: hay spoilers.
Doce temporadas después de haber arrancado como una de las apuestas -supuestamente- más novedosas de la pequeña pantalla, el Final de The Walking Dead puso punto final a un largo proceso de deterioro y falta de interés creciente que se ha alargado demasiado tiempo, como la propia serie.
Estuvo entre las mejores y ha acabado entre las peores, protagonizando, eso sí, una de las historias de triunfo y caída más interesantes de la historia de la televisión por todo lo que revela sobre la capacidad de autodestrucción que parecen exhibir, casi con diletante impudicia, las franquicias múltiples de nuestros días.
Arrancó en el éxito, y desde el éxito ha llegado arrastrándose a sus últimos días después de, como mínimo, seis temporadas sin nada nuevo que ofrecer.
En este texto quiero proponer diez puntos que en mi opinión explican esta curiosa, aunque ciertamente poco épica, historia de triunfo y caída.
- He escrito líneas más arriba, y subrayado, supuestamente, para aclarar que ya cuando estrenó su primera temporada The Walking Dead partía con un lastre que, no obstante, la mayoría decidimos pasar por alto valorando su carácter de novedad en la pequeña pantalla, aunque no lo era en absoluto en su tema y el abordaje del mismo. Y no lo digo porque fuera adaptación del comic de Robert Kirkman, The Walking Dead, sino porque todo lo que había que decir sobre zombis lo había dicho ya el auténtico padre de estos nuevos monstruos que son los muertos vivientes, George A. Romero, en su trilogía: La noche de los muertos vivientes (1968), Zombie (1979) y El día de los muertos (1985). Y lo poco que quedaba por contar del asunto lo contaron ya Zack Snyder en su remake de la segunda de estas películas, Amanecer de los muertos (2004), y Max Brooks en su novela de falso reportaje, esa sí muy original, Guerra mundial Z (2006).
- Las once temporadas de The Walking Dead demuestran algo que el guionista J. Michael Strackzynski ya dejó dicho y aclarado desde que escribió su serie de culto Babylon 5: por encima de las cinco temporadas, toda serie empieza a marchitarse, se agota a velocidad de vértigo, tiene cada vez menos que contar, se devora a sí misma, se repite, entra en vía muerta, y finalmente muere. Concretamente The Walking Dead dejó de ser interesante y funcionar a pleno rendimiento cuando acabó el arco del Gobernador. A partir de ahí, sus propuestas entran en clave de repetición, de modo que los antagonistas solo operan como reflejos más básicos del Gobernador llevados, eso sí, hasta un nivel de destrucción, violencia y brutalidad mayor, y durante mayor número de capítulos, lo cual acaba agotándolos. Ejemplo de esto: Negan, un buen personaje, bien servido por Jeffrey Dean Morgan, pero totalmente agotado cuando acaba su arco como amenaza, que nació ya lastrado por ser prácticamente una versión extendida del Gobernador, cuando realmente debería haber sido otra cosa. Mismo problema en la jefa de los Susurradores, que es una fusión del Gobernador y Negan, llevada a un nuevo extremo, o la alcaldesa de la Mancomunidad.
- En relación con lo anterior, el motor de la serie han sido los antagonistas más que los protagonistas. ¿Por qué? Varios motivos: agotamiento, aniquilación o mala gestión de los personajes clásicos e incorporación de personajes menos interesantes a los que sin embargo les han dado más protagonismo sin hacer con ellos nada para que evolucionen o tengan arco de desarrollo interesante.
- En aniquilación de los clásicos icónicos de la serie la gran víctima ha sido Carol, a la que la falta de respaldo e interés de los guiones para su personaje ha triturado hasta el punto de convertirla en una repetición sistemática, muñeca de trapo devaluada en cada nueva entrega, protagonista, junto con Daryl, del capítulo menos visto -aunque no creo que sea el peor ni el más truño- de todas las temporadas de la serie, lo cual acabó con la posibilidad anunciada de su protagonismo, junto a Daryl, en un spin off que ha sido cancelado, o remozado dejando solo a Daryl, su moto y su ballesta como protagonistas.
- Otros personajes interesantes desaprovechados o mal gestionados entre los que fueron incorporándose en las sucesivas temporadas como refresco de reparto, estrategia que claramente no ha funcionado, Ezekiel, el tipo del tigre, que pintaba bien al incorporarse, pero luego los guionistas desinflaron fustigándole con conflictos existenciales de la filosofía de abrazafarolas y puerta de retrete, con llorera incluida y cáncer, que han aplicado a otros muchos personajes; mismo caso el de Yumiko, que además de ser en su origen muy similar al del pasado de Michonne, no ha evolucionado casi nada ni siquiera después de encontrarse con su hermano, y a la que abandonaron en su faceta como abogada de la Mancomunidad; lo mismo vale para Magna, que como muchos otros personajes de nueva incorporación ha sido puro relleno, en modo casi de figurante, en la mayoría de los capítulos; a Aaron también lo pusieron a pasear arriba y abajo… Estos y otros casos demuestran que a la serie se le ha hecho bola la amplitud de su reparto, de manera que era incapaz de atender debidamente con mínimo protagonismo a los numerosos personajes que manejaba. Morgan, el hombre del palo, incluso fue “cedido” en plan fútbol, a la serie hermana, Fear the Walking Dead, y a Paola Lázaro y su papel de Princess tampoco la han aprovechado en todo lo que podría haber dado de sí, además de ser posiblemente una de las actrices peor tratadas en toda la serie porque la han dirigido desde la exageración y el exceso caricaturesco.
- Peor todavía ha sido el resultado de Eugene, un personaje inaguantable, sin arco de desarrollo, cansino y auténtico lastre para toda la serie. Sus capítulos como protagonista eran invitación al sopor y a recuperar horas de sueño. Además de pasarse llorando toda la serie, ha lastrado el desarrollo de un personaje mucho más interesante, Rosita, cuyo final es muestra de la tendencia lacrimógena y de melodrama tóxico que ha presidido la resolución de los caminos de la mayor parte de los personajes de la serie cuando abandonaron la misma.
- Matar demasiado pronto… o demasiado tarde. Algunos personajes fueron liquidados antes de tiempo, caso del de Laurie Holden (Andrea) o Tom Payne (Jesús) y Chandler Riggs (Carl Grimes). Otros han sobrevivido más de la cuenta. El campeón del punto 6, por ejemplo. Para empeorar las cosas, la desaparición de Danai Gurira (Michonne), fue letal para la serie. La idea de matar a un principal, o a varios, para animar el cotarro por la vía del morbo tiene sus riesgos y por ello obliga a tener mejor puntería de la que han tenido en The Walking Dead a la hora de elegir víctima: si te cargas un muro de carga y no apuntalas o lo sustituyes por una viga estructural, van a pasar cosas malas.
- La sobrexplotación en modo franquicia ha sido excesiva y poco estimulante en conjunto. Fear the Walking Dead empezó interesante pero luego se disparó en su propio pie decapitando a personajes claves, y The Walking Dead: World Beyond perdió el norte en su segunda temporada y nunca tuvo mucho que ofrecer. Tres series que se pisaban unas a otras, por mucho que hayan querido diferenciarlas. Esperemos que los spin-off en marcha tengan más personalidad, encuentren su propia identidad de manera más contundente al margen de la serie de partida. De lo que viene, las imágenes referidas a Rick Grimes en el capítulo final de The Walking Dead se me antojan menos estimulantes y más repetitivas que las de Michonne.
- De las propuestas de spin-off la que me resulta más sugerente es la protagonizada por el dúo formado por Lauren Cohan -Maggie ha acabado siendo el mejor personaje de toda la serie-, y Jeffrey Dean Morgan – Negan merece otra oportunidad, aunque han errado en el tratamiento de privarle de su lado siniestro y monstruoso, que era lo más interesante, para vendernos una poco creíble versión domesticada del tipo del bate que desde que fuera emasculado y separado de su Lucille es una pálida sombra de sí mismo.
- El buenismo que del que se han contagiado todos los personajes y la serie misma en su totalidad, materializado en ese discurso de Ezekiel en el capítulo final, además de ser falso, pura pose, se ha convertido, junto con las interminables secuencias de diálogo y filosofía de puerta de retrete a la luz de la luna o mirando campo de amapolas cual oveja aburrida sin nada mejor que hacer, con agravante de alevosía y nocturnidad por el indiscriminado uso de la lágrima fácil, ha sido el peor enemigo de la serie, dando lugar incluso a parodias con el titulo de The Talking Dead. Menos discursos de pose y más muertos habrían venido bien. Claro está que siempre resulta más barato poner a los vivos a hablar que a los muertos a devorar. Las líneas argumentales, algunos diálogos que daban vergüenza ajena filosofando sobre la vida, junto con el desarrollo nulo del arco de algunos personajes, mientras otros se quedaban como poco más que figurantes viniéndose arriba, junto con el agotamiento derivado del exceso de temporadas y la prolongación del producto cuando ya no había nada nuevo que contar, han caracterizado la serie en la segunda mitad de sus 11 temporadas de vida.
Miguel Juan Payán
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