Antes de que nadie se rasgue las vestiduras al ver el número de estrellas que le he dado a este remake, por favor le insto a leer la crítica antes y a recordar que, como dice mi compañero Miguel Juan Payán, la crítica real está en el texto, y que las estrellitas de marras son sólo a modo de guía y dependen de multitud de factores, entre ellos y en torno a Footloose, el hecho de que se trata de un remake de una comedia musical de los 80, y en torno a ese género la hemos valorado. No se dejen guiar sólo por esas dichosas estrellas.
El asunto es que la película original protagonizada por Kevin Bacon y Lori Singer a mediados de los 80 vista a día de hoy resulta algo… desfasada, por decirlo de un modo sutil y suave. Vamos, que no era nada del otro mundo y que sacada de su tiempo y su lugar, y del fenómeno que generó, era más bien poca cosa. El look trasnochado, la imagen plagada de tópicos del sur, la música de la época… Ha envejecido y en muchos aspectos lo ha hecho mal. Se ha convertido en un musical con olor a naftalina. Repito, sacada de su contexto espacio temporal…
Por eso la nueva versión de Footloose más que un remake resulta una refrescante revitalización de esa película de culto para adaptarla no solo a las nuevas generaciones de espectadores, sino a un modo más moderno de entender la vida y el cine, que en este caso no resulta ni mejor ni peor, simplemente diferente. La historia está casi calcada, con unos pocos cambios, y la verdad es que algunos son para mejor. De hecho la protagonista femenina es bastante más atractiva, el look visual de la película es mucho más interesante en todos los aspectos y la película, sin tener ese aire de mito, aguanta cualquier comparación con la original.
De hecho ahí reside su mayor problema, mientras que la nueva versión se dedica a tomarse su tiempo en presentar situaciones, personajes y drama humano (muy loablemente), sigue siendo demasiado parecida a la original. Uno entiende los homenajes, en serio (la corbata y la chupa de cuero, el coche, los nombres, la música…), pero cuando mimetiza a la original en escenas y diálogos (Willard y Ren por primera vez, la anécdota de la discoteca, la policía, Chuck, el baile en la fábrica, los diálogos… casi todo…) demuestra que carece de personalidad propia, de auténtica alma.
Y eso que Dennis Quaid está mucho más contenido que John Ligthgow, que estaba mucho más trasnochado y el personaje era más caricaturesco. Eso sí, Kevin Bacon es mejor protagonista que Kenny Wormald de aquí a Lima, aunque, como antes comentábamos, Julianne Hough es mucho más interesante en todos los aspectos que Lori Singer.
Con un aire mucho más de drama frente al espíritu camp de la original, con un sentido del humor que funciona perfectamente y con mucho mimo y cariño, esta versión de Footloose resulta una versión muy interesante de aquella película, y si tuviese que elegir cuál volver a ver de nuevo, me quedo con la nueva, en serio. Aunque sea un calco de la original en un enorme porcentaje, sabe ser más realista, más creíble. Menos de cartón piedra. Y eso se agradece.
Y recordemos que esto es Footloose, ni Shakespeare ni Kafka, por dios.
Jesús Usero