Crítica de la película Hell Fest
Entretenido juego de terror con fórmula de parque de atracciones.
Hell Fest es el tipo de película que cuando eres adolescente vas a ver con los amigos y amigas para pasar el rato. Y ya. En una muy moderada adaptación del slasher encuentra recursos para resultar más distraída de lo previsible teniendo en cuenta que aplica la fórmula de este tipo de peripecias de terror con matanza de adolescentes paso por paso y no caben en eso muchas sorpresas.
Su acierto está en reconocerse a sí misma tal como lo que realmente es y, asumiendo las limitaciones de la fórmula que aplica, no tener más aspiraciones que poner el género al servicio del entretenimiento. Sin más. El argumento desarrollado en el parque de atracciones dedicado al terror que da título a la película, permite a Hell Fest llevarnos de paseo por distintos laberintos y “casas del terror” junto con los protagonistas, operando como una especie de “Tren de la bruja” de los parques de atracciones de verbena, pero en clave audiovisual. De ese modo el recorrido por el parque resulta en recurso para propiciar una mayor complicidad por parte del espectador. Es el mismo truco empleado en Jurassic World: te abren las puertas del parque y te vas con ellos de paseo, a ver qué atracciones hay por allí y tal.
Sus elementos más flojos, que marcan la fragilidad de la propuesta, no son ninguna sorpresa. Los personajes están parcamente desarrollados, no hay empeño alguno en construir conflicto más allá del ligero intento de ligoteo de la protagonista con uno de sus amiguetes, y éstos no tienen complejos ni historias terribles ocultas en su pasado. Simplemente festejan. Además la dosis de intriga está reducida al mínimo: consiste esencialmente en asistir al acecho persistente de sus víctimas por parte del asesino y ser testigo de los ataques, entre los cuales solo dos son más jugosetes en lo referido a sesos y sangre. Los otros pecan de parcos en despliegue de gore. En dichos asesinatos no cabe esperar alardes sangrientos más allá de lo imprescindible para sacar adelante el asunto. No hay gore propiamente dicho, y las escenas de matanza son incluso moderadas en exceso. Tenían oportunidad y caminos para haber sido más radicales, haber explorado el parque con ojos más siniestros e inquietantes, pero es precisamente en su casi ingenua sencillez donde encuentra este largometraje la identidad de su propuesta.
Ciertamente en lo referido a exhibicionismo sangriento es terror de pocos grados para los consumidores más aguerridos de este género. Pero igualmente creo que los espectadores más veteranos del asunto sabrán apreciar, quizá llevados incluso por la nostalgia, su simplicidad, a modo de eco de las películas más que veían en su propio proceso de iniciación adolescente a este género.
Así que no estamos cerca de La noche de Halloween, ni los responsables de la película lo pretenden, pero consigue ser un guiño de celebración de la fórmula del terror festivo y despreocupado de clave juvenil con nada disimulada intención de explotación del género bajo la premisa de que lo más sencillo es a veces lo que mejor funciona para pasar un rato entretenido. En su cartel, su título y su falta de complicación, sumadas a la complicidad del espectador por la vía del paseo por el parque de atracciones terroríficos, sin ser nada relevante, logra destacar entre muchos otros intentos más fallidos de llegar a los mismos objetivos. Es sólida desde su falta de pretensiones.
Miguel Juan Payán
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