Divertida secuela para grandes y pequeños. No, no es una película que vaya a revolucionar el mundo de la animación, y se queda lejos de producciones como las de Pixar, pero tampoco es eso lo que pretende. Hotel Transilvania 2 sólo quiere ser un entretenimiento para grandes y pequeños con un curioso mensaje sobre el respeto y la tolerancia, sobre todo en contra del racismo, que nunca viene mal y consigue divertir, por momentos más incluso que la primera entrega, para ampliar su propio universo y dejar al público un buen sabor de boca y ganas de ver más. Es un producto, pero uno muy bien realizado que sabe aprovechar sus virtudes y convencer al público por completo, nada más y nada menos. En los tiempos que corren, no es poco.
Además sí es cierto que hay un salto de calidad en la película de Sony, a nivel de animación, con respecto a la primera. No tanto en el diseño o animación de los personajes, que sigue siendo similar a la primera entrega aunque con mayor fluidez. Se trata de los decorados, paisajes y escenarios donde transcurre la acción donde la calidad visual de la película da un salto realmente visible para el espectador. Se agradece el esfuerzo, porque podían haber seguido apostando por el proceso de la película anterior y han intentado crecer, que siempre es bueno. La llegada inicial al castillo, los vuelos nocturnos, el bosque o la cueva del abuelo… todo tiene un punto más de detalle y queda de lujo.
En esta ocasión hemos podido ver la versión doblada de la película, donde tenemos nombres tan conocidos como Santiago Segura, Dani Martínez, Alaska, Clara Lago o Mario Vaquerizo. Pero quien realmente roba la película por la mano es Arturo Fernández como el abuelo Vlad, padre de Drácula, divertido, irreverente, salvaje y con una legión de secuaces maravillosos que endulzan el tramo final de la película. La voz de Fernández se ajusta perfectamente a ese personaje. Lo malo, que no sale antes, que no podemos disfrutar del mismo hasta el último tercio de la película, lo que es una pena, porque hay partes menos interesantes, sobre todo menos divertidas (parte del viaje a California por ejemplo, no tiene la misma gracia que el resto).
Referencias cinéfilas para llenar un camión, humor con un tono muchas veces gamberro y despreocupado (ese campamento para vampiros, ese parque, ese viaje en coche…) y muchas ganas de desmitificar aún más a los monstruos clásicos (ojo al hombre invisible y su novia, o al hombre lobo y su familia…) para que los niños se conviertan en sus más devotos fans. Sí, quizá no vuelvan a asustarse con ellos, pero los van a adorar hasta el final. Y los padres van a reírse con sus hijos, aprovechando las referencias cinéfilas, los chistes más adultos (esas parejas interraciales…) y el ritmo trepidante de la película, por momentos más divertida que la primera.
Jesús Usero
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