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jueves, marzo 28, 2024
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Idol ***

Idol ***Competente docudrama basado en personajes y hechos reales con buena dosis de intriga.

No soy aficionado a los concursos de estrellas en la tele. Así que no puedo decir hasta qué punto es o no cercano a la realidad de ese entorno esta película. Pero en realidad eso no importa en este caso, porque la gran sorpresa de esta interesante película es que realmente el tema del concurso de talentos sólo asoma al relato en la parte final, que podría haber sido consecuentemente la más floja de todo el asunto, aportando un tinte de melodrama al conjunto. Afortunadamente no es así. Basada en hecho más o menos reales –pero, como se explica en principio, maquillados-, la película nos conduce con pulso firme hacia esa parte final a la que afortunadamente llegamos cuando hemos pasado ya por un brillante ejercicio de docudrama cotidiano en Gaza.




Entre las ruinas, la vida de sus protagonistas se desliza como una peripecia de supervivencia cotidiana pero sobre todo nos abre los ojos a una realidad más interesante que todo lo que pueda sacarse del tramo final. Primero en la infancia, luego en la juventud, los personajes de Idol nos conducen por un viaje cinematográfico que nos acerca nuevamente al territorio de películas como El impiabotas (Vittorio De Sica, 1946), el fragmento del niño que roba las botas del soldado estadounidense en Paisá Camarada (Roberto Rossellini, 1946), Los olvidados (Luis Buñuel, 1950), Milagro en Milán (Vittorio De Sica, 1951), o Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, Katia Lund, 2002). Cada cual a su manera, estas películas intentan llevarnos por caminos que es fácil recordar viendo Idol, y que procuramos olvidar cuando salimos del cine para no hacernos preguntas incómodas que puedan perturbar nuestro autocomplaciente optimismo de turistas del humanismo.

Es cierto que la parte más interesante de la película transcurre dentro de las rejas que atrapan a los habitantes de Gaza, y por ello la película es notable en todo el metraje que transcurre antes de que el protagonista llegue a la frontera e intente cruzarla. Pero lo más meritorio de la propuesta llega precisamente a partir de ese momento. En otras manos, y lo hemos visto mil veces en este tipo de historias, esa magia de docudrama que mezcla el reportaje y las ruinas con las vidas ilusionadas del puñado de personajes atrapados en el cepo de la historia, se habría extinguido a partir del momento en que el personaje empieza a perseguir su sueño. Afortunadamente el director sabe mantener un tono moderado en la parte previsiblemente más tópica de biopic y de persecución del sueño de la fama para no perder ese otro tono mucho más realista y cercano que impregna las tres cuartas partes de su relato. Merced a ello esa culminación en el concurso no es un lastre para el resto de la película, porque no hay una entrega total al melodrama. Al contrario: el director se empeña en mantener ese tono de docudrama áspero que preside el resto de su historia y llega así lo que me parece más notable de su trabajo en esta película: esa resistencia a ultranza por escapar de lo peor de la fórmula genérica a la que pertenece la película para darle una entidad sobria que sin caer en la trampa del panfleto melodramático nos haga reflexionar sobre la vida de la gente de Gaza. Por una vez la fábrica de juguetes rotos y estrellas catódicas, el pan y circo de la tele de cada día, sirve para algo útil.

Miguel Juan Payán

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