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sábado, julio 27, 2024
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Infierno azul ***

Infierno azul ***Divertido y competente entretenimiento veraniego mezcla de terror y aventura.

Bien realizada, como siempre ocurre con el cine de este director, Infierno azul no es, como algunos han pretendido, el Tiburón del siglo XXI, pero tiene elementos de sobra para ser uno de los estrenos más divertidos del verano por su sinceridad a la hora de plantarse simplemente como anecdótico espectáculo visual con “chica + tiburón”, fórmula infalible para despertar en el espectador entrañables ecos cinéfilos de aquel otro estreno veraniego dirigido por Steven Spielberg (en España se estrenó en la navidad siguiente), que dio el pistoletazo de salida a la era del cine blockbuster de la que sospecho que estamos viviendo sus últimos coletazos.




Jaume Collet-Serra introduce en su relato varios guiños argumentales y visuales que aluden al Tiburón de Spielberg y todos ellos son una declaración de principios que mezcla el reconocimiento humilde de la propia naturaleza del proyecto que está dirigiendo –un vehículo de entretenimiento fielmente pegado a la fórmula, pero al mismo tiempo eficaz- y una astuta maniobra para ganarse la complicidad del espectador precisamente desde el reconocimiento de esa modestia. Es como si desde el principio nos convirtiera en sus colegas de charleta de películas con tiburones en un chiringuito playero levando ad hoc… El truco resulta plenamente, le sale perfecto, porque ya se ocupa él, con su trabajo desde la dirección, de que el asunto tenga las claves visuales adecuadas para funcionar como un reloj suizo, pero sin pretender ser lo que no es.

Esencialmente lo que es Infierno azul es el desarrollo de la anécdota de un ataque de tiburón, o lo que es lo mismo, el desarrollo del arranque de la película Tiburón de Spielberg, pero haciendo que el personaje de Blake Lively sea más interesante que el de aquella otra rubita gritona. Es interesante porque elabora una especie de curiosa mixtura entre aquella desafortunada fémina que dejó episódica pero no por ello menos sangrienta huella en la mente del espectador (“ella fue la primera”), y el personaje que interpretara Roy Scheider en el éxito de taquilla de Spielberg, del que vamos encontrando otras huellas a medida que se desarrolla la historia como los restos encontrados por el niño, la ballena medio devorada, los cangrejos, esa boya que es el equivalente de último reducto de lo que fuera la barca casi hundida desde la que el personaje de Scheider libraba su última batalla para sobrevivir, el propio escualo convertido en asesino en serie…

Consciente de su propia naturaleza de anécdota, la película mide cuidadosamente su tiempo alcanzando un metraje justísimo para no agotarse y llegar a la meta, el desenlace sin perder fuelle. Le reprocho únicamente esa tendencia a buscar la pincelada melodramática que por su previsibilidad y su excesiva carga de tópico metido con calzador, alusivo a la mujer atada a la maternidad y las “emociones femeninas”, se convierte más en brochazo que en pincelada y emborrona el personaje de Blake Lively, del que si me apuran no necesitamos conocer ese pasado “emotivo” y melodramático totalmente ajeno a la aventura propiamente dicha y que se convierte en lastre.

Miguel Juan Payán


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