Diez meses nos hemos pasado esperando este regreso. Y por fin ha llegado la hora de volver a la guerra por el Trono de Hierro. Algunos dirán que hay series mejores, y a lo mejor tienen hasta razón. Pero pocas series tienen la legión de seguidores que tiene Juego de Tronos, ni levantan la expectativa que levanta cada nueva temporada de la serie de HBO, ni cuando hay un evento relacionado con la misma en cualquier lugar del mundo se llena de disfraces y colorido. Y Juego de Tronos sí lo consigue. Anoche sucedió en Madrid en la presentación de Canal + en un cine de Madrid de la tercera temporada, donde pudimos ver el primer episodio en exclusiva, apenas unas horas después de su estreno en USA. Y qué regreso… Avisamos a nuestros lectores de que esta crítica puede contener algún que otro spoiler.
Porque la tercera temporada arranca justo donde terminó la temporada anterior, con el viaje de Sam en la nieve tras ver a los White walkers y Jon Nieve conociendo al Rey-más-allá-del-Muro. Y por fin podemos ver a un gigante en la serie, un elemento que más allá de los efectos visuales, sorprende por la imaginería con la que está presentado, todo visto ante los ojos sorprendidos, mitad maravillados mitad aterrorizados, de Jon Nieve. Y con Ciaran Hinds por fin en pantalla, un actor impresionante para un papel que tendrá una enorme importancia en la serie. Su primera aparición ya nos deja bien claro que estamos ante un hombre, Mance Rayder, realmente especial.
Hay que comentar que pese a la excelencia del capítulo, que intenta recuperar todo el tono de la serie un año después de la segunda temporada, se centra en algunos personajes, dejando abandonados y sin aparecer todavía a muchos (eché de menos a los jóvenes Stark, por ejemplo), y al mismo tiempo tiene algunos momentos descompensados. Por ejemplo es muchísimo más interesante lo que sucede en Desembarco del Rey que lo que sucede en torno a Stannis Baratheon, tanto con él como centro de la historia como con sus personajes cercanos, y aunque es imprescindible para ver avanzar la trama y Carice Van Houten como Melisandre siempre da un punto retorcido a la historia, no tiene el mismo peso que la discusión entre Tyrion y su padre, en un momento realmente vibrante. Casi preferiría que se hubiesen guardado a Liam Cunningham para otro episodio y haber disfrutado de los ausentes Theon Greyjoy o Arya Stark.
Como he dicho, el episodio se centra ante todo en lo que sucede en Desembarco del Rey, donde la relación entre el rey Joffrey y Margaery Tyrell avanza, con una nueva perspectiva sobre el personaje de Natalie Dormer, que le añade matices interesantes y lo dulcifica, ante lo visto en la temporada anterior. Y que además sirve para ahondar un poco más en el personaje de Cersei Lannister que también se aprovecha de otra charla brillante con Tyrion. Todo ello nos lleva poco a poco a Daenerys para descubrir al fin a los Inmaculados, una escena memorable (ojo a la traductora y a lo que dicen realmente los personajes y lo que debe traducir ella… sensacional). Pero marcando también el peligro que corre la joven Targaryen con la aparición de un viejo conocido… aunque no sea la auténtica amenaza.
En definitiva, un regreso por la puerta grande, pese a ese par de altibajos y la ausencia de personajes importantes. Una vuelta al mundo de Canción de Hielo y Fuego que llevábamos tantos meses esperando y que fue todo un lujo poder ver en pantalla grande. La calidad de la serie es tal, a nivel de producción, que merecería la pena poder ver todos los capítulos en pantalla gigante… Habrá que conformarse con verlo en una buena televisión.
Jesús Usero.
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