Mejor y argumentalmente más sólida que Jurassic World. Es más película.
Es más película. Es más spielbergiana. Es más cercana a lo que planteara en la novela Michael Crichton. Y además en la segunda parte del largometraje Juan Antonio Bayona ha conseguido arrimar el ascua a su sardina y conseguir que le dejaran acercar la saga a su territorio como con una trama que él mismo define como una historia de cuento de hadas, con princesa (la niña, por cierto, Isabella Sermon una máquina ante la cámara que según explicó el propio director en la rueda de prensa en Madrid no tenía experiencia previa ante las cámaras, ni siquiera en un anuncio), castillo (la mansión, que Bayona convierte hábilmente en un personaje más de la película desde la primera vez que aparece en la película) y un dragón (o mejor dicho, varios dragones, muchos, pero en forma de dinosaurios de todos los tamaños, aspectos y colores, para que no falte de nada). Dicho sea de paso, aunque no me he puesto a contarlos sospecho que, así en conjunto, esta podría ser la entrega de la saga iniciada con Parque jurásico que cuenta con más especies distintas de dinosaurios, y confío en que si me equivoco los más fricazos del tema tendrán a bien corregirme sin dilapidarme a tomatazos. Ya digo que no los he contado.
Pero más allá de su récord –o no- y de su variopinta fauna cretácica y jurásica, lo que me convence más de la película es que su propuesta consigue encontrar su propia identidad dentro de la saga y no es más de lo mismo. Posiblemente esto estaba ya más o menos claro por la identidad de su director, pero son ya muchos los realizadores a priori interesantes y con obra previa muy respetable que han perecido engullidos por las procelosas y tormentosas aguas de las franquicias de los grandes estudios norteamericanos como para que, llevado por mi natural escepticismo cínico frente a estas cosas del planeta blockbuster no tenga una natural tendencia a temerme lo peor. Afortunadamente, grata sorpresa, ese no es el caso en Jurassic World, el reino caído. Muy al contrario: si me obligaran a hacer lista de las entregas de la saga, de lo mejor a lo peor, no dudaría en poner ésta en segundo lugar después de la primera que dirigiera Spielberg, porque además creo que es la que más ha captado el espíritu que imprimió a la franquicia de los dinosaurios el director de Tiburón esquivando cierta perniciosa tendencia a la repetición de los mismos elementos que exhibiera incluso la segunda película de éste para la saga, El mundo perdido, así como la tercera y la cuarta entrega.
Ya desde su prólogo, en su arranque, y en lo que se refiere a tono de aventuras con pincelada de terror y ciencia ficción, la película de Bayona vuelve al origen, pero, ojo, no al origen de la película de Spielberg, sino al origen de la novela de Michael Crichton. Naturalmente el guión tiene mucho que ver con ello, no lo pongo en duda, pero la manera en la que el director español convierte ese guión en imágenes me parece más fiel a la novela original de la que partió toda esta franquicia incluso que el abordaje spielbergiano de la misma en Parque jurásico. Es más: aunque evidentemente en todo el metraje de Jurassic World, el reino caído se hace notar la influencia de Spielberg en la manera de planificar cada secuencia de Bayona, algunos momentos de este largometraje me han llevado a pensar que, llegado el caso, la versión Bayona de la novela de Chrichton rodada hoy quizá sería un poco más siniestra y ligeramente más oscura que la de Spielberg, porque el director español parece empeñado en no perder de vista el que para mí y supongo que para muchos otros espectadores sigue siendo el mejor momento de Parque jurásico, el verdadero “momento Tiburón”: el ataque nocturno y en la lluvia del Tiranosaurio Rex contra las furgonetas. La magia cinematográfica vertida plano a plano por Spielberg en aquella secuencia suscita numerosos ecos en Jurassic World: el reino caído.
Por otra parte, y esto creo que hay que apuntarlo en la columna de aciertos de Colin Trevorrow en su trabajo de continuidad de cara a la tercera entrega de esta trilogía, Jurassic World, el reino caído, da un decidido paso hacia adelante ampliando el territorio narrativo y genérico tanto como el territorio geográfico de la franquicia para sacarlo de las islas y llevárselo al resto del planeta, utilizando astutamente como personaje de enlace que abre todo tipo de posibilidades no solo con su presencia sino también con su diálogo, el personaje interpretado por Jeff Goldblum.
Alguien podrá pretextar que ciertamente los personajes apenas tienen arco de desarrollo. Pero no debemos olvidar que estamos en territorio blockbuster y esa tendencia a trabajar con figuras esquemáticas como protagonistas forma parte además de la naturaleza de esta saga desde la segunda entrega de la misma dirigida por el propio Spielberg. Además ese es uno de los motivos de más peso por el que sigo opinando que entre todas la mejor sigue siendo Parque jurásico, en la que sin ir en contra de las exigencia del cine blockbuster de evasión y entretenimiento, Spielberg se las ingenió, como en –casi- todas sus películas (obviemos Mi amigo el gigante, por favor), para hacer que sus personajes consiguieran una solidez en tiempo récord y sin restar al metraje tiempo de carrera, persecución, carnicería y gritos. Eso no ha vuelto a ocurrir en la saga, pero ocurre en el personaje de la niña y todo el entorno que la rodea. El abuelo y esa cuidadora interpretada por la actriz-fetiche del director, la siempre bienhallada Geraldine Chaplin, así como la propia mansión, la subasta, y sobre todo el origen del personaje infantil, poseen un poder de evocación propia que les permite situarse como un punto y aparte en la habitual y tradicional peripecia de carrera-persecución con dinosaurios que suele ocupar la mayor parte del metraje de la saga.
M.J.P.
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