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Kingsman: Servicio Secreto ★★★★

Kingsman: Servicio Secreto ★★★★

Crítica de la película Kingsman: Servicio Secreto

Cine de acción y espías con mala uva y mucho estilo. La clave de la película de Matthew Vaughn que está siendo un éxito en medio mundo, podría resumirse en el chiste que se puede ver en el tráiler sobre el nombre del perro del protagonista, JB, y de dónde vienen las iniciales. Ni James Bond, ni Jason Bourne. Jack Bauer, damas y caballeros. Que los otros dos lo mismo son un poco blanditos para los tiempos que corren, y Jack Bauer tortura a los malos, reparte estopa y se preocupa poco por ir rompiendo corazones, y más por ir rompiendo brazos. Hay otro chiste hacia el final de la película que no debe ser revelado antes de tiempo y que también apunta a lo que nos vamos a encontrar en Kingsman. Cine de acción y de espías, pero irreverente, distinto, vibrante, con unas secuencias de acción que son puro estilismo y potencia, llenas de violencia exagerada, sangre y humor salvaje. Y con un protagonista en muchas de ellas, como poco inesperado, como es Colin Firth, que reparte estopa de una forma nunca antes vista en su caso. Con lo formalito y caballero inglés que parecía. Una máquina de matar con buenos modales.

No he tenido la suerte de leer el cómic de Mark Millar, pero sí puedo decir que la anterior adaptación de su cine que hizo Vaughn no terminó de cuadrarme. Le faltaba parte de la mala leche del cómic, de esas relaciones padre/hijo tan demenciales que tenían los personajes centrales, y que la película prefería pasar de puntillas para centrarse en lo mucho que le costaba al personaje central echarse novia y llevársela al catre. Y luego mantener la relación. Es decir, más de lo mismo, pese a la envoltura en apariencia irreverente que tenía. Con momentos y personajes muy conseguidos, como lo era Chloe Moretz y su Hit Girl, pero poco más. Simpática, entretenida, a ratos con potencial de más… Kingsman es otra cosa, otro nivel, que explota sus posibilidades como lo hacía, en cierto sentido, otra adaptación de Millar, Wanted, quedándose con ciertas cosas, pero cambiando muchas del cómic para dar una versión diferente, única y personal del universo en el que se plantea la acción. Y en el caso de Kingsman sale muy ganadora de ese pulso ofreciendo un espectáculo de primer orden, pero también una sátira del mundo de los espías en el cine, empezando por ese Colin Firth que se rumoreó podía haber sido James Bond, pero al que nadie terminaba de verle en el papel. Demasiado héroe romántico decían. Se ha quitado la espinita a lo grande.

Porque, hablando de Firth y del reparto, menuda lista de ilustres nombres británicos y alguno americano, que han puesto en la película para acompañar al casi debutante Taron Egerton, que, por cierto, lo hace de maravilla para sacar adelante al personaje central, con su aire de chulo y quinqui de barrio que tiene mucho más que decir de lo que el mundo que le rodea espera, pero sin perder nunca la chulería. Firth lo clava como el otro protagonista de la película, con un porte elegante de caballero inglés, pero unas formas en la acción que no le suponíamos. La escena de la iglesia es perfecta para ver lo que podía haber dado de sí de haberle confiado antes alguien un personaje así. Una pasada. Y Egerton aguanta los cara a cara con el ganador del Oscar, que no son pocos y es donde está parte de la chicha del film, con mucha solvencia. Junto a ellos, Michael Caine (siempre el mejor, siempre el más grande, haga lo que haga), Mark Strong, tan brillante como siempre, o Jack Davenport. Entre los americanos, Samuel L. Jackson, riéndose de su imagen habitual y de los villanos de este tipo de películas, y un pequeño cameo/papel para Mark Hamill, que siempre queda bien. Aunque a quien no hay que perder de vista es a Sofia Boutella y su papel de despiadada asesina con espadas por piernas…

Todo en Kingsman tiene un tono festivo, exagerado, incluyendo la violencia. Que no es poca. La película no es una muestra del Hollywood edulcorado y preparado para engatusar al público adolescente. Es sangrienta y brutal, con muchas amputaciones y momentos realmente gore, pero muy exagerados, lo que añade al impacto inicial una nota de hiperrealismo que acerca la película al mundo del cómic del que parte la historia. Eso sí, la forma en que han sido rodadas por Vaughn nos mete de lleno en esas escenas tan potentes como psicodélicas. Sin olvidar nunca la psicología de los personajes, su historia que suena a cliché, pero que es convertida en entretenimiento gracias a ese tono de sátira irreverente que antes mencionábamos. Puede que no sea para todos los paladares, pero no saben lo que se estarían perdiendo.

Porque destaca mucho en la película esas ganas de intentar reinventar un género en el que ya está todo dicho o casi. A través del humor, siempre efectivo, siempre llevándolo un paso más allá de lo esperado, y también a través de los personajes, que parten como meros arquetipos con clichés y se desarrollan de la forma más peculiar, ya sea a través de la madre del protagonista (esa escena con la niña… inquietante) o de su nuevo novio y sus matones, como de Firth y sus dos caras (con qué facilidad pasa de una a otra) o del protagonista y su evolución. Todo en Kingsman es una fiesta y como tal debe ser entendida. No quiere que la tomen en serio porque no quiere ser un remedo de 007, ni nada parecido. Quiere ser la versión de los agentes secretos para el siglo XXI y lo consigue. Hace reír, nos pone al borde de la butaca y nos presenta algunas de las mejores escenas de acción que vamos a ver este año, y eso que acaba de empezar. Una película para no perdérsela que seguramente tendrá secuela, y muy merecidamente. Un soplo de aire fresco en el género que no debe pasar desapercibido.

Jesús Usero

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Jesús Usero
Periodista cinematográfico experto en televisión

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