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domingo, noviembre 3, 2024
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La bella y la bestia ***

La bella y la bestia ***La bella y la bestia, entretenida actualización de la fábula en la que destaca la protagonista femina.

Lo tengo claro, clarísimo: lo mejor de esta nueva versión de La bella y la bestia es Léa Seydoux. Hay algunos comentaristas de estos asuntos del cine que afirman que está fuera de papel, que es demasiado descarada para interpretar el papel de la Bella, pero creo que se equivocan. Ha llegado el momento de que la Bella de esta fábula tantas veces repetidas le plante cara a la Bestia, y en este caso la fórmula me interesa más porque Seydoux se mide con esa especie de Javier Bardem a la francesa que es Vincent Cassel, actor cuya capacidad para encarnar lo más primario de nuestra especie me quedó clara desde que lo vi en Doberman y que no ha dejado de crecer como intérprete ante los ojos del público, refinando su carácter eminentemente amenazador al máximo en su contribución a Cisne negro. Aquí Cassel es el que está fuera de juego, porque le han enchufado un papel que cojea por la parte del exceso de efectos especiales y porque las comparaciones son odiosas, pero en la comparación con la mejor Bestia que ha dado el cine, la interpretada por Jean Marais en la versión de la fábula dirigida por Jean Cocteau en 1946, sale perdiendo. Marais le coge la delantera en parte porque trabajó para un director que tenía claro que el actor era el mejor efecto especial del cine, y más allá de él, el juego con el maquillaje, la luz, las sombras, la puesta en escena… Frente a ese planteamiento de Cocteau, el que hace el siempre entretenido pero con personalidad como director menos definida Cristophe Gans se apoya mucho más en muletas visuales de trucajes por ordenador. Es así como una propuesta de partida interesante –volver a las fuentes de este argumento universal del amor redentor-, se convierte en realidad en una acomodaticia versión del relato clásico que encuentra su desarrollo comercial en parentesco directo con actualizaciones de los cuentos clásicos como Blancanieves y la leyenda del cazador, Alicia en el país de las maravillas versión Tim Burton (observen el cartel, español, que es casi una reedición de la propuesta promocional de la película de Burton), o Caperucita Roja (¿A quién tienes miedo?), todas ellas un tipo de fábulas que son sin duda entretenidas y visualmente impactantes. De hecho, el impacto visual es el sello del cine de Christophe Gans, como demuestran otros títulos de su filmobrafía, Crying Freeman, El pacto de los lobos, etcétera. Lo que ocurre es que, a estas alturas de la historia del cine y considerando el cinismo y el escepticismo del público frente a la simplificación de las fábulas clásicas, me da por preguntarme qué ha llevado a Gans a pensar que era necesario volver a rodar La Bella y la Bestia centrándose más en lo visual, especialmente considerando que incluso en lo visual su visión del relato queda ampliamente superada, del derecho y del revés, por la versión dirigida en la década de los cuarenta del siglo pasado por Jean Cocteau.




Lo cual me lleva a pensar que el cine actual debe estar notablemente estancado si la mejor versión de un clásico como éste sigue siendo la que rodó  Jean Cocteau en los años cuarenta del siglo pasado. Y aprovecho parar recomendársela a todos aquellos amigos del cine que todavía no la hayan visto. Quizá así entiendan mejor lo que he querido explicar en estas líneas.

Pero, eso sí, del relativo resbalón que es esta versión, sigo rescatando a Léa Seydoux.

Miguel Juan Payán

©accioncine

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