Crítica de la película La Casa del Reloj en la Pared
Recomendable película familiar para adultos acompañados. Muy entretenida.
Tiene todos los elementos para apuntarse a una tarde de cine con la familia. No es, ni lo pretende, ser original en la trama que aborda, pero sí la trata con mucha solidez y sabiendo perfectamente qué es y cómo debe desenvolverse la propuesta que nos hace. Además está muy bien defendida por una Cate Blanchett como siempre más allá de lo eficaz hasta demostrar por qué ante las cámaras tiene la solvencia de los grandes actores de otras épocas, ejerciendo el nada fácil doble registro de actriz y estrella. Te vende lo que haga falta. Y tú lo compras en cuanto aparece en el plano. Fin.
Pero además el guión y la dirección le proporcionan a Jack Black un papel en el que puede jugar con sus características habituales pero controlando su tendencia a la sobreactuación explosiva, conteniéndole hasta cierto punto para que ponga esas características al servicio del papel que interpreta. Eso no ocurre en todos sus trabajos, pero aquí desde la primera aparición del actor en el autobús el camino de la contención demuestra dar buenos resultados. O al menos mejores que en otras de sus peripecias humorísticas más pasadas de vueltas.
Y junto a los dos adultos el protagonismo infantil está bien defendido por un niño, Owen Vaccaro, que se mueve por la pantalla y entre sus dos compinches con un aplomo de veterano que sorprende y nos mete en la trama desde el primer momento.
En mi opinión, es la mejor película de Eli Roth hasta el momento, bien asentada en un guión de Eric Kripke que le saca lo más interesante a la novela original y trabaja con claves de eficacia narrativa que sin duda reconocerán los seguidores de la serie Sobrenatural. Kripke también sabe, como el director, el terreno que pisa, para qué trabaja, e instala consecuentemente una disciplina de cuidadosa dosificación a la hora de abordar los elementos más obvios de la trama. Un ejemplo son las tragedias familiares que marcan a algunos personajes, astutamente solventadas con sencillez mediante una foto y diálogos en lugar de meternos a rosca un flashback para quitarse el asunto de encima, algo que habrían hecho sin dudar otros más torpes. Otro tanto puede decirse de la utilización de los sentimientos y las lágrimas del protagonista. Dosificadas. De la subtrama de rechazo en la escuela: dosificada y no traumatizante.
Cierto es que visualmente Eli Roth trabaja igualmente la sencillez impidiendo el estallido de imagen que habríamos tenido en algunos planos -como el descubrimiento de la casa y sus peculiaridades o el del descubrimiento del plano estilo mapa del tesoro, o la catástrofe en el tercer acto-, en los cuales otro director habría jugado bazas visuales más arrolladoras, metiendo algún plano cenital de descripción del lugar, pero al contrario que la saga de Harry Potter, La casa del reloj en la pared ha elegido, leyendo bien la propuesta de la novela en que se basa, jugar la baza de lo cercano, la modestia y el trabajo con los actores como “efectos pirotécnicos” esenciales de la trama, lo que acerca más a los espectadores al mundo fantástico que nos propone y de paso saca todo el partido en distancias cortas a sus protagonistas.
De ese modo, a los cinco minutos de empezar la historia estamos ya metidos totalmente en ellas, convencidos de que no es la primera vez que vemos todo eso que se nos cuenta, pero satisfechos de tener por delante algo una hora cuarenta y cinco minutos de aventuras en buena compañía.
Lo dicho: lo mejor de Eli Roth hasta el momento y una agradable sorpresa para disfrutar del cine como evasión y entretenimiento familiar.
Miguel Juan Payán
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