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jueves, abril 25, 2024
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La cura del bienestar ***

La cura del bienestar ***Intriga entretenida en casi todo su metraje, aunque sorprende menos en el desenlace.

Buen arranque. Desenlace más tópico. Una corriente de intriga que se mueve entre Coma, de Michael Crichton, y Shutter Island, de Martin Scorsese. Gore Verbinski cambia de registro y maneja bien esta propuesta de suspense que habita a la sombra del relato El invitado de Drácula, de Bram Stoker, con la que tiene muchos puntos en común, pero sabe sacar el máximo partido a la entrada en el laberinto casi kafkiano del centro de salud haciendo que acompañemos al protagonista desde el primer momento, trabajando en claves visuales sugerentes y logradas en aproximadamente la primera hora de metraje. Dane DeHaan y Mia Goth le dan un aire de truculencia inquietante a la película que se agradece, echándose sobre sus espaldas toda la parte que gira en torno a la amenaza latente y que funciona perfectamente como cine de evasión y entretenimiento.




Estos individuos coinciden por casualidad en un local de la madrileña Plaza de los Mostenses: un sitio de barriada parroquial, regentado por una mujer con malas pulgas y manga ancha para tratar con la clientela. Entre los asistentes hay una chica algo pija, un joven con una extraña mochila a cuestas, un peculiar agente comercial, un policía retirado, un mendigo bastante escandaloso y una ludópata aficionada a las máquinas tragaperras. Sin embargo, y pese a la nutrida concurrencia, nadie sospecha del señor que va directamente a los lavabos, el cual se encierra nada más entrar.

Cuando el día da el pistoletazo de salida, la jornada se pone complicada; al caer muerto por un disparo el primero de los integrantes en abandonar el bar. A partir de este momento, las sospechas y el miedo se adueñan de los individuos resguardados en el establecimiento. Primero intuyen que se trata de un tema de terrorismo; luego, que un asesino está interesado en acabar con alguien del interior; y, por último, descubren un extraño brote epidémico. Cualquier posibilidad puede ser igualmente válida, aunque lo importante es que no pueden escapar de un destino que se les antoja demasiado trágico e inesperado.

El problema es que toda construcción de intriga suele ser más sólida en su planteamiento inicial que en su resolución, porque una vez metidos en el laberinto de la sospecha y el suspense, los espectadores empiezan a elaborar sus propias teorías sobre qué está pasando allí y raramente se encuentran sorprendidos o satisfechos por lo que realmente acaba proponiendo el argumento de la película. Cuestión de ego del espectador que resulta difícil de sortear por el director y el guión del largometraje en este caso. La presentación es visualmente tan capaz, especialmente con ese momento de arranque en la oficina, con el encuentro con la muerte inesperada, que hace concebir al espectador en este caso todo tipo de teorías sobre lo que finalmente van a contarnos, y mientras la película se mantiene, durante la mayor parte de su metraje, sólida en el suspense, a la hora de cambiar de género y hacer un giro en su argumento, es cuando más sensible se vuelve al enfrentamiento con esas teorías del espectador. Por otra parte, en esa parte final, tiene que ganar peso la figura del antagonista, servida por Jason Isaacs con menos solvencia de lo que consiguen aportar DeHaan y Goth en la construcción de su personajes de protagonista y mujer-enigma. Los encuentros de Goth y DeHaan resultan más perturbadores que la revelación final de la historia que encontramos tras la cortina de la intriga en el momento del desenlace de la historia. Además esa parte gira hacia el fantástico, y al hacerlo se pone en clave de enfrentamiento con toda la parte inicial de intriga que nos han contado hasta el momento, lo cual acaba por ser otro inconveniente a la hora de resolver argumentalmente el asunto que se nos cuenta. Y el final es un tanto precipitado. En el mismo debería haber reinado un antagonista más potente e inquietante del que nos propone Isaacs, para combatir la inevitable sensación de que estamos en el territorio del tópico de clave fantástica.

A pesar de esa pérdida de presión en la parte final, lo cierto es que La cura del bienestar posee elementos para hacerla atractiva a los aficionados a la intriga y algunos momentos ciertamente perturbadores.

Miguel Juan Payán


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