Simpática comedia romántica con una bellísima Sophie Marceau. Algo tienen los franceses a la hora de realizar este tipo de comedias que saben elevarse por encima de la media, con mucho más gusto que las producciones americanas que nos llegan a las salas continuamente. Quizá sea el hecho de que no tienen un sentido del humor tan chabacano, quizá sea la elegancia, los actores, o el hecho de que, como en este caso, los protagonistas no sean dos veinteañeros con cara de empane completo, sino dos actores maduros, lo que hace la película más interesante para otro tipo de público, y la temática también.
Tampoco vamos a decir que es una película perfecta. James Huth, director poco o nada conocido en España como no sea por ser responsable de la última adaptación de Lucky Luke a la gran pantalla, con Jean Dujardin en el papel del héroe. Pero si bien su trabajo anterior puede considerarse algo mediocre, en esta ocasión logra, sin destacar, hacer una buena película. Algo blanda, algo lenta, pero elegante y sencilla, dejando que los actores den lo mejor de sí mismos y, por ello, consiguiendo que la risa y el romance surja de forma natural.
Un encuentro casual, dos extraños que se conocen y conectan. Él un músico bohemio y acostumbrado a la vida y el amor libre, a salir con jovencitas y no tener preocupaciones, de repente se ve envuelto en una relación con una mujer madura, de su edad. Y lo peor es que tiene tres hijos, algo que descubre cuando es demasiado tarde para huir. Ahora tendrá que descubrir si su alergia al compromiso y a los niños puede superarse por la mujer de su vida, o si tendrá que encontrar su camino en otra parte.
Si a la película le quitasen veinte minutos, con todo el viaje a Nueva York y ciertas cucamonas infantiles, tendríamos una comedia casi redonda, pero la verdad es que se hace muy cuesta arriba cuando de comedia romántica, cambiamos de tercio a una suerte de comedia familiar en la que el protagonista, Gad Elmaleh, un actor que empieza a despuntar internacionalmente (Tintín, Jack y su Gemela, un cameo en El Dictador…), se debe enfrentar a los críos y a sus peculiaridades. Ahí la película pierde fuelle y empieza a aburrir… Antes hemos tenido humor físico (esas escaleras y el baño…), de enredo (ese coche del gobierno), romántico (la genial escena de sexo) y hasta escatológico bien elegido (esos tornillos en la cena…).
No es que se pierda todo, en serio, pero con Elmaleh a cargo de los críos y con el vioaje a Nueva York la cinta decae, se nota que pretenden estirarla y que la historia no da más de sí, que hay que cerrar ya. Aunque siempre está Sophie Marceau y sus increíbles 46 años para levantar la moral al público y embrujarlo un ratito más. Y con todo, el sabor de boca que deja es mucho mejor que la mayoría de comedias románticas que vemos habitualmente…
Jesús Usero
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