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sábado, abril 20, 2024
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A la tercera parte va la vencida…¿y a la cuarta?

A la tercera parte va la vencida...¿y a la cuarta?

 

Lo sé y lo sabemos: es utilizar el término “cuarta parte” y a la gran mayoría se nos viene a la memoria el tan aborrecido cuarto capítulo de la saga Star Wars, La amenaza fantasma (que aunque fuera la cuarta, narra el comienzo de la saga galáctica).Quizá La amenaza fantasma sea el ejemplo más ilustrativo de cómo la maldición de las cuartas partes se cumple a la perfección, pero existen casos mucho más curiosos y, cuanto menos, decadentes. Antes que nada, hagamos un pequeño repaso de cuáles son las diferentes fortunas con las que han contado estas cuartas lecturas de diversas sagas cinematográficas.

 

Hay cuartas partes que, incluso contando con más capital y medios que sus predecesoras, se estrellaron sin remisión: Batman & Robin, El exorcista: el comienzo o Alien Resurrection. Otras que, por ser parte de sagas interminables ya de por sí bastante mediocres, no se sabe con certeza si eran la peor o una de las peores: Pesadilla en Elm Street 4, Halloween 4, Viernes 13 4, Saw 4 etc. Y otras que simplemente ni fu ni fa, dejaron una sensación de frialdad y sus consecuencias están todavía en el aire: Shrek 4 felices para siempre, Piratas del Caribe 4 en mareas misteriosas, Terminator Salvation o Scream 4. Sin embargo, no pongan el grito en el cielo, hay casos –los que menos- en los que las cuartas partes no fueron ni de lejos las peores, e incluso podríamos decir que se constituyeron como los puntos álgidos de la saga: Harry Potter y el cáliz de fuego, Misión Imposible IV protocolo fantasma o Fast & Furious 4.

 

Pero vayamos al grano: de entre todas las cuartas entregas, hay ejemplos vergonzosos, patéticos, cutres y absolutamente ridículos. A continuación tendrán el placer- depende de cómo se mire- de conocer los cuatro más flagrantes:

1.Tiburón IV, la venganza: el gran atributo de esta película es que no sólo es válido para mostrar lo abominable que puede ser estirar una saga innecesariamente hasta el hastío, sino que es el mejor ejemplo de lo que se conoce como trabajo alimenticio. A día de hoy, y desde ya hace tiempo, Michael Caine es una estrella con todas las de la ley. Dos Oscar de la Academia y multitud de premios lo avalan, así como el beneplácito popular. Todo un caballero inglés, un verdadero Sir. Pero toda carrera tiene sus altibajos, y los de Caine han sido de aúpa. El claro ejemplo es este Tiburón IV (aunque hay más, como El enjambre, En tierra peligrosa o Get Carter) punto y final a una saga que de la magistral primera parte, pasó a una primera secuela entretenida pero mediocre, una tercera cuyo único fin era sacar partido del 3D y esta última entrega que sirvió únicamente para que Caine pagara su hipoteca (dato que él se ha cansado de repetir en entrevistas). Lo más curioso de todo es que Caine no pudo asistir a la gala de los Oscar a recoger su primera estatuilla porque se encontraba rodando esta deleznable cinta. Vaya por dios…

2.Superman IV, en busca de la paz: Tiburón IV era cutre, pero no tanto como la magistral primera parte (ejemplo magnífico de cómo con poco dinero se consiguen grandes proezas). Sin embargo, Superman IV fue la más cutre de todas las de su saga, y también la peor. Al igual que la saga del escualo asesino, la calidad de las películas del hombre de acero fue decreciendo de forma vertiginosa, y si bien a la primera secuela se le considera igual de notable (o incluso para muchos mejor) con la tercera el público ya puso el grito en el cielo al no hacerle ni pizca de gracia que se colocara a Richard Pryor, cómico célebre de la época, para darle un poco de salero a la historia. Con la cuarta parte se quiso volver a la historia medianamente seria de las dos primeras partes, pero hubo un problema insalvable: no había dinero. Cierta cabeza pensante tuvo la terrible idea de ceder los derechos de Superman a la Cannon, productora ochentera reina del cine casposo y cuyas perlas incluían espectáculos de Chuck Norris como Delta Force. De poco sirvió que Gene Hackman aceptara volver a la saga o colocar a una actriz de moda como Mariel Hemingway: todo era tan pedestre y pobretón que hasta Supersonic Man (exploit español del hombre de acero) era más digno. Y del Nuclear Man mejor ni hablar…

3.La Profecía IV,el renacer: jamás me cansaré de repetir que La Profecía es mi preferida de entre todas las que supusieron la mercantilización del género de terror (El Exorcista, El Resplandor, La semilla del diablo y ésta). Dos razones son suficientes: Gregory Peck y Ave Satani. Pero como toda película de terror que se precie, había que estirar la historia, y así se hizo. Los oscarizados William Holden y Lee Grant realizaron un relevo digno de Peck y Lee Remick en la primera secuela, y la tercera parte con un Sam Neill ejerciendo de Damien maduro tenía su aquel. Pero todo era demasiado bueno para ser cierto, así que la cuarta parte llegó para demostrar que en cuanto aparece, echa todo al traste. La culpa la tiene una vez más la carencia de medios (de hecho, es un telefilme y en pocos países pasó por las salas) y un cambio de sexo en la figura del vástago diabólico. El principal problema es que la niña era de todo menos convincente y más que diabólica parecía que le faltaba un par de primaveras. El otro gran problema es una escena en la que se avista un micrófono pértiga, al menos durante treinta segundos, mientras se sucede una escena en la que la pobre madre de la niña recita su texto. El culmen es cuando la mujer se da cuenta del percal y se ríe en mitad de su intervención (¡!). El hecho de que la escena sea parte del metraje y que no se volviera a rodar es la prueba palpable de que el film es un verdadero despropósito. Al menos la banda sonora no está tan mal, el problema es que si se compara con la de Jerry Goldsmith…

4.Psicosis 4: al igual que La Profecía IV, hablamos de un film directo a televisión, lo cual ya sirve para atribuírsele cierto matiz cutre del que le es difícil escapar. El otro handycap es que es imposible no verse eclipsado por la primera Psicosis, una verdadera obra maestra del séptimo arte. Las secuelas de Psicosis son de hecho las más indignas de todas, no tanto por la calidad de sus filmes (la segunda de hecho era disfrutable, gracias en parte a la siempre solvente Meg Tilly) sino precisamente por tener que luchar con el espíritu magistral de esa primera parte que jamás se podrá superar. La otra característica de esta cinta es comprobar con nuestros propios ojos cómo un actor es incapaz de deshacerse del personaje por el que siempre será recordado. Anthony Perkins será por siempre el enfermizo Norman Bates, ejemplo claro de hombre que padece el conocido como complejo de Edipo, tanto en la película como en la vida real. Comprobar cómo tuvo que vivir bajo la losa de ese papel más real de lo que parecía es, más que gracioso, ciertamente tenebroso. Para colmo, a nadie se le escapa visionando el film que Perkins estaba en las últimas, pues murió de VIH dos años después. Psicosis 4 es, por tanto, un indigno réquiem.

Visto lo visto, sólo espero y deseo que Coppola no se anime a revisitar El Padrino. Y que si lo hace, no vuelva a colocar a su hija Sofía, que hacía el ridículo en la tercera parte de la saga de los Corleone. Crucemos los dedos.

Lorenzo Chedas Redondo.

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