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miércoles, diciembre 11, 2024
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La maldición de Rookford ***

MALDICIONROOKFORD

La maldición de Rookford. Buena y elegante propuesta de historia de fantasmas más propicia a la intriga que al susto o el gore.

La versión más elegante del cine de fantasmas vuelve a la cartelera con esta producción británica de 2011 que rescata una manera de entender este tipo de fábulas más próxima al terror gótico y ajena a los sobresaltos del cine más gore de nuestros días. Tiene por ello las claves de intriga y entorno romántico, en el sentido de romanticismo, de las que suelen carecer las versiones más epidérmicas y adictas al sobresalto fácil y en muchos casos gratuito que suelen llenar la cartelera de aparecidos, espíritus y criaturas del más allá en los últimos tiempos.

No hay aquí sitio por tanto para el despliegue de vísceras o el desvarío sangriento. De hecho en su primera parte la película me recordó algunas historias de corte más de intriga siniestra que fantasmagóricas propiamente dichas incluidas en las peripecias literarias de Sherlock Holmes. Posiblemente porque la protagonista, ejemplarmente encarnada por la atractiva Rebeca Hall, compone un personaje enigmático capaz de abordar las apariciones fantasmagóricas como una especie de variante femenina del escéptico detective creado por Arthur Conan Doyle cuando investigaba los ataques del sabueso de los Baskerville, o ya puestos en una clave de versión más joven de la escéptica aplicada a desenmascarar estafas sobrenaturales que interpreta Sigourney Weaver en Luces rojas, de Rodrigo Cortés.

Pero eso es en los primeros compases de la película. Metidos ya en la harina de lo inquietante, la trama cobra una nueva naturaleza que acerca La maldición de Rookford a títulos como Suspense (The Innocents), dirigida por Jack Clayton en 1961, Los otros, dirigida por Alejandro Amenabar en 2001, o El orfanato, que puso en pantalla Juan Antonio Bayona en 2007. En este tipo de historias, al contrario de lo que ocurre con las películas de susto o gore más simplonas, la clave no son los efectos especiales sino la construcción y desarrollo de personajes, asociados a una puesta en escena y unos decorados que le dan su máxima expresión a lo tenebroso. De todo ello tiene, y mucho y de calidad, esta película que va desgranando la historia de todos los implicados en la fábula jugando con el descubrimiento y la explicación de secretos anclados en el pasado de los habitantes de un colegio en el que ha corrido la voz de una aparición fantasmal relacionada con la muerte de uno de los alumnos.

La película sabe atraparnos por esas historias aparentemente secundarias que en realidad son algo más que piezas complementarias de la historia principal y otorgan a la misma –en definitiva una historia de fantasmas al uso, algo tópica en determinados momentos-, un mayor interés del que legítimamente conseguiría limitándose a desarrollar al fórmula habitual sin esos complementos. Un ejemplo de la solidez dramática de los mismos la encontramos en el personaje del veterano herido física y emocionalmente en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, al que da vida Dominic West, o en el ama de llaves Maud encarnada por Imelda Staunton. Ambos personajes podrían haber formado parte del elenco de las series Arriba y abajo y Dowton Abbey sin desentonar en absoluto y prestan eficaz servicio como respaldo a la protagonista, un personaje quizá más tópico pero igualmente solvente para los menesteres que debe desempeñar en esta intrigante fábula.

Cabría sin embargo hacerle una crítica a la película en lo referido a su desenlace, que por un lado es algo previsible, y por otro juega una arriesgada baza de complejidad quizá innecesaria, ingeniando una explicación para unir con un vínculo sólido a los tres personajes citados con una explicación ligeramente que pone en tensión la credulidad del espectador y tiene cierta tendencia a acumular varios finales, como si no tuviera confianza en la conclusión que nos propone. No es extraño: creo que el desenlace no le hace honor al planteamiento inicial ni al excelente trabajo de localización, diseño de producción e interpretación. La explicación final de los distintos acontecimientos que nos han sido narrados desde el principio resulta en el tercer acto ligeramente insatisfactoria y por debajo de las expectativas creadas por el primer y segundo acto. Ese desequilibrio entre los momentos finales, atropellados y dando la impresión de que hay que salir del enredo tramado previamente de algún modo, cayendo además en la trampa de meterse en un huerto mortal para alguno de los personajes principales que se traduce en un callejón sin salida y en una especie de arrepentimiento de lo propuesto que no se daba en Suspense, Los otros o El orfanato, más valientes y decididos a la hora de culminar su historia.

Pero incluso con todo ello, el gran trabajo desplegado en el arranque y el desarrollo de la historia y su elegancia a la hora de presentar personajes y ambientes hacen de esta película una de las propuestas más interesantes de intriga de fantasmas que ha llegado a la cartelera en los últimos años, tirando de puesta en escena inquietante para no caer en la trampa de la casquería gratuita y los sustos fáciles.

Miguel Juan Payán

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