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viernes, abril 19, 2024
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Las Sesiones ****

Las Sesiones ****

Conmovedora historia en clave de comedia con un sensacional reparto. Tan sensacional es el reparto y tan interesante y por momentos brillante es la película, que resulta extraño que no haya sido una de las nominadas en los Globos de Oro y los Oscars, que han terminado por acordarse sólo de la maravillosa interpretación de Helen Hunt, dejando de lado al resto del reparto y la película, una pequeña joya que recuerda a otras que sí están nominadas, como El Lado Bueno de las Cosas. Para que nos entendamos, es una película que habla de algo realmente triste o desafortunado, como es la invalidez de un ser humano, pero lo hace desde un punto de vista optimista y sencillo, sin caer en el melodrama o hacer que la situación pase por lágrimas y desgarro emocional. Aquí los personajes son más reales y cercanos que todo eso, más humanos, más de carne y hueso, y aceptan lo que la vida les ofrece con una sonrisa mejor que con una lágrima. Al final es lo que nos hace tirar hacia adelante.

Lo de la ausencia de nominaciones a los Oscars es curioso porque es el tipo de película que en la Academia de Hollywood suele gustar y mucho, si no para ganar, al menos sí para nominar, y la interpretación de John Hawkes recuerda a otras que sí obtuvieron el reconocimiento merecido con películas como Mi Pie Izquierdo, protagonizada por Daniel Day Lewis, nominado (y posiblemente ganador) este año por Lincoln. Quizá los miembros de la Academia empiezan a cansarse de que se les acuse de sólo acordarse de los actores cuando hacen papeles de personas con discapacidad física o mental. Poco probable cuando El Lado Bueno de las Cosas está nominada, por ejemplo. Otra posibilidad es que la película haya pasado desapercibida, pero la nominación de Helen Hunt hace pensar que tampoco. O tal vez había demasiadas películas buenas en la terna de posibles nominadas y a Las Sesiones le tocó quedarse fuera.

Sea cual sea el caso, nos encontramos ante una película sencilla y sin muchos alardes, que nos traslada a finales de los años ochenta, y nos cuenta un momento, un instante en la vida de Mark O’Brien, un hombre que padeció la polio de niño, lo que le ha dejado postrado en una cama de por vida, sin poder mover más que la cabeza, lo que no le ha limitado en la vida. Poeta y periodista, acaba de perder a un gran amor, pero eso no le impide seguir tomándose la vida con humor e ironía, seguir siendo creyente (acude a confesarse con su párroco asiduamente) y no rendirse. Sus problemas, o su salvación, llegan cuando le piden escribir una serie de artículos sobre los discapacitados y el sexo, lo que le lleva a plantearse su vida y desear explorar por primera vez esa experiencia para escribir de primera mano. Así que contrata a una terapeuta sexual que le abrirá los ojos a un nuevo mundo de sensaciones, aunque quizá sea él quien termine por abrirle los ojos a ella y a todos los que le rodean.

Una de las cosas que más gratamente sorprenden de Las Sesiones es su tratamiento del sexo, lejos de exhibicionismos vacíos, guerras pasionales en la cama o conquistas eróticas, es una película que gira en torno a la sexualidad pero desde el prisma de la comprensión y el contacto físico como algo imprescindible para la madurez emocional. Visto con humor, a veces con miedo, con ternura y con elegancia pese a los desnudos constantes, la película se mueve como pez en el agua con uno de los temas tabú de Hollywood porque ni juzga a los personajes (y el componente religioso podía haber hecho que las cosas tirasen por ese camino), ni dramatiza el sexo. Dramatiza lo que puede suceder antes o después, las implicaciones emocionales, lo que da forma al ser humano, no el acto en sí.

El veterano director y guionista Ben Lewin, casi un desconocido pese a llevar trabajando en la industria desde mediados de los setenta, centra su historia en los personajes y el humor, en lo cotidiano, en lo que cualquier, postrado en una camilla o no, puede identificarse y hacerle sonreír cuando piensa en el sexo y sus primeras veces. Las hilarantes confesiones con el cura, las charlas con la terapeuta tras las sesiones, la cuidadora del protagonista con el dueño del motel que visitan mientras espera… Todo resta gravedad a la situación de O’Brien, haciendo olvidar su sufrimiento. O, mejor dicho, haciendo que no nos compadezcamos de él.

Y para darle vida un John Hawkes que se ha convertido en un auténtico camaleón y al que veremos en nada en Lincoln en otro brillante papel, aquí sin moverse, pero ejerciendo de núcleo de la historia merced a su voz y su mirada. Sin forzar nunca la situación. Sensacional. Acompañado de una brillante Helen Hunt, valiente en sus desnudos, pero más valiente a la hora de mostrar las emociones de un personaje hermético a ellas en apariencia. O ese sacerdote que moldea la religión según conviene, con infinita paciencia, interpretado por el genial William H. Macy. Sin olvidarnos de Moon Bloodgood, Adam Arkin, W. Earl Brown o Rhea Perlman.

Hay drama, por supuesto, pero muy bien colocado y muy elegantemente resuelto. Los celos del marido de Hunt, las brillantes escenas de despedidas, sean en un parque o en la puerta de un motel, la desgarradora escena en la que O’Brien cree que va a morir… Magnífico todo hasta llegar al final, donde el director, incomprensiblemente, opta por un final melodramático, previsible y visto una y mil veces, optimista pero simplón. Lejos de la compleja sencillez del resto de la película. Lejos de su magia. Es un leve borrón que no empaña una película magnífica, provocadora en sus temas y planteamientos, inteligente, divertida y que apetece volver a ver, que no destaca el problema de su protagonista, sino lo que aporta a las personas que le acompañan en su vida. Pero al final puede que sea eso lo que la ha mantenido alejada de los premios… Quién sabe.

Jesús Usero.


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