Thriller erótico con alma de cine negro y dos protagonistas de lujo. Eso es lo que esconde Lo mejor de Eva en su poco más de hora y media de metraje y en el que supone el retorno de Mariano Barroso a la gran pantalla, con una historia que tiene alma de película de cine negro de los cuarenta pasada por el tamiz de obras como Fuego en el Cuerpo, pero que también plantea una curiosa variante de ese juego de poder entre hombre y mujer, convirtiendo aquí al hombre en el objeto de deseo, la femme fatale de la historia, la perdición y el alivio de la protagonista, una juez que ostenta el poder pero que no tiene vida personal.
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La trama incluye un asesinato de una joven de Europa del Este y la investigación que lleva a cabo la juez a la que le toca el caso, tratando de poner entre rejas a lo que ella supone que es un animal, un lobo con piel de cordero en la carne de un empresario. Ahí es donde aparece Rocco, un gigoló que es capaz de volver del revés el mundo de Eva y que asegura tener la clave para encerrar al asesino y retirarlo de la calle. Aunque el precio de esa clave puede llevar a Eva a la destrucción personal y profesional. Es una trama lo suficientemente interesante como para no aburrir jamás durante el metraje, y Barroso es un director muy inteligente que se deja llevar por sus personajes, dejando que sean sus acciones las que relatan la historia. Dejando que sea la relación de Eva y Rocco la que convierte el relato en algo eléctrico.
Eso hace que el inicio de la historia nos recuerde casi a No Habrá paz para los Malvados, aunque Lo Mejor de Eva pronto toma otros caminos. Es cierto que es un thriller erótico, pero no cansa con el sexo, no abusa de él. Tiene mayor interés por las escenas de pasión o ternura que por las de sexo, lo que hace que hasta muy entrada la película, casi en su último tercio, no haya una sola escena de sexo. Hay química y tensión sexual. Y un juego de miradas entre Leonor Watling y Miguel Ángel Silvestre sobre el que se orquestra todo lo demás. Ambos están soberbios en sus papeles, honestos con sus personajes, sin artificios. Pero lo de Watling con sus miradas… no tiene precio. Su excelente química es el motor de la película.
Pero, claro, lo es a costa de otras cosas. La trama de misterio pronto queda en segundo o tercer plano. Hay momentos en los que las situaciones bordean el ridículo (Rocco pidiendo una cena a Eva a cambio de su testimonio) y aunque no se deja llevar por el morbo, el espectador está más intrigado en saber lo que sucederá con el supuesto asesino que en ver a los personajes retozando en la cama. O la relación padre/hija de Eva y su padre deja al personaje de la hermana que interpreta Adriana Ugarte demasiado esquemático. Con todo es una película muy apreciable en nuestro cine, que deja un buen sabor de boca y que nos trae más cine de género a nuestro país.
Jesús Usero
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