Crítica de la película Lo Nunca Visto.
Comedia sencilla y a veces algo simple.
Una trama que busca ser conciliadora, “buenrrollista”, positiva y una batalla más contra el racismo y la xenofobia, y lo consigue en determinados momentos, pero en otros peca de tópica y previsible, cuando no cae en lo ridículo o en lo ofensivo, no para la cultura de cada uno, ni para las razas, sino para la inteligencia del espectador. No es la tónica general de la película, pero sí es cierto que cae en esos tópicos y en ese juego demasiado a menudo, restándole méritos a una película que es divertida, sin duda, y que hace reír a la gente, que es su principal objetivo, pero no termina de quedar del todo redonda por varios motivos, y deja la sensación de que podía haber sido menos obvia… Menos evidente en su camino educador para la audiencia.
La trama es tan alocada como prometedora. Un pequeño pueblo perdido en la sierra, rival de sus vecinos de abajo, que tienen mejor suerte que ellos. Pese a sus intentos por resucitar el pueblo de cara a la gente, el pueblo se muere y ya no tiene ni 20 habitantes. Si no aumenta su población antes de que lleguen las elecciones, el pueblo será absorbido por sus vecinos y perderán su ayuntamiento, su médico, las quitanieves en invierno… hasta el cura. La solución llega de donde menos lo esperan. Cuatro personas han huido por el monte. Son africanos y en los medios dicen que son peligrosos, pero el pueblo pronto descubrirá que quizá sean la única oportunidad que tienen de salvarse, aunque eso les obligue a superar sus miedos, sus prejuicios y aprendan a convivir.
Aprovechando los tópicos de uno y otro lado, la película hace reír sanamente, con la intención de derribar todos esos tópicos, para unir a la gente y hacernos entender que no somos tan distintos y que no hay más razas que al raza humana. Sin duda una intención loable, pero la película a veces es demasiado simple, que no sencilla, demasiado obvia, demasiado burda, pese a que en otros momentos hace reír y mucho. Le falta quizá una vuelta de guión, sobre todo en un tramo final en el que nada tiene sentido, el humor casi desaparece, y se presentan personajes que, o bien no han sido aprovechados (los alcaldes) o porque surgen de la nada y tenían mucha miga (la mujer del alcalde del pueblo vecino).
Carmen Machi y Pepón Nieto disfrutan y hacen disfrutar con sus personajes, sí, pero no pueden salvar los muebles siempre, ni ellos ni el resto del buen reparto. Cuando la película opta por lo más obvio en lugar de ponerse a ser políticamente incorrecta. El final es buena prueba de ello, donde nada encaja y todo pasa demasiado deprisa, como si no quedase presupuesto y se acabase el rodaje, y alguien hubiese escrito un final deprisa y corriendo antes de que se acabe el tiempo… Seguro que la audiencia se reirá y sus intenciones eran más que loables, pero cinematográficamente, sobre todo en su guión, había que exigirle más.
Jesús Usero
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