En 1935 Alfred Hitchcock estrenó una de las más famosas películas de su época británica. Los 39 Escalones era una estupenda adaptación de una novela de John Buchan, en la que un hombre llamado Richard Hannay se ve inmerso, sin quererlo ni pretenderlo, en una trama de espionaje que le lleva a tener que huír de las fuerzas policiales londinenses. La película del maestro del suspense fue reconocida como una obra maestra, a pesar de tomarse importantes licencias respecto a la novela, y contenía ya muchos de los aspectos redundantes en varias de las más recordadas obras del director, como la confabulación contra un inocente, su posterior y desesperada huía, y, por supuesto, el mcguffin, esa excusa perfecta que daba pie a toda la historia y de la que poco, o nada, sabemos hasta el desenlace.
El 28 de diciembre de 2008, la BBC estrenó una nueva versión de la novela de Buchan, una lujosa y ambiciosa revisión televisiva de la historia que mantenía alguno de los importantes cambios introducidos por Hitchcock, y, lo que es mejor, toda la atmósfera de suspense que envolvía aquella maravilla de 1935. La prestigiosa cadena pública británica produjo lo que aquí, a veces despectivamente, denominaríamos una tv-movie, de una calidad que si conociésemos aquí nos haría abandonar el carácter despectivo del término. Los ingleses pusieron toda la carne en el asador, se gastaron una buena cantidad de libras en volver a recrear las peripecias de ese Richard Hannay envuelto en una tétrica conspiración y presentaron una obra que sirve para presentar la historia a una nueva generación de espectadores (más afín al color, frente al glorioso blanco y negro de la de Hitchcock), al tiempo que homenajea e impulsa a revisar aquella antigua y maravillosa película. Viendo este eficaz remake, uno recuerda lo que hacía el propio cineasta británico: rodar nuevas versiones de sus películas con el objetivo de que, en una época en la que no había dvd ni la actual oferta televisiva, muchos podían quedarse sin admirar obras mayúsculas, como El Hombre que Sabía Demasiado, que contó con dos versiones en 1934 y en 1956.
Efectivamente, Los 39 Escalones, versión 2008, es un remake efectivo, fiel, bien escrito, bien rodado y magníficamente interpretado. No cuenta en su reparto con rostros conocidos, pero sí con competentes intérpretes, en la mejor tradición de la escena británica. Rupert Penry-Jones es el protagonista, quien pone rostro a Richard Hannay, un actor competente al que hemos podido ver en papeles pequeños en producciones como Match Point. Lydia Leonard es la chica de la función, un personaje repleto de sorpresas que representa el interés romántico del protagonista, lo que supone una importante modificación respecto a la novela, en la que no había espacio para el romanticismo, algo que también incluyó el astuto Hitchcock. Y junto a ellos, un nutrido grupo de solventes actores, casi todos ellos pérfidos espías que tratan de conspirar contra la paz mundial planificando el atentado que daría lugar a la Primera Guerra Mundial.
En lo que sí coinciden la novela y esta producción es en la existencia de esos treinta y nueve escalones como elemento físico. Esos escalones existen, y conforman un camino decisivo en la resolución de los enigmas que la trama plantea. Hitchcock, por su parte, convirtió a esos treinta y nueve escalones en una organización clandestina, responsable de las penurias de Hannay.
Existen otras dos versiones de la novela de Buchan. En 1959 Ralph Thomas dirigió una olvidable película protagonizada por Kenneth More, y el interesante Don Sharp, responsable de muchas entrañables series B en los 60 y 70, dirigió en 1971 otra versión, más decente que la de Thomas, pero mucho peor, en mi opinión, que la de Hitchcock.
Esta versión televisiva se la debemos a James Hawes, eficaz artesano que ha firmado episodios de series ambiciosas de la propia BBC, como Dr. Who o Merlín.
No es posible adquirir esta obra en dvd en nuestro país, aunque sí está disponible en el mercado de importación. Quien no haya visto la maravilla de Alfred Hitchcock, que lo haga ya, y quien sí la haya visto, tiene la oportunidad de volver a disfrutar con una entretenida historia de suspense y espionaje, no tan grande como aquélla que protagonizaron Robert Donat y Madeleine Carroll, pero sin duda interesante…