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jueves, mayo 2, 2024
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Los amos de Brooklyn ***

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Intensa e incluso me atrevería a decir que siniestra película de policías quemados, Los amos de Brooklyn es un ejercicio de cine policíaco con muchas cosas interesantes manejado con un protagonismo a tres bandas en el que funcionan bien dos –la referida al policía infiltrado y la referida al policía corrupto-, y no tan bien la tercera –con Richard Gere en el papel de policía veterano a punto de jubilarse y que pasa de todo-, pero que en su conjunto es un interesante viaje a las profundidades del infierno urbanita estadounidense y una invitación a valorar más en justicia el entorno menos infernal que nos rodea.

Antes de nada, una aclaración sobre por qué le pongo cuatro estrellas. Lo primero que el tema de las estrellas, que tanto parece interesarle al personal, a mí no me gusta, no me cuadra y no me convence. No explica nada. Hay que leer la crítica para que quede más clara esa calificación tan reduccionista. Esta película tiene momentos de cuatro estrellas, otros de tres, y alguno hasta de dos, pero al final siempre me decanto por poner la calificación más alta en las estrellas, porque no me pagan para ser un cabronazo en primer lugar, porque no soy la voz de Dios en segundo lugar, y porque hacer cine conlleva mucho curro, implica a mucha gente, y además por lo que se refiere al público para los gustos se hicieron los colores, y te puede gustar algo muy malo, aunque sepas que es malo, o abominar de algo muy bueno, aunque sepas que es muy bueno. Cuestión de percepción personal. Por otra parte, mis estrellas no son las mismas del resto de mis compañeros, y viceversa, porque afortunadamente no todos pensamos lo mismo, lo cual que, como ya he dicho en alguna ocasión, cuatro estrellas mías no equivalen a cuatro estrellas de Jesús Usero, por ejemplo, y viceversa. De ahí que la calificación de estrellas no sea estándar no sólo en esta página o en la revista Acción, sino en ningún medio. Por el contrario, es altamente caprichosa y en mi opinión poco fiable. La pasada semana, sin ir más lejos, veía en la clasificación de un suplemento de periódico de los viernes dos estrellas para Cowboys y Aliens y una estrella para la última película de Almodóvar. Saque sus propias conclusiones, pero no duden que lo que hay que leer es la crítica para aclararse realmente de qué y cómo pensamos sobre las películas que comentamos.  Aclarado el estrellado asunto, sigo con el comentario de la película.

“No es el bien y el mal, es el más bien y el más mal”. La frase sirve como punto de arranque del relato en una escena que marca el tono y el ritmo de cómo se van a suceder los acontecimientos en el relato a partir de ese momento.

Para empezar el dibujo que nos hace el director de la ciudad desde el primer momento es el de una pesadilla de ladrillo y asfalto acompañada por una premonitoria música que desde el primer momento nos marca lleva a contemplar a los personajes principales y las cohortes de personajes secundarios que los rodean –incluyendo a Wesley Snipes en un papel muy curioso de tipo recién salido de la cárcel y amenazado con volver a prisión que sin duda tiene mucho en común con la situación vivida por el propio actor en los últimos tiempos- como una especie de avalancha o derrumbe de cascotes que se dirigen hacia el colapso en un cruce final que efectivamente se produce, aunque con resultados menos interesantes de los previstos. Para entendernos, la fórmula no es nueva, sino que bebe de las novelas policíacas de Joseph Wambaugh, que a su vez inspiraron a otro grande del género en lo literario, James Ellroy, y la película no alcanza el nivel de gran guión y perfecto ritmo hacia el final que tenía, por ejemplo, la mejor adaptación de las obras de este último: L.A. Confidential. Cierto es que hablamos de una aproximación diferente al género policíaco, pero en lo referido a tratar con múltiples personajes, desarrollar un puzzle de historias que acabarán entrecruzándose y demás, el modelo de L.A. Confidential sigue siendo el válido por sus logros narrativos, no alcanzados por el desenlace de Los amos de Brooklyn.

No obstante la película nos envuelve muy bien en su trama jugando con claves que son influencia directa de las últimas producciones de televisión dedicadas a estos menesteres, como The Shield, por encima de la ley o The Wire, a las que les debe mucho. También tiene algunos planos que fácilmente nos recuerdan el ritmo del docudrama Cops, e incluso algunas piezas de noticias para televisión con los coches minúsculos contemplados a vista de pájaro tras el asesinato a tiros de uno de los personajes principales, por ejemplo.

Junto a las novelas de Wambaugh y las mejores adaptaciones de las mismas, Los nuevos centuriones, La patrulla de los inmorales y El campo de cebollas, que son una presencia constante sobre todo en la trama que rodea al poli veterano interpretado por Richard Gere, la segunda influencia sería por tanto la de las producciones y el estilo de narrar televisivo, completándose el puzzle de influencias con el tipo de relato a varias bandas manejado en películas como Traffic o Crash, que hacen del montaje una pieza clave y protagonista de la forma de narrar, saltando de una trama a otra.

Completado ese cuadro de claves que conforman el estilo y la verdadera naturaleza de Los amos de Brooklyn, ejercicio por tanto de protagonismo coral a tres bandas, tengo que insistir en que lo mejor corre por cuenta de las historias que protagonizan Don Cheadle y Ethan Hawke, el poli infiltrado y el poli corrupto. Ambos son personajes en la frontera, a punto de pasar al otro lado de la ley, lo que les convierte en sujetos particularmente interesantes, alejados de la moralina fácil y el blanco y negro, ya que están rodeados de tinieblas grises. En ambos casos el guión acierta a pintarnos sus vidas y sus dilemas con muy poco despliegue de metraje, apenas con apuntes que sin embargo construyen a la perfección el mundo en el que se desenvuelven y los conflictos a que se encuentran sometidos.

La parte más endeble del relato es la que protagoniza Gere. Y no es por culpa del actor, que hace un buen trabajo ante la cámara, aunque le han enchufado un personaje devorado por el tópico. Es así desde su primera aparición, una especie de variante de la presentación de Mel Gibson en Arma letal, con intento de suicidio incluido, topicazo al canto. Prosigue su recorrido como si fuera una variante del personaje interpretado por Paul Newman en Fort Apache: el Bronx, ganando la partida el personaje de Newman. Y para culminar ese paseo por los tópicos y la falta de originalidad, remata la jugada con una relación con una prostituta que parece el reverso tenebroso de Pretty Woman, que incluso en su mejor frase –“no sé cómo quieres que sea”, es un tópico. Lo mejor del personaje de Gere es el desenlace, que es el momento en que más se acerca a la intensidad de los mundos vividos por los otros dos protagonistas, pero la conclusión del mismo acaba también con esa magia. Todo en el tratamiento de ese personaje,  desde la primera vez que lo vemos en el vestuario de la comisaría, rechazado por sus compañeros y encadenando visualmente esa aparición con la frase del jefazo en la que afirma que unos polis corruptos no van a poner en entredicho la moral del resto del cuerpo (lo que anticipa ese final del que hablaba), hasta el tono rojo de la fotografía en las luces “infernales” que alumbran su relación con la prostituta, está tratado con una falta de originalidad pasmosa, especialmente considerando el buen trabajo en los otros dos personajes protagónicos de la película.

De manera que al final queda una sensación algo agridulce. Es un buen ejercicio de cine policíaco que merece la pena ver, pero con un tratamiento más serio y menos conformista del personaje de Gere habría llegado a ser una película mucho mejor.

Miguel Juan Payán

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