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sábado, julio 27, 2024
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Los hombres que miraban fĂ­jamente a las cabras **

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Aunque se ha demostrado por activa y por pasiva que la gente no está interesada en ver películas sobre Irak, como en su momento sucedió con Vietnam, porque no es una guerra popular y la gente empieza a estar cansada del asunto (ni siquiera la brillante y nominadísima En Tierra Hostil tuvo respaldo del público), lo que no evita que los productores y guionistas de Hollywood sigan metiendo mano en el tema como muestra recurrente de lo que sucede en el mundo hoy día, con un punto bastante importante de pesimismo, desencanto y sensación de pérdida de tiempo, que es lo que la gran mayoría de Hollywood piensa del tema. Por ese lado nos llega Los Hombres que Miraban Fijamente a las Cabras, una fábula antimilitarista que gozó de algo más de repercusión en taquilla, gracias a su reparto, y de nuevo ambientada en Irak y la maldita guerra.

La historia viaja y navega entre dos aguas, dos espacios temporales, uno situado al principio del conflicto en Irak, y otro que transcurre desde la guerra de Vietnam hasta los años ochenta, por donde navegan los personajes con mayor o menor fortuna. Porque ese es uno de los problemas de la película, su halo de trascendencia disfrazado de comedia seria, que acaba por resultar justo lo opuesto, intrancesdente, sosa y hueca en su mayor parte, porque quiere abarcar mucho, demasiado. EN sólo una hora y 25 minutos de metraje, quiere resolver de golpe todos los conflictos bélicos, dar un repaso a los militares y sus ideas peregrinas y hacer una declaración antibélica y antimilitarista, todo en uno. Y eso mientras pretende hacernos reír todo el camino. A veces, menos es más. Otras es simplemente menos.

Ewan Mcgregor da vida a un periodista que descubre, por casualidad, la historia de un grupo de militares que son adiestrados para asuntos mentales, tales como leer mentes, espiar a distancia, controlar al enemigo e incluso matarlo. Algo que se niega a creer pero que acaba arrastrándole en un viaje por Irak, acompañado de Gerorge Clooney, uno de esos soldados, que se llaman Jedis, quien durante su alocado viaje le cuenta como su unidad se formĂł, como fueron adiestrados, quĂ© trucos aprendĂ­an… Dos historias paralelas que se unen al final de la pelĂ­cula, pero que resultan fallidas por exceso o defecto. No llega a desarrollar las situaciones y los personajes de modo que nos importen realmente. Son meras marionetas o dibujos, meros bocetos, no personas de carne y hueso. Sus historias son una acumulaciĂłn de anĂ©cdotas, algo que queda claro en la presentaciĂłn del personaje de Clooney y como cuenta su historia y la de sus compañeros, a travĂ©s de pequeños pasajes sin un hilo argumental claro hasta que aparece el personaje de Kevin Spacey, desaprovechado a todas luces. Su presencia da algo de sustancia a la historia, proporcionando una trama, aunque algo infantil, que no termina de arrancar ni convencer por seguir siendo parte del cĂşmulo de anĂ©cdotas que la pelĂ­cula narra.

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Todo ello podrĂ­a ser disculpable si la pelĂ­cula funcionase en su principal medio, que es el de la comedia. Pero es que Los Hombres que Miraban Fijamente a las Cabras no es divertida. No consigue hacernos reĂ­r, ni da en el clavo en cuanto al tono irĂłnico que intenta llevar y que se ve salpicado por situaciones pretendidamente cĂłmicas que no siempre consiguen su objetivo. Si es cierto que durante el metraje hay momentos memorables. Las bromas sobre Jedis, con Ewan McGregor, que dio vida a un Jedi en pantalla, poniendo cara de que le están tomando el pelo, la cabra y el hospital para cabras, el viaje de autodescubrimeinto de Jeff Bridges antes de iniciar el entrenamiento de lso soldados, la filosofĂ­a de estos de vencer al enemigo mediante la paz y el amor, la escena con Robert Patrick (un personaje que merecĂ­a más tiempo en pantalla), argumentando los motivos reales de la guerra y su presencia en Irak… Pequeños detalles aislados que nos arrancan una sonrisa, pero que no logran elevarse entre el maremágnum de ideas.

Algo de culpa en todo ello debe tener Grant Heslov, el director de la cinta, quien ha sido anteriormente productor de otras películas de Clooney, quien no logra hacernos reír, ni sentir una mínima empatía por sus personajes. En esta el problema reside en que están tan alienados que es difícil no tomarlos en broma a todos. No hay apenas humanidad en ellos (como si fuesen dibujos animados, recibiendo golpes continuamente), hasta que no llegan los últimos 10 minutos de proyección, cuando ya es demasiado tarde para ello. Si hubiese puesto algo más de interés por los pequeños detalles, no intentar hacer reír de, por ejemplo, George Clooney y su melena con bigote, la cosa habría sido diferente.

Y el hecho de navegar por las aguas de la crĂ­tica y la ironĂ­a disparando a todo lo que se mueva con respecto a la guerra. La prensa, las corporaciones, el ejĂ©rcito, Vietnam, Irak… No concentrarse sĂłlo en algo hace que le falte metraje, y mala uva, para acertar con la mayorĂ­a de cosas.

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Entre todo ello los actores (un excelente McGregor, un genial Jeff Bridges, un competente George Clooney y un Kevin Spacey algo soso) son lo más interesante de una película simpática pero fallida, que a veces consigue entusiasmarnos pero que no logra atrapar una idea el tiempo suficiente para poder desarrollarla y llegar a buen puerto con ella. Son, sin duda alguna, un motivo más que suficiente para ver la película, acompañados por un buen elenco de secundarios y rostros populares, pero no es suficiente para que resulte una buena película. A veces suele pasar con esta clase de libros adaptados al cine. La adaptación se queda a medio hacer, y la película acaba resultando carente de sustancia.

Quizá la próxima vez.

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