Divertida y muy eficaz comedia que mantiene el nivel de las películas de Gru.
Los Minions siempre me han parecido lo mejor de las películas de Gru y finalmente han recibido la atención que se merecen en este sólido largometraje que en mi opinión cumple de sobra con las expectativas creadas en torno al protagonismo de estos infalibles payasos que son los secuaces ideales y la máquina perfecta de caos para generar risas. Risas garantizadas, buen ritmo de narración, gags que funcionan y una manera de entender la animación como chiste constante son las mejores armas con que cuenta esta precuela de Gru, mi villano favorito, y Gru 2. Mi villano favorito para hacer honor a sus precedentes y no dejar notar desgaste alguno en su fórmula, que sigue funcionando como una de las maquinarias de humor en dibujos animados más eficaces que ha cocinado el cine en los últimos tiempos. Los Minions llegan a la pantalla con su primera aventura como protagonista acompañados por una nutrida colección de guiños y referentes, que además no sólo son visuales, sino que también incorporan referentes musicales, con una banda sonora de lujo que marca el pulso emotivo de la fábula. Construida como un relato de viaje y aventuras que se extiende desde tiempos prehistóricos –dinosaurios incluidos- hasta finales de los sesenta, y encaja como un guante hecho a medida en el binomio de películas protagonizadas por Gru, lo que más llama la atención de este largometraje es que para ser la tercera película de una franquicia muestre tanta vitalidad y originalidad y dejen todavía la sensación de que queda aún mucho más por contar en esa especie de universo paralelo creado por la paródica mirada de de los creadores de esta saga a algunos de los rasgos más destacados de la cultura popular. El juego con el duelo entre el bien, el mal y la inocencia de los Minions sigue siendo una eficaz maquinaria para mantener interesado al espectador en esa especie de juego de darle la vuelta a todo y mirar las cosas desde el punto de vista de los antagonistas. El difícil equilibrio para mostrar que no hay que juzgar el libro por las tapas y la sátira del maniqueísmo facilón siguen oficiando como epicentro de la trama, pero en este caso el recorrido de los protagonistas a la búsqueda del jefe villanesco que los lidere se convierte en una galería de gags bien hilvanados cuyo humor recorre todo el amplio espectro de resultados de la comedia, alternando con habilidad de volatinero audaz todo tipo de acrobacias con el gag que van desde la explotación del amplio abanico de posibilidades de crear humor visual ya desde la propia apariencia de los Minions, hasta los chistes verbales y la explotación y demolición de los tópicos. Hay también algo de crítica a las necesidades de autoafirmación en manada y el despliegue de fanatismo afectuoso en esa permanente necesidad de seguir a un líder fuerte pero perverso que experimentan los miembros de la tribu de Minions como si fuera una especie de carencia afectiva, lo cual, por el camino de la broma y la diversión en dibujos animados, nos conduce a una mirada crítica más profunda sobre el falso liderato incapaz y chapucero frente al liderato auténtico, capaz y resolutivo, y las carencias afectivas como motivación de los villanos de ficción que bien pueden ser imágenes exageradas pero no por ello menos válidas como advertencia de los devastadores efectos de la egolatría y la sectaria entrega de la masa de individuos a los sistemas autoritarios y/o populistas. La idea está ahí, en el cartel de Nixon, en esas escena de los Minions en el hotel mirando el programa de televisión son muy elocuentes a la hora de exponer este aspecto esencial del relato que lo convierten en una buena propuesta de reflexión sobre lo que está ocurriendo en la política en esta época nuestra tan convulsa… Lo realmente válido es que la película aborda esos asuntos con una flexibilidad y un despliegue de humor e imaginación que proporciona uno de los mejores ratos que puede pasar uno en un cine en estos días.
Miguel Juan Payán
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