Crítica de Los Ojos de Tammy Faye
Crítica de la película Los Ojos de Tammy Faye
Los actores, especialmente Jessica Chastain, levantan un proyecto que no termina de convencer.
Y una vez terminada la proyección uno tiene claro que hay elementos a rescatar en la película, más allá de la labor de su reparto, pero que en líneas generales, Los Ojos de Tammy Faye se disipa en banalidades y no entra a descubrir lo verdaderamente interesante de esta historia de ambición y poder, pero también de fe e ingenuidad. En esa situación lo que nos queda como espectadores es un producto a medio gas entre lo que podía haber resultado y lo que finalmente es. Una historia real que quiere ser un fiel biopic pero que no entra demasiado en lo verdaderamente interesante, quizá por no ofender a nadie, quizá porque no sabe hacerlo.
Tammy Faye y su marido Jim Bakker fueron dos de los telepredicadores más populares de la historia, creadores de una cadena de televisión cristiana que congregaba a 20 millones de espectadores al día en todo el mundo, y líderes de un imperio que llegó a crear hoteles, restaurantes y hasta un parque de atracciones de temática religiosa. Por eso su caída en desgracia fue tan sonada, con un escándalo de enorme proporciones entorno a la malversación de los fondos de la cadena y el enriquecimiento de ambos personajes debido a todo aquello. La película refleja el auge y caída de los Bakker pero a través de los ojos de Tammy Faye y de su visión sobre lo sucedido, muchas veces la de una víctima.
Jessica Chastain es uno de los motivos para ver la película, si no el principal motivo. La actriz se mantiene al frente de esta historia con todo ese maquillaje, contra viento y marea, con un guión endeble, y no sólo hace que nos interesemos por todo lo que rodea al personaje, sino que nos la creemos siempre hasta el punto de hacer apetecibles los momentos más blandos de la historia. Muy bien acompañada por Andrew Garfield, por una maravillosa Cherry Jones o Vincent D’Onofrio, aunque éste último esté muy desaprovechado. Porque esa es una de las tragedias de la película, desaprovechar momentos y personajes. En su camino, la película obvia muchos temas interesantísimos (la oposición de Tammy Faye a ciertas ideas, la posible orientación sexual de un personaje, la guerra contra el personaje de D’Onofrio…) y se decanta por lo más trillado.
El director, Michael Showalter, es experto en comedia y ha dirigido películas tan interesantes como The Big Sick u Hola, Mi nombre es Doris. Pero aquí su dirección, visualmente hablando, resulta plana y carente de personalidad. Poco interesante. Un gran trabajo de actores, quizá excesivo en el tema de maquillaje, pero carente de algo que lo haga especial visualmente. Correcto, sin más. Y eso sería más que suficiente si el guión acompañase, pero no lo hace. No quiere entrar a fondo en los problemas de la pareja protagonista, en los asuntos más turbios, en el fango real (no en el morbo ridículo, hay que diferenciarlo) que define una gran historia de un telefilm. La película prefiere no ofender a nadie demasiado y se queda en un territorio muy seguro, pero mucho menos interesante, pese al enorme esfuerzo del reparto.
Jesús Usero
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