Vamos a divertirnos un rato. Vamos a echarnos unas risas.
Ese parece ser el objetivo que se planteó Robert Rodríguez cuando empezó a dirigir y sin duda es el que rige en el caso de Machete, película que ya de partida surge como una broma, un falso tráiler para incorporar a su último proyecto junto a Quentin Tarantino, Grindhouse, y que luego ha sacado adelante como largometraje organizando una broma descarada con la que no digo yo que invente un nuevo género, pero sí que le da un nuevo aire a la comedia de acción.
Porque Machete es sobre todo una comedia, de manera que los críticos culturetas que estén afilando la pluma para ponerla a caldo deberían tener ante todo eso en cuenta. Es una de risa, señores. Se ríe de sí misma en todo momento. Es una sátira del cine de acción, de los héroes del cine de explotación. De hecho es todo un monumento cachondo al espíritu de la blaxploitation protagonizada por Shaft y sus colegas del ghetto negro en los años setenta, con la particularidad de que Rodríguez ha cambiado afroamericanos por mejicanos. Piense en esa escenita del ya talludo protagonista, Danny Trejo, inmenso en esta autoparodia de sí mismo y de los tipos duros, llevándose a la piltra a todas las féminas de la función, incluyendo a Lindsay Lohan y su madre de ficción en una escena rijosa con baño incluido que es toda una declaración de principios de por dónde van los tiros en esta sangrienta broma que no deja títere con cabeza e incluso le da a Robert De Niro la oportunidad de autoparodiar su autoexplotación de los últimos tiempos en papeles sin ton ni son que repiten una y otra vez la misma fórmula, gestos y panoplia dramática.
De Niro como senador ultra y neocon es uno de los puntos fuertes de la película y podríamos decir que abre ese desfile de rostros célebres pasados por el tamiz de lo humorístico que son algo más que cameos y funcionan como anzuelos para la risa, como el desternillante papel de místico ultraviolento que desempeña el inefable Steven “Stopa” Seagal, o el reverso tenebroso del ex prota de Corrupción en Miami, Don Johnson, ejerciendo como jefe de un grupo ultra racista dedicado a vigilar la frontera y cargarse espaldas mojadas. Incluso las dos protagonistas femeninas, y especialmente Michelle Rodríguez, con su papel de “santa” de la revolución con parche, están parodiándose a sí mismas.
De manera que todo es una parodia, un entretenimiento que de paso aprovecha para mofarse de algunos de los últimos acontecimientos, por otra parte muy serios, surgidos en relación al control de la emigración en la frontera de Méjico con Estados Unidos.
Quede claro que Machete no pretende ser una película con mensaje, ojo. ¡Faltaría más! Pero puestos a ello, sospecho que al tratar este tema desde el punto de vista del humor y parodiando a los radicales, tanto en uno como en otro lado, es muy posible que consiga mejores resultados que otros filmes que han dado en abordar el mismo tema pretendiendo ser más serias y habitualmente cayeron en la trampa de dejarse llevar hacia el protagonismo anglosajón en el asunto. Sólo recuerdo otra muestra de cine fronterizo no decantada hacia el lado anglosajón y que en distintos aspectos tiene mucho en común con ésta: Perdita Durango, de Álex de la Iglesia.
Rodríguez ha acertado a tomarse a cachondeo un tema muy serio, y no me parece reprochable. Muy al contrario: un poco de humor, autoparodia y sátira descarada suele abrir ventanas para que entre el viento fresco en los debates más agrios. De hecho no soy el primero que sospecha que detrás de todas las guerras y enfrentamientos siempre encontramos una falta notable de sentido del humor y capacidad para la autocrítica.
Pero, como digo, tampoco es que Machete pretenda ser una película “con mensaje”. NI mucho menos. Lo que pretende ser es un divertimento cuyo motor es la exageración caricaturesca de personajes y situaciones. Un buen ejemplo a modo de resumen de ese espíritu transgresor y gamberro es la escena con las tripas de un matón sirviendo como cuerda para que el protagonista pueda lanzarse al vacío y escapar de sus perseguidores.
Si después de ver eso algún crítico se toma la película en serio, entonces es que es simplemente bobo y se merece que lo mandemos a cazar gamusinos esta misma noche. Seguro que también pica y lo tenemos con el saco para arriba y para abajo intentando localizar a los esquivos bichejos…
De manera que mucho guiño, muchas risas, unas cuantas apariciones especiales, un cura que primero es hermano y luego padre, chicas guapas armadas hasta los dientes como en el sueño erótico más complejo de todo heterosapiens adolescente con las hormonas bailándole la conga y, por qué no, su puntito gamberro salpicándolo todo.
Otra advertencia: que esto sea comedia no significa que los actores no estén haciendo un gran trabajo. Trejo o De Niro, que ya tuvieron otra escena genial en Heat de Michael Mann, lo bordan.
Y Trejo se merecía de sobra tener la oportunidad de ser el protagonista, aunque sólo sea porque pertenece a ese tipo de actores que como Lee Marvin, Charles Bronson, Jack Palance, Aldo Ray, Lino Ventura, Lee Van Cleef o Ron Perlman sólo tienen que aparecer en pantalla para que te creas automáticamente todo lo que te quieran contar, por gilipollesco que pueda ser el asunto.
Puros animales cinematográficos.
Miguel Juan Payán
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