Crítica de la película Madres paralelas
Inspirada película de Pedro Almodóvar, en la que salta de manera ingeniosa y sorprendente del drama social, al folletín con ribetes de thriller familiar.
Pedro Almodóvar recupera la frescura y la inspiración tragicómicas, que le han llevado a ser uno de los directores españoles más aclamados a nivel internacional. La peculiar forma en que el creador manchego se acerca a las realidades extrañas -que suele abordar en su cine- se convierte en un recurso de notable eficacia artística, dentro del desarrollo de Madres paralelas.
La trama de la película arranca con Janis (Penélope Cruz): una reputada fotógrafa, que conoce a un inteligente antropólogo, en una sesión de fotos. La mujer toma contacto con este profesional por su deseo de proceder a la exhumación de una fosa común de represaliados por las fuerzas franquistas durante la Guerra Civil Española; un enterramiento colectivo que se encuentra en el pueblo de los ancestros de Janis, y en el que perdió la vida un pariente muy querido y cercano. La incipiente colaboración desata una atracción mutua entre la fotógrafa y el antropólogo, y todo desemboca en una noche de pasión descontrolada. Fruto de ese momento íntimo, Janis queda embarazada. A punto de dar a luz, la protagonista conoce en el hospital a Ana (Milena Smit): una joven en la misma situación de inmediata gestación, aunque no tiene muy claro si quiere ser madre. Tras el parto, ambas salen del centro con sus respectivas hijas; pero el drama acontece cuando Janis se da cuenta de que la que creía su pequeña no guarda ningún parentesco con ella, después de que esta se hiciera una prueba de ADN. Desde entonces, la protagonista sospecha que los bebés fueron intercambiados en la sala de maternidad.
El argumento central responde a los esquemas de un folletín imaginativo y vertiginoso, al estilo de los de muchos seriales televisivos y radiofónicos, que involucra a Janis y a Ana en una red de mentiras y acercamientos peligrosos, en los que se va desvelando la verdad. Una telaraña sentimental que Almodóvar maneja con una soltura magistral, a través de sobresalientes diálogos de comicidad precisa, y de situaciones magnificadas por el sentido artístico de una puesta en escena realmente inspirada. Bajo semejantes parámetros, Penélope Cruz ofrece una meritoria caracterización, plena de matices y convenientemente excitante; en la piel de un personaje que ofrece múltiples de cambios sentimentales, a la vez de dar a Cruz la oportunidad de moldear la cercanía de una progenitora más visceral que calmada. A su lado, el resto del plantel femenino arropa con increíble afinidad cada una de las frases pronunciadas por la actriz fetiche de Almodóvar. Una labor en la que destaca la singular y agradable presencia de Rossy de Palma, Milena Smit, Aitana Sánchez-Gijón y la entrañable Julieta Serrano.
Pero Madres paralelas no solo muestra las costuras retorcidas de un folletín familiar de los de toda la vida, sino que también deja espacio para un tema tan serio y comprometido como el de las fosas de asesinados por las fuerzas franquistas, durante la Guerra Civil Española. El cineasta manchego de Mujeres al borde de un ataque de nervios demuestra una especial sensibilidad, con respecto a un asunto tan espinoso; y lo aborda desde el incuestionable derecho que tienen los parientes de recuperar los restos de sus familiares asesinados. Una cuestión que Almodóvar ilustra sin fisuras, siempre desde la perspectiva del necesario apoyo institucional hacia los que aún reclaman una sepultura digna para sus padres, abuelos y bisabuelos.
Jesús Martín
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