Ridley Scott exhibe sus conocimientos técnicos, al construir una película de ciencia ficción que ha obtenido incluso el beneplácito de la NASA. Sin embargo, el cineasta británico naufraga en el aspecto del entretenimiento.
El estreno de Marte ha levantado un sinfín de reportajes periodísticos, interesados en asociar el análisis crítico con la veracidad astrofísica de la epopeya que narra el filme. En este sentido, la comunidad aeroespacial parece haber dado una nota alta a esta adaptación de la homónima novela de Andy Weir, que firma el competente cineasta de Alien. Un dato que resulta especialmente relevante, sobre todo si se observa que semejante examen solo lo han aprobado clásicos como 2001, aparte de títulos de reciente hornada del tipo de Gravity e Interstellar.
Ridley Scott no escatima planos, en los que especifica los pasos regidos por las leyes de la lógica que sigue el botánico abandonado en el Planeta Rojo, al que interpreta Matt Damon. Información que da fe de la concienzuda preparación orquestada por el responsable de Gladiator, para no meter la pata en su escenificación del universo.
No obstante, si –por ejemplo- se pregunta a cualquier espectador medio qué es lo que recuerda de 2001, probablemente la respuesta sería la escena del mono prehistórico golpeando un esqueleto, la computadora asesina y el monolito. Todos ellos elementos que poco o nada tienen que ver con la traslación literal de los manuales de la NASA, y que pertenecen más bien a la imaginación del creador (Stanley Kubrick, en este caso). Y es en ese terreno, del espectáculo de enganche, donde el responsable de El consejero patina de largo.
Marte carece de concesiones a la fantasía, y su guion se atisba como demasiado sobrio y algo excesivo en duración. El famoso cineasta no aprovecha en ninguna secuencia el inmenso decorado en el que transcurre la trama, y se contenta con ofrecer vistas congeladas de salvapantallas con las que ilustra la acción ralentizada.
Scott ni siquiera hace la intención de imaginar un futuro discordante –como ya efectuó con sobresalientes resultados en Blade Runner-, y presenta el mundo de 2033 como si los terrícolas no hubieran evolucionado lo más mínimo en sus aspectos más rutinarios (vestimenta, gustos musicales). Un desarrollo que únicamente se aplica a los logros tecnológicos.
Pese a estos bajones de interés, Ridley es un profesional que se ha mantenido más de treinta años en el mercado audiovisual, y sabe suplir esa anemia sustancial de la historia con trabajados encuadres y con la aportación visceral de los actores. Precisamente, la parte interpretativa es con mucho la que sale más airosa en este largometraje dentro de los engranajes artísticos. Encabezado por un convincente Matt Damon, el resto del elenco asume con soltura cada uno de sus papeles; siendo la hierática Jessica Chastain y el expresivo Chiwetel Ejiofor los que asumen una mayor distinción.
Tales ingredientes elevan la calidad de Marte, y consiguen que la película se vea con unas ciertas dosis de interés. Sensaciones en las que también colabora la animada banda sonora, donde suenan reconocibles temas de Abba, David Bowie y Gloria Gaynor, entre otros.p>
En conclusión, se puede afirmar que la movie es altamente creíble desde la óptica académica, sin errores científicos especialmente significativos. Pero también es cierto que los padecimientos del Robinson Crusoe galáctico encarnado por Damon habrían adquirido una intensidad más vírica con un poco de misterio, o con algunas pinceladas de profundo suspense.
Jesús Martín
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